Álvarez Bravo, Casta. Orán (Argelia), 1786 – Cabañas de Ebro (Zaragoza), 29.IV.1846. Heroína de la Guerra de la Independencia (Sitios de Zaragoza, 1808-1809).
Hija de Diego Álvarez y de Manuela Bravo, matrimonio de origen aragonés y extracción humilde que, como tantos otros, buscaron la forma de ganarse la vida en Orán, en tiempos en que esta ciudad perteneció a la corona española.
Casta Álvarez se encontraba en la tierra de sus progenitores, cuando las tropas francesas se presentaron ante las puertas de Zaragoza. Contaba veintidós años y fue la única mujer que desde el primer día tomó las armas, defendiendo la batería de la puerta de Sancho, donde dio inusitadas muestras de valor, causando el asombro y admiración de su comandante, Mariano Renovales. Jamás abandonó el puesto, haciéndose extraña y familiar, entre sus compañeros de armas, la imagen de la joven portando fusil y bayoneta calada.
Durante el segundo sitio continuó entregada a la defensa de la misma zona, participando en la salida, mandada por Fernando Gómez de Butrón, que la caballería hizo, el 31 de diciembre de 1808, lo que le valió la recompensa de la cinta encarnada. Infatigable, se mantuvo hasta el fin con la misma entrega y espíritu combativo.
Tras la capitulación de la ciudad, el 20 de febrero de 1809, no queriendo convivir bajo el ejército invasor, se trasladó a la localidad zaragozana de Cabañas de Ebro, donde contrajo matrimonio, el 28 de abril de 1814, con Antonio Bertol, humilde labrador.
Siguiendo el protocolo establecido, solicitó la pensión de una peseta diaria, adjudicada por el general Palafox, en recompensa a los servicios prestados, y el derecho a usar los dos Escudos de Distinción, ganados como señalada defensora de ambos sitios. El 30 de mayo de 1815, Fernando VII, mediante Real Orden, le concedió ambas solicitudes.
Viuda, y sin hijos, vivió en la más absoluta pobreza, teniendo que recurrir a la caridad de sus vecinos, ya que casi nunca cobró la pensión asignada, que engrosaría el bolsillo de algún desaprensivo funcionario que mal supo aprovecharse de la temprana locura que enajenó la mente de la heroína.
Sus días terminaron cuando contaba sesenta años, y fue enterrada, como pobre de solemnidad, en el cementerio del pueblo.
La Junta Magna del Centenario de los Sitios, en 1908, le hizo justicia, exhumando sus restos, para darles digna sepultura en el recién construido Panteón de Heroínas de la iglesia de Nuestra Señora del Portillo de Zaragoza. Además, Zaragoza quiso honrar su memoria, dedicándole la calle que lleva su nombre, conocida antes como de la Ilarza, donde Casta Álvarez vivió. También se sumó el pueblo de Cabañas de Ebro a los homenajes del Centenario, colocando una placa con la siguiente inscripción: “Aquí vivió y murió Casta Álvarez, defensora de la ciudad de Zaragoza en sus gloriosos asedios de 1808 y 1809. En honor de tan insigne heroína dedica esta memoria la Junta del I Centenario de los Sitios. 1908”.
Bibl.: A. Alcaide Ibieca, Suplemento á la historia de los dos sitios que pusieron á Zaragoza en los años de 1808 y 1809 las tropas de Napoleón, Madrid, Imprenta de D. M. de Burgos, 1831, pág. 57; J. Ezquerra del Bayo y L. Pérez Bueno, Retratos de mujeres españolas del siglo xix, Madrid, Junta de Iconografía Nacional‑Imprenta Julio Cosano, 1924, págs. 64-65; L. Blanco Lalinde, “Casta Álvarez, la heroína de Cabañas de Ebro”, en Revista Los Sitios de Zaragoza (Fundación Zaragoza 2008), n.º 6 (diciembre de 2005), págs. 24-25; N. Marín Arruego, Mujeres (Sitios de Zaragoza 1808-1809), Zaragoza, Fundación 2008, 2009.
Nuria Marín Arruego