Se afirma tradicionalmente que era clérigo de órdenes menores y oriundo de Sevilla. Es probable, de hecho, que se hubiera formado en la capital andaluza —dentro de la generación de Juan de Uceda y Alonso Vázquez—, acaso bajo la influencia de Juan de las Roelas y del círculo humanístico de Francisco Pacheco. Su paso hacia Perú debió de producirse en torno a 1613-1615. El escritor agustino fray Antonio de la Calancha refiere que Jaramillo se encontraba en Trujillo durante el gran terremoto de 1619, y atribuye su milagrosa salvación a la Virgen de los Ángeles, venerada en el templo agustino de esa ciudad. A manera de agradecimiento, Jaramillo se habría dedicado entonces a retocar las imágenes de dicha iglesia durante los meses que siguieron. Por el año 1635 estaba ya en Cajamarca, donde suscribió contrato ese mismo año para enseñar el oficio a Tomás Ortiz de Olivares y Juan de Sotomayor. Con ellos viajó al año siguiente, con la finalidad de instalarse a trabajar en la capital, donde otro aprendiz, Miguel de Vargas, se sumó poco después a su obrador. En 1636, Jaramillo firmó en Lima su obra más conocida, La imposición de la casulla a san Ildefonso, realizada para la recolección franciscana de Nuestra Señora de los Ángeles. Se trata de una ambiciosa composición dividida en dos planos al modo del primer naturalismo sevillano, en la que el pintor introdujo varias “citas” de obras conocidas de Bitti y Alesio, adecuándose de este modo a la persistencia del gusto “italianista” en Lima. Tales rasgos contrastan con el claroscuro que se insinúa en la figura del santo titular. Similar convivencia de estilos puede observarse en el sector de pintura mural que correspondió ejecutar a Jaramillo dentro del claustro mayor franciscano, en torno a 1635-1640. [...]