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Agustín Pedro Pons

Biografía

Pedro Pons, Agustín. Barcelona, 9.V.1898 – 17.III.1971. Maestro de Medicina Interna.

Nació en el seno de una familia de clase media (su padre era comerciante de vinos), en cuyo hogar se respiraba un cierto aire artístico. En 1914, inició los estudios de licenciatura de Medicina como alumno libre, pues, frente a las clases oficiales dictadas en la Facultad de Medicina, prefería la formación práctica recibida en el antiguo Hospital de la Santa Creu. Recibió la influencia de algunos destacados profesionales de esta institución, entre los que cabe destacar al internista doctor Francisco Esquerdo, quien le transmitió el estilo de la escuela francesa, así como al digestólogo Francisco Gallart Monés y al neurólogo Luís Barraquer Roviralta. Entre los profesores de la Facultad le influyeron los doctores Augusto Pi Sunyer, Pablo Ferrer Piera y, sobre todo, Francisco Ferrer Solervicens, quien despertó su interés por correlacionar los datos clínicos con los hallazgos anatomopatológicos. Pese a todo, probablemente ninguno de los citados puede ser considerado como su auténtico maestro, ya que Pedro Pons era básicamente un autodidacta, pues aprendía del contacto directo con los enfermos combinado con el estudio. Se licenció en 1919, y obtuvo el grado de doctor en Madrid dos años más tarde con la tesis La enfermedad de Banti y los síndromes esplenohepáticos en la clínica, en ambas ocasiones con Premio Extraordinario.

Siguiendo el impulso de crear su propio grupo, a los veintitrés años se adentró en el difícil campo de las oposiciones. Tras varios intentos, en 1927 (antes de cumplir los veintinueve años) consiguió la Cátedra de Patología y Clínica Médica de la Universidad de Barcelona, a la que estaba asociada la dirección de la Clínica Médica A del Hospital Clínico. Pese a su juventud y a la penuria material, supo modernizar las instalaciones, rodearse de un núcleo cada vez más destacado de colaboradores y realizar un número progresivamente creciente de aportaciones científicas.

Toda esta actividad desembocó —tras el paréntesis de la Guerra Civil— en el nacimiento de una gran Escuela de Medicina Interna. De este modo, alcanzó un enorme prestigio que, junto a Carlos Jiménez Díaz y Gregorio Marañón, le permitió formar parte del trío de internistas más destacados del siglo XX. Después de su jubilación, en 1968, asumió la Jefatura del Departamento de Medicina Interna del Hospital Valle de Hebrón de Barcelona. Falleció a consecuencia de una crisis coronaria en su casa de la carretera de Vallvidrera, donde pasaba el verano.

Además de ser un docente brillante y de haber realizado con su grupo aportaciones científicas muy destacadas, Pedro Pons era, sobre todo, un clínico excepcional.

El ejercicio de la medicina constituía para él una auténtica pasión. Sin menospreciar matices terapéuticos, se sentía atraído sobre todo por la problemática diagnóstica de los casos difíciles. En esta tarea no solía precisar una elaboración prolongada a través de los caminos preestablecidos de las etapas sindrómica, fisiopatológica y etiológica, sino que con el virtuosismo de un artista y por mecanismos probablemente intuitivos y a menudo evidentemente geniales, alcanzaba la meta del acierto. Sus éxitos se basaban en diversos aspectos de su ejercicio asistencial. Por un lado, atribuía una gran importancia a la historia clínica, procediendo tantas veces como fuera necesario al reinterrogatorio en los casos difíciles. Por otro lado, creía que era esencial para el médico el dominio de la semiología, de la cual, tras un extenso entrenamiento, se convirtió en un auténtico virtuoso. Finalmente, estaba dotado de un gran sentido común que le permitía valorar adecuadamente los datos recogidos, para aceptar los fundamentales y rechazar los superfluos, así como de una gran flexibilidad y ausencia de obcecación en la formulación diagnóstica, junto a una serena ponderación a la hora de formular el pronóstico o de elegir las opciones terapéuticas más idóneas. Su fama de clínico excepcional alcanzó altas cotas, pues fue requerido con gran frecuencia como consultor, no sólo en Barcelona y Cataluña, sino incluso en otras ciudades españolas. Pocas semanas antes de su fallecimiento, fue llamado en consulta a Madrid para atender a un alto dignatario eclesiástico.

Como maestro, Pedro Pons fue la figura más destacada de la medicina catalana del siglo xx y su magisterio se prolongó a lo largo de muchos años. Como él mismo señalaba en su discurso de ingreso en la Real Academia Nacional de Medicina, para que un profesor universitario se pueda considerar como maestro, no es suficiente que dicte lecciones magistrales, sino que cree un núcleo importante de colaboradores, es decir, una escuela, en la que se cumplan con criterios de excelencia las tres actividades propias de la Medicina Clínica en la Universidad: asistencia, docencia e investigación. En este sentido, Pedro Pons fue un auténtico transformador de la medicina catalana, impulsando de modo especial el desarrollo de algunas áreas de la medicina interna, como son las enfermedades infecciosas, la reumatología, la hematología o la hepatología. Su magisterio lo realizó en tres ámbitos: como un orador brillante en clase, como un excelente profesional a la cabecera de los enfermos y como destacado escritor médico. En este sentido es preciso destacar su gran obra, realizada con un numeroso núcleo de colaboradores, Tratado de Patología y Clínica Médicas el cual tuvo una difusión tan extraordinaria que influyó sobre un sinfín de médicos de los países hispánicos, quienes solían recurrir a él como fuente de estudio o consulta. El año 1942 fundó, junto con el doctor Ramón Sarró, la revista Medicina Clínica, la cual sigue vigente y se ha convertido en una de las más prestigiosas en el Estado Español. Igualmente puso en marcha la Revista Española de Reumatismo y Enfermedades Osteoarticulares.

Como investigador, supo limitarse al terreno de la aplicación clínica, sin pretender ocuparse de los problemas básicos que pudieran exceder su área y misión.

Contribuyó con numerosas aportaciones originales y enfoques de matiz personal. Aparte de las ediciones monográficas, sus artículos publicados en revistas suman varios centenares y abarcan la gran mayoría de las ramas de la medicina interna.

Su discípulo más destacado fue Pedro Farreras Valentí, quien actuó como auténtico motor en innumerables iniciativas de su maestro, como, por ejemplo, actuando de secretario del Tratado de Patología y Clínica Médicas ya citado. También se ocupó de la puesta en marcha y desarrollo de la Escuela Profesional de Hematología de la Universidad de Barcelona, creada en 1957.

Pedro Pons ocupó numerosos cargos institucionales y recibió un amplio reconocimiento a su trayectoria profesional y humana. Formó parte del grupo de los fundadores de la Sociedad Española de Medicina Interna, de la cual fue presidente. Ejerció como decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona, de 1954 al 1957. Asimismo fue miembro y presidente de la Academia de Ciencias Médicas de Barcelona, miembro y presidente del Instituto Médico Farmacéutico de Barcelona, presidente de honor de la Sociedad Española de Reumatismo. Miembro de honor de la Sociedad Suiza de Terapéutica Física y Enfermedades Reumáticas, socio de honor del Instituto de Estudios Norteamericanos, académico de honor de la Real Academia de Medicina de Valencia, miembro de honor de la Real Academia de Medicina de Palma de Mallorca, académico correspondiente de la Academia de Medicina de Buenos Aires, miembro honorario de la Sociedad de Medicina Interna de San Juan de Puerto Rico, miembro honorario de la Sociedad de Medicina Interna de Bogotá, miembro honorario extranjero de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro honorario extranjero de la Sociedad Argentina de Progresos en Medicina Interna, académico de honor de la Academia de Doctores del Distrito Universitario de Barcelona. Presidió diversos congresos nacionales, tales como los de Cardiología, Geriatría y Reumatología, y el IV Congreso Internacional de Higiene y Medicina Mediterránea (Barcelona, 1953). Fue doctor honoris causa por la Universidad de Toulouse (Francia), Gran Cruz de Alfonso X el Sabio, Gran Cruz de la Orden Civil de Sanidad, Encomienda con Placa de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio, Medalla de Plata de la Diputación de Barcelona, Chevalier de la Legion d’Honneur.

En 1948, ingresó como académico de número en la Real Academia de Medicina de Barcelona con el discurso Esplenomegalias gastrorrágicas hemocitopénicas.

A partir de 1957, presidió esta institución hasta su muerte. En 1969, ingresó como académico de número en la Real Academia Nacional de Medicina con el discurso Final de una etapa. Nuevas perspectivas. La contestación corrió a cargo de Pedro Laín Entralgo, con quien le unía una buena amistad.

Entre sus características humanas destacaba una inteligencia excepcional. Después de escuchar atentamente a diferentes especialistas en alguna materia nueva, era capaz de realizar una exposición sintética que superaba ampliamente la de sus informadores.

Necesitaba, casi biológicamente, tener el contacto diario con el paciente del hospital. Esta fue la razón principal que le impulsó, tras el cese reglamentario en la Universidad, a buscar la continuidad de su vocación en otra institución sanitaria, donde siguió mostrando su gran actividad asistencial y docente. La inteligencia y la vocación se aunaron a un gran afán de continuidad que él mismo valoraba como determinante en los resultados obtenido a lo largo de su trayectoria biográfica, pues escribió: “[...] de un largo camino recorrido sin desfallecimiento y bajo el signo de la continuidad; esta última consideración —la continuidad en la misma senda y en la obra elegida— es la que a mi entender supera en importancia a toda otra consideración”. Entre otros aspectos de su perfil humano, es preciso destacar que era amante de la música selecta, lector asiduo de textos históricos y bibliófilo apasionado. Sus visitas al “Mercado de libros antiguos de San Antonio” era casi una tradición de los domingos barceloneses. Su pasión de bibliófilo también le hacía viajar con frecuencia a París, donde era bien conocido por los marchantes de libros y revistas antiguos.

Otra de sus grandes pasiones era el teatro. En la Clínica Médica A que dirigía, era costumbre que se representase con cierta periodicidad alguna obra teatral, en la cual los actores eran los mismos médicos del equipo. Su afición por la cultura y el teatro, junto con sus sentimientos catalanes, le llevaron a realizar algún acto de mecenazgo, como por ejemplo, cuando con otros dos patricios barceloneses salvó el Teatro Romea del peligro de desaparición. Este mismo espíritu de mecenazgo le hizo dejar en herencia una gran parte de su patrimonio a dos instituciones públicas, el Conservatorio de Música y la Universidad de Barcelona, la cual, a través de la Fundación Pedro i Pons aún promueve la investigación con la concesión de las becas correspondientes. La misma finca en la que falleció es actualmente propiedad de la Universidad de Barcelona y sede de diferentes actividades académicas. En vista de todos estos datos, no es extraño, por tanto, que Pedro Pons haya sido calificado como el último gran clásico de la medicina catalana.

 

Obras de ~: Clínica, fisiopatología y terapéutica de las enfermedades por insuficiencia alimenticia observadas en Barcelona durante la guerra (1936-1939), Barcelona, Relieves Basa y Pagés, 1940; Neuro-diotonías vegetativas, Barcelona, 1943; La brucelosis humana, Barcelona, Salvat, 1944; Patología y clínica de la linfogranulomatosis maligna, Barcelona, Modesto Usón, 1945; Endocarditis lentas malignas, Barcelona, 1946; Esplenomegalias gastrorrágicas hemocitopénicas, Barcelona, 1948; Cirrosis hepáticas esplenomegálicas y trastornos de la circulación portal, Barcelona, 1950; Tratado de Patología y Clínica Médicas, Barcelona, Salvat 1950-1979, 6 vols. (con varias eds. y reimprs.); Síndrome de hipertensión portal; patología y clínica, Barcelona, 1967; Patología y clínica de las colagenosis, Barcelona, Toray, 1967.

 

Bibl.: R. Sarró y P. Farreras Valentí, “Homenaje al Prof. A. Pedro-Pons con motivo de sus bodas de plata con la Cátedra de Patología Médica de la Universidad de Barcelona (1927- 1953)”, en Medicina Clínica (Barcelona), 6 (1953), págs. 385- 386; G. Lloveras, Doctor A. Pedro-Pons, Barcelona, Alcides, 1964; P. Laín Entralgo, Discurso de contestación al Excmo. Sr. D. Agustín Pedro-Pons, Madrid, Real Academia Nacional de Medicina, 1969, págs. 56-80; F. Cid, Pedro-Pons. El hombre y su obra, Barcelona, Ediciones Doyma, 1981; C. Rozman, “1998: Any A. Pedro i Pons”, en Avui (Barcelona), 1998, pág. 30; C. Rozman y M. Foz, “1998: año Dr. A. Pedro-Pons”, en Medicina Clínica (Barcelona), 111 (1998), págs. 783-784; M. Díaz-Rubio, 100 médicos españoles del siglo XX, Madrid, 2000, págs. 140-141; J. Corbella, “L’obra mèdica del Doctor Agustí Pedro Pons. Els antecedents i el significat”, C. Rozman, “Agustí Pedro Pons i l’Escola d’Hematologia”, J. Sans-Sabrafen, “El gran Tratado de Patología y Clínica Médicas d’A. Pedro Pons” y M. Foz, “Pedro Pons i Medicina Clínica”, en Dr. Pedro Pons (1898-1971), En homenatge, Barcelona, 2000, págs. 11-33, págs. 39-50, págs. 51-60 y págs. 61-82, respect.

 

Cirilo Rozman