Castañón Sandoval y Rojas, Francisco Javier. Señor de Hinojo (III). La Bañeza (León), 1722 – Hinojo (León), 1783. Hidalgo ilustrado.
El origen y desarrollo del linaje de los Castañón de La Bañeza hay que buscarlo en la casa y solar de los Castañones del Principado de Asturias, desde donde una de sus ramas pasó al concejo de la Tercia del Camino de Arguello (León). La crisis y la posterior recuperación de finales del siglo xvii motivaron que Pedro Castañón Díaz, natural de Pendilla en el concejo de Arbás, se traslade a las tierras del sur provincial.
Una vez casado, en Villamañán, con Isidora Posadilla y Ribera, hija de una acaudalada familia hidalga, se trasladó a la villa de La Bañeza a principios del siglo xviii. Tanto el nuevo contexto político y social como la nueva coyuntura económica expansiva de estas ricas tierras, les permitieron en dos décadas lograr acumular una importante fortuna a través del trato ganadero, del arriendo de rentas reales y eclesiásticas y de la actividad mercantil, y a las importantes ferias de ganado bañezanas. En este contexto se produjo la fundación del mayorazgo en 1726 como mejor reflejo de la posición social y económica de los Castañón de La Bañeza, dentro de la elite. El paso definitivo en esa escalada social se produjo, sin embargo, en 1732 cuando el conde de Miranda vendió a Pedro Castañón Díaz por 168.500 reales la jurisdicción del lugar de Villarroañe y los despoblados de Santa María de las Torres y de Hinojo.
Muerto Pedro Castañón en 1732, le sucedió en la casa su único hijo, José Castañón, de cuyo matrimonio en 1718 con Josefa de Prado Sandoval y Rojas solamente logra la sucesión para uno de sus seis hijos. Se trata de Francisco Javier Castañón, quien, además de mantener una estrecha relación con el padre hasta su muerte en 1761, y después de un corto y escasamente mencionado matrimonio, se casa en segundas nupcias con Ventura María López de Tejada, marquesa de Bay. Del primer matrimonio nació el único heredero de la casa, José María Castañón y Paz, casado con Josefa Moreno, hija de un acaudalado comerciante astorgano, quien sucedió a su padre en 1783, pese a la crítica situación familiar y las malas relaciones paterno filiales.
Se formó, pues, Francisco Javier Castañón en un ambiente familiar burgués y culto. Su padre, que llegó a ser regidor decano por nombramiento del conde de Miranda en la villa de La Bañeza, estaba muy conectado a los ambientes reformistas de la Corte de Fernando VI, lo que le lleva a residir en Madrid entre 1748 y 1752. Será, pues, su hijo quien se encargue de dirigir los asuntos familiares y de poner en práctica las ideas y los proyectos reformistas impulsados desde la Corte. Entre 1757 y 1761, padre e hijo inician una etapa de confrontación con todos los sectores sociales que les rodean, especialmente en contra del conde de Miranda y del cabildo catedralicio de Astorga. En 1757 logran levantar al común y concejo de La Bañeza en contra del conde, reclamándole que devuelva a la villa el derecho a elegir las cuatro regidurías existentes. Desde esa posición de enfrentamiento con los estamentos privilegiados, Francisco Javier Castañón, muerto su padre en 1761, inició una larga fase de puesta en marcha de ideas y proyectos que le condujeron a una constante lucha judicial. La ruptura con el concejo de La Bañeza se consumó en 1761, después de usar para su beneficio personal un poder general otorgado a su persona y gastar parte de los recursos del común en la fabricación de un puente sobre el río Órbigo.
Ante tal situación, el destierro decretado por el rey Carlos III le llevó a residir en el despoblado de Hinojo a partir de 1761 y, pese a ello, al año siguiente obtuvo una real cédula que le autorizó a construir una presa aguas arriba del río Órbigo para regar las tierras del despoblado de Hinojo. Una vez que fracasa el intento de Francisco Javier Castañón de adquirir la Real Fábrica de Lencería de León, éste centró todos sus esfuerzos en llevar a cabo los proyectos de los que se sabía amparado por las nuevas leyes reformistas y en enfrentarse y derrotar judicialmente a todos los grupos privilegiados.
La fabricación de la presa y la conducción del agua hasta sus tierras después de atravesar múltiples términos pertenecientes a diferentes concejos le llevaron a más de dos décadas de pleitos contra el conde de Miranda, el cabildo catedralicio de Astorga, los curas párrocos y los concejos de los lugares que rodeaban sus dominios. Inmerso en esta confrontación, fue acusado ante el tribunal de la Inquisición por el cura de Valdesandinas de hereje. Visto el proceso y escuchado a los diferentes testigos, es condenado y encarcelado en Valladolid entre 1776 y 1777 bajo la acusación de negar la existencia del diablo al relacionarla con un “invento de los curas para meter miedo al pueblo”, de defender la “fornicación y el adulterio” y de tener libros prohibidos en francés y castellano. Desde su salida de la cárcel en 1777 y hasta su muerte en 1783, los pleitos no sólo mermaron su hacienda, incluyendo la de la esposa, sino que contribuyeron a romper las escasas relaciones entre padre e hijo hasta tal punto que en 1778 el hijo le planteó una querella reclamando los bienes maternos, tras ser expulsado de las casas en las que habitaba. Los últimos seis años de vida de este noble, cuya ideología llegó a superar los planteamientos ilustrados, fueron un infierno de acoso y derribo.
Murió sólo en el despoblado de Hinojo, unos meses después que su esposa, sin hacer testamento. El hijo le enterró por misericordia y encargó mil misas. El 19 de enero de 1797, José María Castañón Prado y Sandoval, caballero de la Orden de Carlos III y único heredero de la casa, recibía de manos de Carlos IV el título de marqués de Campofértil.
Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Provincial de León, Protocolos, cajas, 7424-7430; 7474-7485; 7569-7560; 10608- 10610; Archivo de la Chancillería de Valladolid, Pleitos Civiles, Alonso Rodríguez, cajas 0549, 09771264; Archivo Histórico Nacional, Inquisición, leg. 3730.
J. P. Amalric, “Entre l’eau et la feu. Un hidalgo léonais au siècle des Lumières”, en VV. AA., Hommages offerts à Bartolomé Bennassar, Toulouse, Presses Universitaires du Mirail, 1993.
Laureano Manuel Rubio Pérez