Julia Bonaparte. Marsella (Francia), 26.XII.1771 – Florencia (Italia), 7.IV.1845. Esposa de José I, rey de Nápoles (1806-1808) y luego de España y de las Indias (1808-1813).
Undécima hija de Francisco Clary (1725-1794), rico comerciante de extracción modesta, y de su segunda esposa, Francisca Rosa Somis (1737-1815), que pertenecía a la alta burguesía marsellesa; su padre fue ingeniero jefe de las obras del puerto. El señor Clary, fue nombrado miembro de la Cámara de Comercio y también fue mayordomo de la parroquia de San Ferreol. Sus hijas se educaron en un colegio de monjas y regresaron al hogar al llegar la Revolución en 1789, ya que se cerraron entonces los centros religiosos.
María Julia iba a cumplir los dieciocho años; la pequeña Desirée, seis años menor, no era como su hermana, aplicada y seria. Cuando “El Terror” se hizo presente en Marsella, los Clary fueron perseguidos.
Francisco, el hermano mayor, fue encarcelado y su esposa, acompañada por Desirée, fue a pedir clemencia; la joven se durmió en la espera y horas después fue acompañada a casa por un desconocido, se trataba de José Bonaparte, noble corso exiliado al que los revolucionarios habían nombrado comisario de Guerra.
Éste las presentó a su hermano Napoleón —jefe de la Artillería en el sitio de Toulon—, quien se enamoró de Desirée y convenció a su hermano José para que se casase con Julia.
La boda tuvo lugar en Cuges, a treinta kilómetros de Marsella, el 14 termidor del año II de la República en el Ayuntamiento; la ceremonia religiosa fue secreta y celebrada por el abate Reymonet. Julia fue muy bien recibida por su suegra y sus hijos, pues ella era muy rica y además bien generosa; desde entonces, la situación de los Bonaparte fue mejorando. Napoleón consiguió (1796), a través de su boda con la viuda de Beauharnais, ser nombrado jefe del Ejército de Italia. Su organización y su genio militar proporcionaron al general Bonaparte grandes victorias en los campos de batalla. José se convirtió en diplomático: ministro de Francia en Roma, embajador ante el Vaticano, etc. Nombrado diputado en el Consejo de los Quinientos, recibió algunas pagas atrasadas y viáticos del Directorio que le permitieron comprar, ayudado por la dote de Julia, la magnífica finca de Mortefontaine a dieciocho leguas de París. También en la capital poseyeron un “hotel” donde recibían muchas visitas. Por entonces José presentó a su cuñada Desirée —quien no había podido olvidar que “había sido novia de Napoleón”— a un general llamado Juan Bautista Bernadotte, que había servido de embajador. Natural de Pau, la llevaba catorce años, y Luciano Bonaparte —de quien era muy amigo— la aconsejó que le aceptara “porque era un hombre capaz de enfrentarse a Napoleón”. La boda tuvo lugar el 17 de agosto de 1798 en el Ayuntamiento de Seaux.
Julia, al regreso de Napoleón de Egipto, en su finca de Mortefontaine reunió, por indicación de su cuñado, a los políticos que le ayudaron a dar el golpe de Estado de Brumario, excepto a Bernadotte, que se opuso a ello. Con el tiempo, este último llegaría a ser mariscal, príncipe de Ponte Corvo, príncipe heredero de Suecia y finalmente Rey de este país.
Siendo Bonaparte primer cónsul, le encargó a José que firmase en Luneville la paz con Austria (9 de febrero de 1801). El 8 de julio de ese mismo año Julia dio a luz en París a una niña que llamaron Zenaida y días después José firmó (16 de julio) y proclamó el Concordato con la Santa Sede. También firmó, unos meses después, la Paz de Amiens (25 de marzo de 1802) entre Francia e Inglaterra, que duraría poco.
Por entonces, de nuevo Julia estaba embarazada y los Bonaparte esperaban que fuera un varón, pero el 31 de octubre de ese año nació Lolotte, quien, casada con su primo, no dejó posteridad.
En 1804 se proclamó el Imperio, recibiendo Julia el título de princesa, hasta que dos años después, tras ocupar su marido el trono de Nápoles, fuera nombrada reina de aquel reino, hacia donde partió en la primavera de 1808. En Nápoles vivió tres meses, haciéndose querer por el pueblo. José Bonaparte marchó a Bayona y entró en España, donde reinó cinco años, hasta 1813, en que tuvo que volver a Francia después de la batalla que perdió en Vitoria (20 de junio de 1813). Julia nunca pisó su nuevo reino, permaneció en París representando a su marido y sosteniendo su política de no desmembrar España.
Con fecha 2 de diciembre de 1809 informó al rey José: “Una vez que el reino esté sometido no me extrañaría que te vieras obligado a ceder el territorio entre el Ebro y los Pirineos. Él no querrá jamás que España sea poderosa”. Otra vez escribe: “Es imprescindible mantener la unidad de España, obtener dinero y por fin que se queden las tropas bajo el mando único del rey”. “Sabes que desde siempre las intenciones del emperador han sido las de tomar las provincias arriba del Ebro”.
Al comenzar la ocupación de España, Napoleón no manifestó sus ideas; pero al final llamaba “las bouches del’Ebre a Cataluña”.
Cuando los aliados entraron en París, los Bonaparte huyeron, aunque regresaron con los Cien Días. José se exilió en América; pero Julia y sus hijas se quedaron gracias a la protección de Bernadotte, quien en 1818 se convirtió en rey de Suecia. No pudieron residir en Francia, pero lo hicieron en Frankfurt y en Bruselas, donde Desirée las visitó hasta 1823, cuando tuvo que reinar junto a su marido. Ese año, Julia viajó a Italia, donde estaban los Bonaparte, y casó a sus dos hijas con los primogénitos de Luciano y Luis.
En 1841, el conde de Survillers —José Bonaparte— regresó al lado de Julia y ésta le cuidó durante tres años, hasta su muerte, acaecida el 29 de julio de 1844; su cuñado Bernadotte le había precedido en unos meses. Julia falleció al año siguiente mientras dormía en el palacio Serristori de Florencia. Está enterrada en la iglesia de la Santa Croce.
Bibl.: J. Balansó, Julia Bonaparte, reina de España, Barcelona, Planeta, 1991 (Barcelona, Debolsillo, 2001); A. de Sagrera, Julia y Desirée. Reinas de la revolución, Madrid, Lagasca 26, 2000.
Ana de Sagrera