Serrano, Pedro. Calatayud (Zaragoza), p. s. XV – Monasterio de Piedra (Zaragoza), 1488. Monje cisterciense (OCist.), abad, doctor en Teología, comisario general.
No se sabe nada sobre sus primeros años hasta que ingresó en Santa María de Piedra. Fray Pedro Serrano era uno de los de mayor competencia en la casa, como lo asegura Jaime Finestres (1948), historiador de Poblet.
Desarrolló una gran actividad tanto dentro de su monasterio como a nivel de orden, manteniendo íntegra la disciplina tradicional. Probablemente se hallaba en plena formación monástica cuando se produjo la partida del grupo de monjes que en 1427 se sumaron a secundar los planes de Martín de Vargas para poner en marcha su obra reformista, espíritu religioso que se empeñó en mantener. Pero quizá su proyección fue mucho más llamativa en el exterior, es decir en las casas de la orden. Hay indicios de que los Reyes Católicos le nombraran consejero y le confiaran misiones, como la reforma de los monasterios.
Algo parecido vino a hacer el general de toda la Orden cisterciense, quien acudió a él confiándole el asunto más urgente de aquellos tiempos, la reforma de los monasterios sumergidos en una manifiesta relajación. En 1479 encargaron al padre Serrano que tratara de reformar los monasterios de Navarra, Portugal y lugares adyacentes, y habiéndolo hecho saber al rey, éste notificó a todos los monasterios de sus estados, cómo el papa había despachado sus letras desde Avignon el 4 de diciembre de 1479, a favor de fray Pedro Serrano, abad de Piedra, para visitar los monasterios de los lugares anteriormente citados. Aprovechó el Monarca para exhortar a todos a reconocerle por visitador y abrirse sumisos a los planes de reforma. En otras letras del Monarca, despachadas en año siguiente llama al padre Serrano “nuestro amado consejero”, y aprovecha para invitarle a las Cortes que iban a celebrarse en Calatayud. Tal confianza en el abad benefició a los monjes de Santa María de Piedra y a sus vasallos otorgándoles en recompensa estimables privilegios de protección y amparo.
Fuera de estas misiones confiadas a su persona, todavía llegó aún más allá el general de Císter, cuando fue elegido —juntamente con el abad de Poblet y el de Rueda— para que los tres juntos o cada uno por sí solo, pudieran visitar y reformar cualquier monasterio de ambos sexos. Este cometido no debió ser muy agradable a su persona, porque le imponía su conciencia enfrentarse con graves problemas, como era deponer abades o dictar órdenes severas en los monasterios. Se sabe que presidió algunas elecciones, entre ellas la de la abadesa de Odivellas (Portugal) y depuso algún abad. Sus grandes méritos se sublimaron en 1481 cuando el abad general del Císter le nombró comisario general para presidir una concentración de abades y procuradores celebrada en las Huelgas de Valladolid.
Bibl.: V. Lafuente, España Sagrada del Padre Enrique Flórez, t. L, Madrid, Antonio Marín, 1747-1879, págs. 259-260; J. Finestres, Historia del Real Monasterio de Poblet, t. II, Barcelona, Orbio, 1948, pág. 159; D. Yáñez Neira, El Císter. Órdenes religiosas zaragozanas, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1987, págs. 255-257.
Damián Yáñez Neira, OCSO