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Santiago Alonso Cordero

Biografía

Alonso Cordero, Santiago, Maragato Cordero. Santiagomillas (León), 1793 – Madrid, 1865. Comerciante asentista y político liberal progresista.

Hijo de Santiago Alonso Franco y de M.ª Antonia Cordero (ambos pertenecientes a familias de arrieros maragatos), cursó estudios en Monforte de Lemos y en un seminario de Cantabria (junto a su hermano Clemente, que sería arcediano de la catedral de León); participó como joven guerrillero durante la ocupación francesa y como miliciano nacional en la persecución de realistas durante el Trienio; se casó dos veces y tuvo en total once hijos (sólo le sobrevivieron seis); fue amigo y fiel seguidor de Mendizábal, así como asiduo comensal en la mesa del regente Espartero. “Hombre risueño y frescote, con cara de obispo [...] y de hablar correcto y ceñido a los asuntos” —como lo describe Galdós en sus Episodios—, se convirtió en una figura muy popular tanto en León como en Madrid, donde se le conocía como el maragato Cordero porque, con frecuencia, vestía en público el traje típico de su tierra natal. Su trayectoria vital se desenvuelve entre los negocios y la política, siempre en los círculos del liberalismo progresista: dejó nombrados a Salustiano de Olózaga y a Pascual Madoz como albaceas de su propio entierro (sólo para “la parte piadosa”), lo que indica con qué tendencia del progresismo se alineaba al final de su vida.

Inicia su andadura profesional a la edad de veinticuatro años, cuando se asocia con su padre para formar una compañía dedicada al “giro y conducción de caudales” que operaría entre León y Madrid. Dicha firma se disolvió tres años más tarde (1820), después de que el padre fuera objeto de “un robo de muchísima consideración” que obligó a los dos socios a invertir todos sus beneficios en cubrir la cantidad para mantener el prestigio de los arrieros. Pero a partir de esa fecha, Alonso Cordero comienza en solitario una exitosa carrera en la misma actividad, que le permitió crear nuevas compañías de comercio y transportes y, con el tiempo, participar en la de Diligencias del Poniente de España como uno de los principales accionistas.

Al comienzo de los años treinta Alonso Cordero ya formaba parte del grupo financiero que apoyó a Mendizábal en su ascenso al poder, integrado por los banqueros Juan Guardamino y José Cano, junto a los Safont (José y Manuel), Felipe Riera, Ceriola, Antonio Jordá, Muguiro, Cantero y un variado espectro de negociantes, bolsistas, comerciantes y especuladores instalados en la Corte que constituyeron el núcleo madrileño de la red mendizabalista. Un círculo en el que intereses económicos y actividad política corren indisolublemente unidos desde 1835 hasta mediados de la década de los cuarenta, años en los que sus integrantes acceden a las contratas de servicios al Estado, realizan adelantos al Tesoro y participan en las principales subastas de la desamortización.

En su último testamento Alonso Cordero declara que en 1837, cuando contrajo matrimonio con su segunda esposa, poseía un capital líquido de 1.500.000 reales (más algunos bienes inmuebles de menor cuantía) y señala que la mayor parte de ese efectivo la había reunido desde 1828, mencionando que desde mediados de 1836 había entrado en las “contratas de brigadas” que transportaban el abastecimiento de víveres al ejército isabelino (primera guerra carlista). Pero no fue ésta la única oportunidad empresarial que le proporcionó su apuesta política por Mendizábal —al que apoyó también desde la milicia nacional de Madrid—, ya que hacia 1838 Santiago Alonso compró (por 5.000.000 reales) una parte del solar del convento de San Felipe el Real (localizado en la calle Mayor, contiguo a la Puerta del Sol y derribado por las autoridades de la desamortización eclesiástica) para construir las llamadas “casas de Cordero”; el primer gran edificio de viviendas que conoció Madrid y que supuso una gran novedad urbanística porque reunía en el mismo bloque viviendas independientes y locales comerciales en los bajos y entresuelo. Una operación desarrollada entre las críticas de la Academia de San Fernando a las autoridades de Enajenación, por la destrucción perpetrada, y la creciente popularidad de aquel personaje “de maneras encogidas” y original vestimenta, cuya “casa” causaba el asombro de los madrileños. Otras inversiones en bienes desamortizados que nuestro protagonista realizó, en la provincia de León (por un valor nominal de más de tres millones de reales), no le impidieron continuar su primitivo negocio arriero y agrandar sus compañías de comercio y transporte, tan prósperas que cubrían con corresponsales desde las provincias gallegas hasta Santander, Vitoria y Logroño, hacían el enlace con Madrid y desde esta última ciudad con Teruel y por el Sur con Almagro; asimismo, siguiendo la Ruta de la Plata llegaban hasta Badajoz.

Las mencionadas adquisiciones de fincas y rentas de Bienes Nacionales sirvieron a la estrategia inversora de Santiago Alonso para agrandar su patrimonio raíz y aumentar la capacidad hipotecaria del negociante, que intervino también en empresas más novedosas y de mayor riesgo como lo fue su participación en la compañía minera Palentino-Leonesa, sociedad anónima creada en 1845 para la explotación de las reservas de hulla de Sabero y la construcción de altos hornos. Una aventura empresarial que lideró al menos durante siete años (1850-1857) en los que tomó en arriendo la explotación, confiando en que podría solventar las dificultades financieras por las que atravesaba la sociedad; en esa última fecha, ante la caída de la producción y en medio de uno de los reveses de fortuna que también sufrió, Cordero renunció a dicho arriendo y el control del negocio volvió a la compañía.

Negocios y política se entrelazan constantemente en la vida de Santiago Alonso Cordero. Si el progresismo en el poder favoreció sus intereses económicos, estos últimos también reforzaron la red de influencia política que le elevó a la representación provincial y nacional; todo a cambio de un apoyo sin fisuras al proyecto liberal progresista, por el que siempre estuvo dispuesto a asumir riesgos y pérdidas. Fue miembro de la Diputación leonesa formada en septiembre de 1835; diputado a Cortes en las constituyentes elegidas en septiembre de 1836 y en las de mayoría progresista salidas de la convocatoria de 1837; vuelve a representar a León en el Congreso durante el período 1840- 1843. Caído Espartero, le siguió al exilio inglés, de donde regresó en 1846 —gracias a la amnistía parcial que decretaron los puritanos, el ala centrista del moderantismo—, obteniendo de nuevo el acta de diputado nacional por su distrito de Astorga en las elecciones de diciembre de ese mismo año. Pero la estrella política de Santiago Alonso Cordero comenzaría a desvanecerse desde 1847, coincidiendo con la vuelta al poder de la facción más dura de los moderados, que expulsó del juego político una vez más a los progresistas. Aunque mantuvo el acta de diputado por su distrito de Astorga hasta 1850, la perdió en las elecciones de este último año, ante la candidatura triunfante del unionista asturiano José Posada Herrera, cuya irrupción en el distrito cautivo de Cordero se debió al apoyo del notable leonés Segundo Sierra Pambley y al de Modesto Lafuente, ambos alineados entonces con la Unión Liberal.

La muerte le sorprendió en Madrid, durante la peste de 1865, en la Vicepresidencia de la Diputación madrileña, último de los cargos públicos que ocupó. Dos años antes dejaba señalado en su testamento que había sufrido importantes pérdidas en diferentes momentos, sobre todo en los últimos años. Como a su líder Mendizábal, la política también le costó dinero y “grandes disgustos”, aunque Santiago Alonso no murió arruinado.

En todo caso el maragato Cordero ya había comenzado su ascenso económico antes de la llegada de Mendizábal al Gobierno y su apuesta política por el proyecto liberal progresista no estuvo tan exenta de riesgos como para interpretar que sus actuaciones y la construcción de su propio personaje se expliquen exclusivamente por esa relación entre intereses materiales y afiliación política: junto a los primeros operaba también la oportunidad de acceder a la elite social y ser reconocido por la comunidad como un referente, un “hombre de calidad”.

 

Bibl.: L. C. Sen Rodríguez, La minería leonesa del carbón. Una historia económica, León, Universidad de León, 1993; J. Bello, Frailes, intendentes y políticos. Los bienes nacionales, 1835-1850, Madrid, Taurus, 1997; J. Pan-Montojo, “Juan Álvarez de Mendizábal (1790-1853): El burgués revolucionario”, en VV. AA., Liberales, agitadores y conspiradores. Biografías heterodoxas del siglo xix, Madrid, Espasa Calpe, 2000, págs. 155-182; E. Aguado Cabezas, La desamortización de Mendizábal y Espartero en la provincia de León (1836-1851), León, Universidad de León, 2002.

 

Elena Aguado Cabezas

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