Borja y Aragón, Fernando de. Conde de Mayalde (III). Madrid, c. 1587 – 28.XI.1665. Virrey de Valencia y Aragón, consejero de Estado, embajador.
Fernando de Borja y Aragón fue el quinto hijo del segundo matrimonio de Juan de Borja con Francisca de Aragón y Barreto. Por parte de padre era, por tanto, nieto de Francisco de Borja, general de la Compañía de Jesús y futuro santo. Juan de Borja fue un importante agente de poder del duque de Lerma durante los primeros años del reinado de Felipe III, y Fernando recibió su primer favor real cuando el 23 de marzo de 1603 Felipe le concedió la sucesión de su hermano mayor, Francisco, príncipe de Esquilache, como comendador mayor de la Orden de Montesa.
Además, ese mismo día, como señal de especial consideración, el propio Rey entregó a Fernando sus pruebas de nobleza. Felipe III abrió la puerta, entonces, a lo que prometía convertirse en una brillante carrera al enviar a Borja a Florencia como embajador especial para presentar sus condolencias por la muerte de Fernando I, gran duque de Toscana. A su regreso, le fue asignado un puesto clave de la Corte al ser nombrado uno de los cuatro gentilhombres de cámara en la recién establecida casa del heredero al trono (22 de noviembre de 1611). Era de esperar, entonces, que el favor del que había disfrutado Borja durante el reinado de Felipe III, se prolongase durante el reinado de su hijo. También fue nombrado menino de la infanta María. Sin embargo, se convirtió en víctima de la política de la Corte relacionada con la destitución de Lerma en 1618 y se le apartó de ella nombrándole lugarteniente del virrey y gobernador general de Aragón.
Su carrera nunca volvió a recuperar el impulso, y habría de pasar un cuarto de siglo para que volviese a ocupar de nuevo un alto cargo palaciego. En la casa del príncipe, Borja había trabajado junto a Gaspar de Guzmán, conde duque de Olivares, y entre ellos había surgido una antipatía mutua. Cuando Olivares se convirtió en el valido de Felipe IV, se aseguró de que Borja continuase alejado de la Corte, nombrándole virrey de Aragón.
Quizá en contrapartida por haber sido enviado al exilio, se le permitió contraer un matrimonio ventajoso en 1624 con María Francisca de Borja y Aragón.
Dado que María Francisca era la hija y heredera de su hermano mayor Francisco, segundo conde de Mayalde, era necesaria una dispensa papal y el Soberano se ocupó de conseguirla. María Francisca murió el 21 de julio de 1649, y tras la muerte de su hermano en 1658, Fernando de Boja se convirtió en el tercer conde de Mayalde, heredando también dos títulos italianos, el de sexto príncipe de Esquilache y el de séptimo conde de Simari, pero no hizo uso de ellos en la Corte, porque prefería utilizar sus apellidos.
Tuvo tres hijos con su esposa, pero José y Ana fallecieron antes que su padre y fue su única hija legítima viva, Francisca de Borja y Aragón, duquesa de Ciudad Real, quien heredó sus títulos nobiliarios. Borja mantuvo el virreinato de Aragón hasta 1632.
El Consejo de Aragón se sentía desairado por lo que ellos consideraban una actitud despótica y, conscientes de la animadversión que el conde duque de Olivares sentía hacia él, se limitaron a ignorarle y a tratar directamente con Olivares y con Jerónimo de Villanueva.
Tuvo un encuentro fugaz con el rey cuando Felipe IV visitó Zaragoza en 1626, pero Olivares se aseguró de que Borja no tuviera la oportunidad de volver a influir sobre Felipe, haciendo caso omiso de la insistencia de Borja respecto a que el Rey realizase una entrada bajo palio en el reino de Aragón. Se le presentó otra pequeña oportunidad cuando en 1629 Felipe llegó inesperadamente a Zaragoza, acompañando a su hermana María en su viaje desde la capital hasta Barcelona, desde donde partiría para casarse con Fernando III. Felipe viajó a Zaragoza sin Olivares, quizá incluso para dar a entender que podía prescindir de sus servicios. Pero si Borja pensó en algún momento que podría retomar su relación con el Soberano, quedó defraudado, ya que Felipe IV estuvo en Zaragoza sólo ocho días (del 7 al 15 de enero), dejando a su hermana al cuidado de Borja y regresando a Madrid, y a su favor hacia Olivares, sin ni siquiera despedirse de ella. Si aún Borja albergaba alguna esperanza de poder volver a la Corte, ésta se desvaneció cuando le nombraron virrey de Valencia (22 de mayo de 1635), donde permaneció hasta 1640, momento en que regresó a la Corte.
La caída de Olivares a principios de 1643 supuso para Borja otro hilo de esperanza, pero de nuevo fue incapaz de aprovechar la oportunidad. Como gentilhombre de mayor antigüedad de la cámara de Felipe IV sirvió al Rey como caballerizo mayor y fue nombrado sumiller de corps de Baltasar Carlos (21 de junio de 1643), permaneciendo a su servicio hasta el fallecimiento del príncipe en 1648. Felipe IV escuchó sus opiniones sobre Aragón, pero no le permitió volver a convertirse en una figura relevante de la Corte. Cuando el duque de Medina de las Torres regresó a la Corte en 1648, las posibilidades de Borja quedaron aún más mermadas. Se rumoreaba que se le iba a otorgar la presidencia de un consejo, pero nada sucedió hasta 1659, cuando se le honró con el nombramiento de consejero de Estado. Ya era demasiado tarde para él. Asistió al Consejo de manera bastante regular a lo largo de 1660, pero después se limitó a asistir a las reuniones de manera esporádica, hasta que dejó de hacerlo en 1664. Felipe IV le concedió el honor de nombrarle uno de sus albaceas testamentarios, pero sólo sobrevivió al Rey unas cuantas semanas. Murió el 28 de noviembre de 1665. Al hacer testamento un día antes de su fallecimiento, se quejó amargamente de que no había recibido más que un real de renta a lo largo de todos los años que había permanecido al servicio de la Corona. Posteriormente, su hija afirmó que había muerto en tan “extrema pobreza” que ni siquiera había dejado dinero suficiente para pagar una misa por su alma. Fue enterrado en la capilla de los Borja del Colegio Imperial de Madrid.
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Patrick Williams