Armendáriz Díez, Luis. Quito (Ecuador), s. m. s. xvi – Urgel (Lérida), 3.I.1627. Monje cisterciense (OCist.), abad de la Oliva (Navarra), obispo de Jaca, de Urgel, de Barcelona, preconizado arzobispo de Tarragona y virrey de Cataluña.
Descendiente de familia noble aragonesa, afincada en Navarra en el siglo xv, en tiempo de Juan II, el hecho de haber nacido en América se debe a que su padre, Lope de Armendáriz, ejercía cargos importantes en Ecuador, en nombre de España. Formado en honda piedad, muy joven mostró inclinación por la vida religiosa; ingresó en Valparaíso (Zamora), donde recibió el hábito monástico el 18 de marzo de 1686. Sus brillantes disposiciones para el estudio le facilitaron poder asimilar perfectamente las ciencias que se impartían en los distintos colegios, hasta lograr una preparación sólida que le abriría las puertas para acceder a los cargos más relevantes en la Iglesia. El primero importante de que hay memoria fue la elevación a la sede abacial de la Oliva, en Navarra, en 1612. Se trataba de una abadía que en aquel tiempo era de provisión real, y en el nombramiento de los abades influía de manera decidida el rey Felipe III, habiendo obtenido el ascenso por influencias de un hermano bien situado en la Corte, y por mediación del prepotente duque de Lerma.
No estuvo mucho tiempo al frente de la comunidad.
En 1617, cuando cesó la diócesis de Jaca, el padre Armendariz fue presentado para regirla en el año 1618. Tampoco le fue dado desarrollar intensa labor en la diócesis, porque cuando estaba terminando de conocer a fondo todos los problemas, y disponiéndose a emprender una reforma a fondo, le llegó un nuevo nombramiento en 1622 para regir la sede de Urgel, de la cual tomó posesión el 20 de octubre. Aquí ya pudo dedicar alguna actividad pastoral para con sus súbditos, estando como estaba preparado del régimen anterior. Se habla de que una de las primeras actividades desarrolladas fue la celebración de un sínodo, en el cual lo más destacado parece fue la decisión de expulsar a todos los eclesiásticos franceses, muy numerosos en la diócesis en la cual vivían inmersos en asuntos mundanos, y no eran modelos de piedad para los fieles. Algo parecido se vieron obligados a hacer en Barcelona por los mismos días.
En 1626, con ocasión del regreso de Felipe III de Barcelona, donde había presidido la apertura de las Cortes, nombró a Armendáriz virrey de Cataluña, a la vez que se le preconizó arzobispo de Tarragona, sede que no llegó a ocupar a causa de haberle sorprendido la muerte cuando se hallaba aún en Urgel, no en Barcelona, como afirman algunos equivocadamente.
Fue inhumado en la catedral de aquella ciudad, en la capilla de san Armengol, y más tarde fueron trasladados sus restos a Pamplona, donde le enterraron en el panteón familiar.
Fray Ángel Manrique, compañero suyo en los estudios, hizo de él este panegírico que no puede ser más breve ni más profundo: Luis Armendáriz “era piadoso para con Dios, devoto servidor de la Iglesia, fiel para con su rey, manso y compasivo para con sus súbditos, y tan generoso y liberal para con los pobres, que a no ser por su hermano el marqués de Cadereita, y pensando que eran bienes de la Iglesia la cual presidía, no se hubiera quedado con nada para costear el importe de su funeral”. No se pueden hacer mayores alabanzas de un personaje de la nobleza, al servicio de la Iglesia, que del proceder de este hombre fiel a la Iglesia, a la patria y verdadero santo.
Bibl.: V. Blasco de Lanuza, Último tomo de historias eclesiásticas y seculares de Aragón, Zaragoza, Juan de Lanaja y Quartanet, 1619, págs. 482-484; A. Manrique, Anales Cistercienses, t. IV, Lugduni, sumptibus Lavr. Anisson & Io. Bapt. Devenet, 1659, pág. 681, n.º 13, pág. 691, n.º 7, y pág. 705, n.os 12- 13; G. Argáiz, Soledad laureada [...] en las iglesias de España, t. II, Madrid, Francisco García Fernández, 1675, págs. 64 y 252; R. de Huesca, Teatro histórico de las iglesias de Aragón, t. VIII, Pamplona, Josef Miguel de Ezquerro, 1802, págs. 165- 166; Real Academia de la Historia, Diccionario geográficohistórico de España. Sección I, Comprehende el reyno de Navarra, señorío de Vizcaya y provincias de Álava y Guipuzcoa, t. I, Madrid, Imprenta de la Viuda de Ibarra, 1802, pág. 412 (ed. digital de R. Jimeno Aranguren y V. Tamayo Salaberría, pról. de G. Anes y Álvarez de Castrillón, Donostia, Fundación para el Estudio del Derecho Histórico y Autonómico de Vasconia, 2005); J. Villanueva, Viage literario a las iglesias de España, t. XI, Madrid, Imprenta de la Real Academia de la Historia, 1850, págs. 154-155; R. Aubert, Dictionnaire d’Histoire et Geographie ecclesiastiques, t. IV, Paris, Letouzey et Ané, 1930, págs. 284-285; B. Chillón, San Martín Cid y el Monasterio de Valparaíso, Zamora, 1939, pág. 70.
Damián Yáñez Neira , OCSO