Cerda, Fernando de la. ?, 1273 sup. – p. m. s. xiv. Hijo del infante de Castilla.
Segundo hijo del infante Fernando de la Cerda, primogénito de Alfonso X, y de su mujer Blanca de Francia, hija de Luis IX de Francia. Junto con su hermano Alfonso se les conoce en la historiografía como “los infantes de la Cerda”. En noviembre de 1275 murió en Ciudad Real el primogénito y heredero de Alfonso X, y poco antes de morir nombró tutor de sus hijos al poderoso Juan Núñez de Lara, para que defendiera los derechos al Trono de su primogénito, Alfonso, en virtud del derecho de representación que recogían las Partidas, aunque todavía no estaban vigentes. Tanto Alfonso como Fernando fueron apartados de la sucesión al trono por Alfonso X en las Cortes de Segovia de 1278, que reconoció como heredero a su segundo hijo, el futuro Sancho IV, en aplicación del derecho tradicional. Fue entonces cuando Violante, mujer de Alfonso X, acompañada de sus nietos los infantes de la Cerda, y de la madre de éstos, Blanca, huyeron a Aragón, bajo la protección de Pedro III, hermano de Violante. Aunque la reina castellana no tardó mucho en regresar a Castilla, los infantes de la Cerda fueron obligados a permanecer en Aragón, sirviendo de importante baza política para los intereses de Pedro III y luego de sus sucesores.
La vida de Fernando corrió pareja a la de su hermano Alfonso, si bien su protagonismo político fue mucho menor, así como la documentación que de él se ha conservado, y secundó en todo momento las aspiraciones de Alfonso al Trono castellano. Desde 1281, los infantes de la Cerda estuvieron prisioneros en el castillo de Játiva, rehenes del pasajero entendimiento entre el infante Sancho y Pedro III tras haberse entrevistado en Ágreda. Tras la muerte de Alfonso X, su hijo Sancho pudo coronarse rey. El 13 de julio de 1288, Sancho IV y Felipe IV de Francia suscribieron el tratado de Lyon en virtud del cual el monarca castellano concedía a sus sobrinos los infantes de la Cerda el Reino de Murcia con todas sus villas y rentas y Ciudad Real, donde reinarían con absoluta independencia con respecto a Castilla. Si los infantes morían sin hijos, tales posesiones pasarían a su madre Blanca, que las tendría mientras viviera, pasando después al que fuera Rey de Castilla. Si el que moría sin hijos era Sancho IV, le sucedería Alfonso de la Cerda.
Cuando los infantes fueran puestos en libertad deberían renunciar a sus derechos a la Corona castellana y jurar respeto al contenido del tratado de Lyon. Para mayor garantía Alfonso de la Cerda casaría con la infanta Isabel, primogénita de Sancho IV.
Pero la situación de los infantes de la Cerda se modificó casi al mismo tiempo, tras la muerte violenta en Alfaro de Lope Díaz de Haro a manos de Sancho IV, de quien era privado. Un hijo del difunto, Diego López de Haro, huyó a Aragón y por su mediación los infantes fueron puestos en libertad. En Jaca (septiembre de 1288), a iniciativa de Alfonso III de Aragón y en presencia de Gastón, vizconde de Bearne, de Diego López de Haro y de otros muchos nobles castellanos, fue jurado como rey de Castilla y de León Alfonso de la Cerda. La guerra entre Castilla y Aragón se hizo inevitable, aunque las operaciones militares tuvieron un escaso relieve, consistiendo en la mayor parte de los casos en acciones de rapiña y depredación en la frontera, y estaba ya concluida a finales de agosto de 1289. Con el fin de garantizarse su apoyo, Alfonso de la Cerda cedió al Monarca aragonés los derechos sobre Murcia e incluso buscó la alianza con el rey de Granada.
Durante los primeros años del reinado de Fernando IV, Alfonso de la Cerda, contando con el apoyo de Jaime II de Aragón, redobló sus esfuerzos para tratar de conseguir el Trono castellano, aunque no lo consiguió. En mayo de 1303, Juan Núñez de Lara viajó hasta Aragón con el fin de llegar a un acuerdo con Jaime II sobre dos cuestiones, delimitar la frontera entre Castilla y Aragón en el territorio murciano y ofrecer una compensación a los infantes de la Cerda para que renunciaran a sus aspiraciones al Trono castellano. Alfonso debería entregar los lugares que ocupaba en Castilla, debería dejar de llamarse rey y hacerse vasallo de Fernando IV, por lo que recibiría como heredad Pedraza, Béjar y Valdecorneja, y quinientos mil maravedís, mientras su hermano Fernando recibiría trescientos mil maravedís.
Esta oferta fue mejorada poco después en los pactos de Ariza, cuando se ofreció a Alfonso de la Cerda el reino de Jaén, Valdecorneja, Pedraza, Almazán y los demás lugares que tenía en Castilla, mientras que su hermano Fernando sería considerado como infante de Castilla y recibiría un patrimonio de acuerdo con su dignidad.
La reivindicación dinástica de los infantes de la Cerda fue resuelta por la sentencia arbitral de Torrellas, dictada el 8 de agosto de 1304. A cambio de importantes compensaciones económicas cesaban en sus aspiraciones al Trono castellano. En enero de 1305 Fernando IV recibió en Guadalajara a Fernando de la Cerda que, en representación de su hermano Alfonso, dijo haber recibido íntegramente los lugares que le habían sido adjudicados en la sentencia arbitral y rindió homenaje por primera vez al monarca castellano.
Poco después, en abril de ese año, Fernando de la Cerda acudió en Medina del Campo por vez primera a una reunión de Cortes.
Fernando de la Cerda fundió su linaje con el de Lara al casar con Juana Núñez de Lara, llamada la Palomilla, que con anterioridad había estado casada con el infante Enrique, hermano de Alfonso X. Fruto de aquel matrimonio fueron un hijo y tres hijas. El primero se llamó Juan Núñez de Lara, que fue alférez mayor y mayordomo mayor de Alfonso XI, y con el que prácticamente vino a concluir la poderosa casa de Lara. Las hijas se llamaron Blanca, Margarita y María.
La primera casó con el noble literato Juan Manuel, teniendo el matrimonio dos hijos: Fernando Manuel y Juana Manuel. Esta última llegó a ser Reina de Castilla al casar con Enrique II de Trastámara.
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César González Mínguez