Pineda Muñoz, Mariana de. Granada, 1.IX.1804 – 26.V.1831. Heroína, símbolo de la lucha frente al absolutismo de Fernando VII.
Mariana de Pineda era hija natural de Mariano de Pineda y Ramírez, capitán de navío de la Real Armada y caballero de la Orden de Calatrava, y de la joven María Dolores Muñoz y Bueno, sirvienta en la casa de los Pineda. El impedimento por la ley de los matrimonios desiguales en la escala social, impidió la unión de los padres de Mariana. A los pocos meses de su nacimiento, la madre huyó con su hija del hogar paterno, lo cual dio lugar a un litigio entre ambos para recuperar la custodia. A la temprana muerte del padre, la hija se convirtió en su heredera universal y quedó bajo la tutela de su tío, José de Pineda, ciego de nacimiento. Al contraer matrimonio José de Pineda, la niña fue dada en adopción a José de Mesa y a Úrsula de la Presa, prósperos comerciantes, que la aceptaron como a su propia hija y la educaron en el Colegio de Niñas Nobles de Granada. Mariana nunca pudo recuperar su patrimonio.
Al parecer, fue en su propia casa, centro de reunión de liberales, donde Mariana vivió la agitación clandestina contra el poder absolutista. Allí conoció a Manuel Peralta y Valte, joven militar comprometido en la lucha contra Fernando VII, con quien se casó el 9 de octubre de 1819. Mariana tenía quince años y una extraordinaria belleza. En la primavera de 1822, a los dieciocho años, ya madre de dos hijos, se quedó viuda, mientras su herencia, acaparada por la mujer de su tío José, seguía en litigio. Los padres de Mariana continuaron asumiendo la economía familiar.
Fernando VII juró el Código gaditano de 1812. El 1 de octubre de 1823, se abolía la Constitución y era proclamado Fernando VII, rey absoluto, ayudado por las tropas francesas: los Cien Mil Hijos de San Luis. Se iniciaba entonces la llamada Década Ominosa, dando paso a uno de los períodos más sangrientos de la historia de España. Se condenaba a muerte a los que gritasen “¡Viva la Constitución!” o “¡Viva la libertad!”. Se intensificó entonces la actividad militante de Mariana de Pineda y la policía, al efectuar un registro en su casa, encontró pruebas que la relacionaban con los exiliados de Gibraltar, lo cual dio lugar a su primer proceso.
El 8 de enero de 1825, Fernando VII nombró a Ramón Pedrosa y Andrade, alcalde del Crimen de la Chancillería de Granada, personaje siniestro y principal figura que, lentamente se fue cerniendo en torno a Mariana de Pineda. Sus actividades no pasaban desapercibidas y ella se supo vigilada de cerca. Dentro y fuera de España, los presos recibían correspondencia, información y socorro, maniobras que la policía conocía al serle interceptado su correo.
El año 1828 fue fundamental en la vida de Mariana de Pineda. Entre los presos de la Casa y Corte de la Real Chancillería de Granada, se encontraban dos parientes de Mariana: Pedro García de la Serrana, presbítero, y Fernando Álvarez de Sotomayor, de treinta y tres años, comandante de batallón. Condenado este último a muerte por su destacada actuación en la época constitucional, hubo de exiliarse a Londres, en 1823. Mariana, consciente de que sólo su fuga lo librará del patíbulo, en sus visitas al reo le introdujo ropas de religioso capuchino. Con este disfraz logró su salida, aprovechando la afluencia de sacerdotes y religiosos, de cualquier orden, que solían acompañar a los reos en sus últimas horas de vida, para ayudarles a “bien morir”. La fuga tuvo visos teatrales que García Lorca potenció a la hora de escribir su drama Mariana de Pineda. Se puso precio a la cabeza del prófugo, pero la complicidad de las gentes desoyó pregones y pasquines y el preso logró salir de España. La policía sospechó que Mariana de Pineda era la artífice de la evasión, pero nada pudo probar. Para Mariana fueron años de vivir sometida a estrecha vigilancia y persecución, hasta que a mediados de marzo de 1831, llegó a conocimiento de Ramón Pedrosa que Mariana había encargado a dos hermanas bordadoras del Albaicín la confección de una bandera constitucional, para un alzamiento en la ciudad, en relación con el exterior.
Pedrosa obligó a las dos mujeres a llevar la bandera a la casa de Mariana, en la calle del Águila, y en ese momento se presentó la policía a hacer un registro.
La bandera, precipitadamente escondida, fue descubierta.
Se trataba de un tafetán de seda morado, centrado por un triángulo de color verde, en el que a medio bordar aparecían los lemas: “Libertad. Igualdad y Ley”. Mariana quedó detenida en su casa, bajo estricta vigilancia. Al cuarto día intentó fugarse y fue descubierta. Las consecuencias de la fracasada huida fueron inmediatas. Mariana fue recluida en el Convento- Cárcel de Santa María Egipcíaca. A la presa le aplicaron el Decreto de 1 de octubre de 1830, donde se estipulaba que los autores y cómplices de acciones subversivas serían condenados a la pena de muerte.
El juez Pedrosa estaba autorizado a indultar a la reo a cambio de la delación de sus correligionarios, pero la lealtad hecha silencio sería su gesto legendario. Mariana de Pineda, de veintisiete años por cumplir, era ejecutada en garrote vil, el 26 de mayo de 1831.
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Antonina Rodrigo