Castilla, Isabel de. Señora de Guadalajara. ?, 1283 – ¿Toledo?, p. m. s. XIV. Infanta de Castilla.
Era hija de Sancho IV de Castilla y de María de Molina. Las escasas noticias que se conocen de su vida están siempre en función de sus proyectados matrimonios, dado que fue un peón en la política internacional de su padre. Cuando tenía ocho años fue prometida a Jaime II, rey de Aragón, en virtud del tratado de Monteagudo, el 29 de noviembre de 1291, en el que ambos reyes se unieron contra todos los príncipes y se repartieron las zonas de influencia de sus respectivas coronas en el norte de África. La ceremonia se celebró en la ciudad de Soria el 1 de diciembre, “con esperanza que por ser aquel matrimonio causa de la paz universal de toda España y que mediante ella los infieles serían ofendidos”, narró Jerónimo Zurita. El rey de Aragón se comprometió a no abandonar a la infanta bajo ningún concepto, dejando en prenda diez castillos, que fueron: Uncastillo, Borja, Rueda, Daroca, Somet y Hariza, que tenía Lope Ferrench de Luna; Alquézar y Monclús, que estaban en tenencia de Alamán de Gudal; Malón, en poder de Guillén de Puedo, y Berdejo, que lo tenía Diego Pérez de Escorón. Por arras y cámara se dio a la Reina las ciudades de Huesca y Girona y las montañas de Prades, además de los otros lugares que las reinas de Aragón acostumbraban a recibir por dote, con las rentas y jurisdicción de Calatayud, Alzira, Morella y Cervera, con sus aldeas.
Jaime invitó a sus suegros, los reyes de Castilla, a trasladarse a Calatayud, donde se celebraron espléndidas fiestas, descritas por Muntaner en su Crónica, a las que asistieron ilustres personajes, como el infante Juan, hermano de Sancho IV, Juan Manuel, o Diego de Haro, y en la que destacó el torneo entre el almirante Roger de Lauria y el caballero murciano Berenguer Arnau d’Algera, que resultó vencido. El matrimonio, sin embargo, como señaló Jesús Ernesto Martínez Ferrando, sólo podía tener carácter civil, dado que se necesitaba la dispensa pontificia (“el papa dispensaría en el matrimonio por su benignidad”, dice Zurita), y además en aquellos momentos tampoco la habían alcanzado los reyes de Castilla.
La infanta debía educarse en las costumbres de la Corte aragonesa hasta que alcanzara la edad para la consumación del matrimonio, llevando a su lado como ama a María Fernández Coronel, amiga de María de Molina.
De nuevo la infanta Isabel aparece en las vistas celebradas en Logroño en el verano de 1293 entre Sancho IV, Jaime II y Carlos II de Nápoles. Allí acudió el rey de Aragón con la pequeña Isabel, a la que ya se llamaba reina de Aragón, y en ellas se puso de manifiesto la astucia de Sancho IV frente al monarca aragonés, quien todavía supo vincularlo más al compromiso que Jaime II tenía con su prometida Isabel, a la que reconoció ciertos derechos: “que non podamos con otra casar nin casemos”. Jaime, temiendo una encerrona
castellana, recobró los rehenes que había dejado, los hijos del príncipe de Salerno, y marchó de repente de Logroño. La alianza entre Aragón y Castilla quedaba rota.
A pesar de la promesa de no casarse con otra princesa, hubo un cambio en la situación política cuando en las vistas de La Jonquera, el 14 de diciembre de 1293, Jaime II y Carlos II acordaron la paz y el matrimonio del rey de Aragón con Blanca de Anjou, la segunda hija de Carlos de Nápoles. Este proyecto —luego hecho realidad— contó con el beneplácito del papa Bonifacio VIII, que nunca vio con buenos ojos el proyectado matrimonio con Isabel ni dio la dispensa pontificia al mismo.
Sancho IV murió el 25 de abril de 1295 y poco después la Reina viuda, María, recibió una embajada de Jaime II que expondría la oposición del Papa al matrimonio civil con la infanta Isabel, lo que fue considerado por la Corte castellana como una ofensa. Pero las cláusulas de Anagni eran muy claras y acordaban el matrimonio de Jaime II con Blanca de Anjou. Isabel siguió viviendo un tiempo en Aragón, hasta que en febrero de 1296 regresó a Castilla.
Un segundo proyecto matrimonial, también fracasado, en el que se vio envuelta la infanta Isabel fue gestionado por la reina Blanca de Anjou, que intentó casar a Isabel con su hermano Roberto, duque de Calabria, cuando éste quedó viudo de su primera esposa, posiblemente tratando de reparar el daño moral causado a la Corte castellana por el rechazo de Jaime II.
En 1303 fracasó el proyecto de matrimonio de la infanta Isabel con Alfonso de la Cerda, planeado por los enemigos de Fernando IV, como consecuencia de la oposición de María de Molina. Finalmente, en 1310 Isabel fue ofrecida en matrimonio a Juan III, duque de Bretaña, la boda se celebró en enero de 1311, y partió para el vizcondado de Limoges, que recibió en arras de su marido. Al enviudar, regresó a España y fue señora de Guadalajara.
Bibl.: M. Gaibrois de Ballesteros, Historia del reinado de Sancho IV de Castilla, Madrid, Tipografía de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1922-1928, 3 vols.; J. E. Martínez Ferrando, Jaume II o el seny català, Barcelona, Aedos, 1962 (2.ª ed.); J. M. Nieto Soria, Sancho IV. 1284-1295, Palencia, Diputación Provincial, 1994.
José Hinojosa Montalvo