Chicharro Agüera, Eduardo. Madrid, 17.VI.1873 – 24.V.1949. Pintor.
Nacido en pleno centro de Madrid, en la Corredera Alta de San Pablo, Eduardo Chicharro vivió y ejerció su talento en un Madrid convulso, tanto política como artísticamente. Era el Madrid de la Regencia de María Cristina y un gran número de tendencias artísticas inundaban la capital, sobre todo las traídas de Roma y París, los grandes centros artísticos por entonces.
En un sentido práctico se admitían las enseñanzas académicas, aunque pocos eran los que seguían fieles a las mismas. Chicharro supo aunar esos conocimientos con todo lo novedoso del momento. En las propias Academias de Bellas Artes, los profesores estaban divididos y los jóvenes alumnos perdidos. Pero también hubo pintores que, enmedio de esa vorágine, supieron esquivar las dificultades y adoptar una postura definida y firme, como ocurrió con Chicharro, que eligió el camino de la disciplina, según palabras de Aguilera.
Su padre era artesano y un gran vidriero, lo cual debió de influir en Eduardo, a pesar de que su progenitor falleció cuando él sólo tenía dos años, pero fue su madre, Adela, la que se encargó de seguir inculcando en él la pasión por el arte que tenía su padre. Ella se encargó de buscarle profesores que le guiasen en su camino, como Antonio Eusebi y Raimundo Mateos.
Además le inscribió en las clases de Dibujo Lineal, de Adorno y de Figura que se impartían en el Centro de Fomento de las Artes Comenzó sus estudios en la Escuela de Artes y Oficios y en el taller de Manuel Domínguez, y con quince años, ingresó en la Escuela Superior de Bellas Artes, la actual Academia de San Fernando, donde destacó rápidamente. El pintor de paisaje Carlos Haes fue el que más impresionó al joven Eduardo, seguramente porque era, a su parecer, uno de los que más innovaba y más éxito tenía. Allí obtuvo muchos premios y diplomas y se presentó a varias de las convocatorias de Exposiciones Nacionales que se celebraban cada año, consiguiendo una mención honorífica en 1896 y la Segunda Medalla en 1898.
Viajó por esas fechas a Granada e instaló un pequeño taller en los mismos Palacios Nazaríes. Tras esta experiencia estudia en el taller de Sorolla, que, con el tiempo, considerará a Chicharro como uno de sus mejores y más brillantes discípulos. En 1900 viaja a Italia tras obtener la beca de la Academia. Consiguió el primer puesto por delante de Álvarez de Sotomayor y Julio Romero de Torres con su obra La familia del anarquista en la víspera de su ejecución, dentro de la más correcta tradición académica.
Durante varios años viajó por toda Europa, aunque regresaba con cierta frecuencia a Madrid, debido a su delicado y prematuro estado de salud.
En 1904 consiguió la Primera Medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes con Los amores de Armida y Reinaldo. A partir de entonces ya es considerado un maestro joven. En adelante se dedica a pintar escenas costumbristas del Madrid de la época, lo que se ha venido llamando “madrileñismo”, tendencia a la que recurren la mayoría de los pintores del momento.
Vive en Asturias un tiempo para pasar a Ávila tras su boda con María Briones en 1904. Allí están largas temporadas. Se trata de un período durante el cual elabora obras de carácter popular, representando muchos modelos sociales. A pesar de ese retiro en Ávila sigue presentándose a certámenes por todo el mundo.
En 1910 funda en su estudio de Madrid la Asociación de Pintores y Escultores, que también preside.
Los críticos le reconocían como uno de los pintores mejor dotados para el profesorado y reclamaron para él, en 1912, la dirección de la Academia de España en Roma, cargo que le concedió el Gobierno y que ejerció hasta 1925. En su segunda estancia en Italia adoptó un gran interés por el color. A partir de aquí comienza a componer en profundidad, le importa la técnica, lo anecdótico y pierde en cierto modo la estilización de sus figuras. Allí comenzó a ejecutar lo que se considera su obra maestra, Las tentaciones de Buda, actualmente en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Siempre tuvo mucho interés por la cultura india y viajó a París para aprender más de ella. Aparte de demostrar unos grandes conocimientos pictóricos, anatómicos y animales, la gente que veía la obra pensaba que Chicharro había estado años en la India para haber llegado a entender la filosofía y la obra del poeta Tagore, en la que se inspiró para su realización.
De regreso en Madrid ejerce como profesor de la Escuela Superior de Bellas Artes, dando clases de Dibujo al natural y de Colorido.
Ingresa como académico el 14 de mayo de 1922 con el discurso Ciencia y arte del colorido, donde dice textualmente: “El poder de la línea es inmenso, con sólo el trazo se pueden representar todas las formas de la naturaleza... el color no tiene ese poder y necesita de la línea como armazón en que fundarse”. A pesar de estas palabras, Chicharro siempre demostró en sus cuadros una notable capacidad como colorista.
En 1927 se le dedica su primera exposición monográfica bajo el título “Mujeres”. Con los años renunció a sus clases de la Academia para dedicar más tiempo a la enseñanza particular. En los comienzos de la Segunda República es nombrado inspector general de las Escuelas de Artes y Oficios y, en 1934, obtiene el cargo de director general de Bellas Artes.
Tras la guerra, reanuda su vida de estudio y academia.
Sus últimas obras están marcadas por el regionalismo y el reencuentro con la Castilla profunda, pero manteniendo siempre una austeridad compositiva con personajes estáticos, de contornos precisos y rígida mirada, que continúan conservando un cierto gusto por el primitivismo prerrafaelita y el simbolismo.
Durante su vida demostró poseer un gran conocimiento del dibujo, al que en ocasiones dio más importancia que al color, y siempre estuvo ávido de aprender más. Destacan en su estilo el realismo, el naturalismo y la preocupación por la atmósfera, teniendo siempre presente la luminosidad de Sorolla y el gusto por la composición decorativa. Nunca se le pudo reprochar que no buscase las armonías del color y los tipos expresivos o fantasías de extraña visualidad sin caer en la vulgaridad realista.
Se ha dividido su obra en cuatro períodos, aunque ninguno de sus lienzos es exclusivo de un período u otro. Se habla de una etapa costumbrista hasta 1900, de otra decorativa hasta 1912, de un período realista hasta 1930 y de un otro más psicológico que se prolonga hasta sus últimos días.
Obras de ~: La tienda de lamparilla, 1890; Patio del Albaicín, c. 1898; Gitanos del Sacromonte, c. 1898; Dolor, 1912; Las tentaciones de Buda, 1915-1921; Retrato del conde de Romanones, 1942; Retrato de D. Enrique Martínez Cubells, 1943, y Autorretrato, 1943; La familia del anarquista en la víspera de la ejecución; El alguacil Araujo, 1946.
Escritos: El poema de Armida y Reinaldo, del Museo de Jaén y en depósito en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía; Ciencia y arte del colorido, discurso leído en la recepción pública de Eduardo Chicharro, el día 14 de mayo de 1922, y contestación de Marceliano Santa María, Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1922.
Bibl.: E. M. Aguilera, Eduardo Chicharro: aspectos de su vida, su obra y su arte, Barcelona, Iberia, 1947; J. Francés, Tres pintores madrileños: Leonardo Alenza, Eduardo Chicharro y Gutiérrez Solana, Madrid, Discurso leído el 28 de octubre de 1961 con motivo de su ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid, Magisterio Español, 1961; J. A. Gaya Nuño, La pintura española del siglo xx, Madrid, Ibérico Europea de Ediciones, 1970; J. Contreras y López, Eduardo Chicharro en su centenario, Madrid, 1973; C. Reyero y M. Freixa, Pintura y escultura en España 1800-1910, Madrid, Cátedra, 1995; VV. AA., Eduardo Chicharro Agüera, catálogo de la exposición celebrada en mayo de 1998, Torreón de Lozoya, Segovia, 1998; Arte para un siglo: colecciones del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Cambio de siglo: 1881-1925, Madrid, Confederación Española de Cajas de Ahorro, 2002.
Laura Fernández Bastos