Castilla, Pedro de. Señor de Cameros. Valladolid, 1290 – Granada, 25.VI.1319. Infante de Castilla, mayordomo mayor.
Cuarto hijo de Sancho IV y de María de Molina. Desde niño dio muestras de un carácter altivo y ambicioso. Fue valeroso y esforzado guerrero, demostrando sus excelentes cualidades como estratega en las numerosas contiendas que dirigió contra los musulmanes. Fue señor de los Cameros y mayordomo mayor de su hermano Fernando IV. Desde muy joven participó activamente en los entresijos de la política castellana, como se demuestra a través de su asistencia regular a las reuniones de Cortes o en sus frecuentes tratos con los miembros más destacados de la nobleza castellana. En 1307, Fernando IV propuso el matrimonio de Pedro con Juana, hermana de Juan Núñez de Lara, con la pretensión de garantizar el vasallaje de este último, pero no llegó a celebrarse. Con quien sí contrajo matrimonio en 1311 fue con la infanta María de Aragón, hija de Jaime II.
En todo momento fue decidido partidario de hacer la guerra a los musulmanes granadinos, especialmente tras la firma con Aragón del tratado de Alcalá de Henares (19 de diciembre de 1308). Fernando IV se comprometió entonces a hacer la guerra tanto por mar como por tierra al rey de Granada, iniciando las hostilidades a comienzos del verano del año siguiente. Los objetivos, por parte castellana, serían Algeciras y Gibraltar, mientras los aragoneses atacarían Almería. En el planteamiento estratégico de la campaña el infante Pedro se mostró partidario, más que de una guerra de sitios, de lanzar sucesivos ataques devastadores sobre la vega granadina, talando campos y quemando las cosechas, obteniendo así más abundante botín con tales incursiones y desmoralizando al enemigo, que terminaría por rendirse una vez agotados todos los recursos. Pero se impuso la opinión de Fernando IV de atacar Algeciras en primer lugar, cuyo asedio se iniciaría el 30 de julio de 1309. Durante estas operaciones se produjo un hecho importante, prácticamente el único positivo de toda la campaña desde el lado castellano: la toma de Gibraltar a comienzos de septiembre. A mediados de octubre de 1309, el infante Juan, don Juan Manuel y otros nobles castellanos abandonaron con sus huestes el asedio de Algeciras, acción calificada por A. Giménez Soler como “uno de los actos más indignos de la historia de Castilla”, lo que provocaría poco después el definitivo fracaso de la campaña. Fernando IV, tras consultar al infante Pedro, a Diego López de Haro y a Juan Núñez de Lara, decidió continuar el asedio de Algeciras que, finalmente, tuvo que ser levantado a finales de 1309. La campaña de Algeciras, en la que destacó la valentía del infante Pedro, tuvo un pequeño aunque exitoso epílogo. Contando con el apoyo de una importante flota, Fernando IV envió al infante con toda la caballería a cercar el castillo de Tempul, próximo a Algeciras. La dureza del ataque y la sorpresa que causó a los moros granadinos permitieron a Pedro la rendición del castillo de Tempul a principios de 1310.
El abandono del asedio de Algeciras por parte del infante Juan, tío de Fernando IV, y de don Juan Manuel dejó a estos nobles en una confusa relación con el Monarca, ni de rebeldía declarada ni de sumisión completa. El segundo, no obstante, con enorme habilidad, supo disculparse ante el Monarca, justificando su retirada de Algeciras, entre otros motivos, porque no había recibido el cargo de mayordomo mayor, como le había sido prometido. Fernando IV, buscando la reconciliación con don Juan Manuel y su distanciamiento del infante Juan, accedió ahora a entregarle dicho cargo, que venía ocupando el infante Pedro, más atento ahora en seguir las negociaciones con Jaime II con vistas al matrimonio con su hija la infanta María de Aragón. El infante Pedro, como compensación por la pérdida del cargo de mayordomo mayor, recibió del Monarca las villas sorianas de Almazán, Berlanga, Monteagudo y Deza.
Sorprendentemente, tras el nacimiento del infante Alfonso el 13 de agosto de 1311, hijo y heredero de Fernando IV, el panorama político castellano se complicó notablemente, hasta el punto de que el propio Trono se vio amenazado. Fernando IV había dispuesto que de la crianza del niño se encargara María de Molina, pero la reina Constanza —mujer de Fernando IV y madre del niño— no lo aceptó, pues ya había llegado a un acuerdo con el infante Pedro para que fuera él quien se ocupara de la tutoría y crianza, contando también con el apoyo de Juan Núñez de Lara y de Lope Díaz de Haro. La sensación de desgobierno en estos momentos era muy evidente y el malestar popular iba en aumento, dadas las arbitrariedades en que cayó Fernando IV y el incremento constante de la presión fiscal. En tales circunstancias el infante Juan junto con Juan Núñez de Lara y Diego López de Haro concibieron el proyecto de sustituir a Fernando IV por su hermano el infante Pedro, para lo que trataron de conseguir el respaldo de María de Molina, aunque no lo lograron. Acaso por ello, el proyecto fracasó y no tuvo mayores consecuencias, pues ni siquiera Fernando IV llegó a enterarse de la conjura. No obstante, obsesionado con continuar la guerra contra los moros, para lo que era necesaria la paz interior, Fernando IV se vio forzado a hacer una renovación de sus consejeros privados y a hacer nuevas concesiones a la más alta nobleza (Palencia, octubre de 1311). Fue ahora cuando el infante Pedro consiguió la crianza de su sobrino Alfonso, así como la villa de Santander, que le había sido prometida anteriormente.
A lo largo de 1310, Castilla y Aragón habían estado negociando el matrimonio del infante Pedro con la infanta María, hija de Jaime II de Aragón, que ambas Cortes vieron con agrado. Las negociaciones estaban ya concluidas en julio de 1311, pero la boda no se celebró hasta el día de Navidad de ese año y tuvo lugar en la iglesia mayor de Santa María de Calatayud, contando con la presencia de los reyes de Castilla y de Aragón. Durante las celebraciones se procedió también a entregar a Jaime II a la infanta Leonor, que contaba tres años de edad, primogénita de Fernando IV, para que la criara hasta que tuviera la edad oportuna para casar con el infante Jaime, primogénito y heredero del monarca aragonés.
En la primavera de 1312, concluidas las Cortes de Valladolid, Fernando IV decidió hacer nuevamente la guerra a los moros granadinos, tratando de sacar ventaja del ambiente de guerra civil que se vivía en el Reino musulmán. Los ataques afectaron principalmente a tierras de Jaén. Fernando IV, muy debilitado en su salud, tuvo que abandonar el sitio de Alcaudete, que concluiría felizmente su hermano Pedro con la conquista de la plaza el 4 de septiembre de 1312. Tres días más tarde murió en Jaén Fernando IV, siendo proclamado sucesor su hijo Alfonso, que todavía no había cumplido dos años de edad.
Antes de morir, Fernando IV había dispuesto que tanto la reina Constanza como el infante heredero Alfonso quedaran bajo la protección de su hermano Pedro. Éste aceptó inmediatamente y asumió la tutoría del Rey Niño, pero la organización de tan larga minoría fue muy complicada pues la alta nobleza trató de aprovechar la oportunidad que se le brindaba para intentar un nuevo asalto al poder. Inmediatamente se perfilaron dos facciones nobiliarias, una encabezada por María de Molina y el infante Pedro y otra por el infante Juan, al que secundó Juan Núñez de Lara. El objetivo de ambas era hacerse con la tutoría y custodia del Monarca. La situación de división y enfrentamiento de las facciones nobiliarias las recoge muy bien el infante Pedro en una carta que desde Ávila envió a Jaime II el 1 de noviembre de 1312: “Como quier que muchos contrarios he agora en Castiella tantos son et tan buenos los que conmigo tienen que fío por dios que se fará lo que quisiere yo et que pasaré con esto que he començado. Et sennor, sabet que si yo acabar pudiese que uos podría seruir muy bien a uos et al Rey de Castiella [...] Et por Dios, sennor, punnad uos en ello quanto pudiéredes en me ayudar et enbiat desir a don Johan el infante que me ayude, que me estorua quanto puede él e don Johan Nunnes et faré yo con él todas las cosas del mundo”. El infante Pedro era perfectamente consciente de que era imprescindible neutralizar a su tío Juan, que también trataba de conseguir la tutoría de Alfonso XI. Las Cortes reunidas en Palencia en 1313 para tratar de resolver el problema de la tutoría, sólo sirvieron para poner de relieve el enfrentamiento de las facciones nobiliarias. Los nobles, prelados y procuradores concejiles partidarios del infante Juan se reunieron en el Convento dominico de San Pablo, donde le proclamaron tutor, y de la guarda y crianza del Rey se encargaría la reina Constanza. Por su parte, quienes seguían a María de Molina y a su hijo el infante Pedro se reunieron en el Convento de San Francisco y eligieron a los mismos como tutores de Alfonso XI. Las Cortes, en esta ocasión, lejos de resolver el problema de la tutoría precipitaron la situación hacia una nueva guerra civil.
Inmediatamente después de concluidas las Cortes palentinas, los tutores, entre los que no existía entendimiento alguno, trataron de apoderarse de Alfonso XI, que se encontraba en Ávila. El infante Pedro lo refiere así a Jaime II en julio de 1313: “[...] la Reyna donna Costança et el infante don Johan e don Johan Nunnes que se yuan para Áuilla cuydando auer el Rey. Et assí la Reyna donna María, mi madre, et yo fuimos derechamente para Áuilla en guisa que llegamos ante que ellos. Et ellos yéndose para allá, de que sopieron que éramos nos en Áuilla, non se atreuieron a yr, en guisa que fincaron muy malandantes et muy quebrantados [...] Et otrosí trose mi pleyto con el obispo et con los caualleros de Áuilla en guisa que nos tomaron por tutores et tienen el Rey de nuestra mano [...]”.
El infante Pedro aprovechó los últimos meses de 1313 para combatir en la frontera granadina, apoderándose de Rute. Entretanto, María de Molina, siempre partidaria de soluciones de compromiso, trató de llegar a un acuerdo con el infante don Juan, sobre la base de que los dos infantes compartieran la tutoría, que cada uno ejercería en los territorios y las villas que le hubiesen reconocido como tutor, procurando evitar así cualquier tipo de enfrentamiento armado. Pero la verdad es que el infante Juan lo que pretendía era la tutoría en exclusiva, aunque tal objetivo sufrió un duro golpe tras la inesperada muerte de la reina Constanza en Sahagún el 18 de noviembre de 1313. Su desaparición sorprendió a todos y abrió un nuevo capítulo de negociaciones entre los tutores, en las que jugó siempre un papel muy destacado María de Molina, que tuvo que hacerse cargo de la crianza y custodia de Alfonso XI. El escenario de las negociaciones fue el Monasterio de Palazuelos, donde el 1 de agosto de 1314 se llegó a un pacto que ponía fin a las disputas por la tutoría, que sería compartida por los infantes Juan y Pedro. En diciembre de ese mismo año ambos tutores decidieron convocar Cortes en Burgos para confirmar en ellas el pacto de Palazuelos.
Concluidas las Cortes de Burgos de 1315, en las que fue aprobada una amplia Hermandad General de casi un centenar de concejos, que estableció las condiciones que deberían respetar los tutores en todo momento, el infante Pedro se dirigió a la frontera para iniciar una nueva campaña contra los musulmanes. Pedro reunió un importante ejército y en junio de 1315 conquistó los castillos de Alcanbil, Alhabar y Benaxixar, lo que incrementó considerablemente su prestigio militar y afianzó su poder como tutor. Pero la Hermandad de Concejos recelaba de la gestión del infante, pues pretendía también ejercer el control directo sobre Alfonso XI. Aprovechando el malestar de un amplio sector de ciudades, el infante Juan propuso en las Cortes de Carrión de los Condes de 1317 el renunciar a la tutoría colectiva y que ellas eligieran un nuevo tutor; pero la propuesta no prosperó por la oposición de María de Molina y del propio infante Pedro. Lo que sí aprobaron las Cortes carrionesas fueron los servicios pertinentes para continuar la guerra en la frontera. Pedro, por su parte, consiguió también el apoyo económico del Papado.
La nueva campaña contra el Reino de Granada se inició con la toma del castillo de Tíscar por el infante Pedro. En Cañete se le unieron las fuerzas que dirigía el infante Juan y tras algunos encuentros favorables avanzaron rápidamente hasta las puertas de Granada. El 25 de junio salieron al encuentro del Ejército cristiano las tropas musulmanas dirigidas por el caudillo Ozmín, que se alzó con la victoria. En el enfrentamiento perdieron la vida los dos infantes (Pedro y Juan) y si la derrota no fue más contundente fue por la retirada del Ejército musulmán, que logró un sustancioso botín. El cuerpo del infante Pedro fue trasladado a Burgos, recibiendo sepultura en el Monasterio de Las Huelgas. La Gran Crónica de Alfonso XI dice de él que “era noble señor e muy buen caballero, e manparaua muy bien la tierra”.
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César González Mínguez