Constanza de Borgoña. ¿Borgoña? (Francia), 1046 – ?, 2.IX-25.X.1093. Reina de León y de Castilla (1078 o 1079-1093), segunda mujer del rey Alfonso VI y madre de la reina Urraca.
Constanza, segunda esposa del rey de León y de Castilla, Alfonso VI (1065-1109), era hija del duque de Borgoña Roberto el Viejo, y de su primera esposa, Helie de Sémur. Nieta del rey de Francia Roberto II el Piadoso, padre del duque, fue asimismo sobrina del abad Hugo de Cluny, hermano de su madre. Constanza contrajo primeras nupcias con Hugo, conde de Châlon-sur-Saône, de quien enviudó pronto. De él se sabe que intervino en 1078 en una cruzada por tierras de España, en la que falleció, al igual que le ocurriera a su padre, Teobaldo, partícipe en la cruzada de Barbastro veinte años antes. Alfonso VI estuvo casado en cinco ocasiones con princesas extranjeras, relacionadas en diversa medida con la conexión transpirenaica buscada por el Monarca, en la que desempeñaron un papel importante los vínculos con la abadía de Cluny existentes desde la época de Fernando I. En ese contexto la presencia de Constanza en Castilla tuvo un significado singular. La Crónica de la abadía francesa de Tournus atribuye a su prior un papel principal en el regio enlace, pero es más probable la mediación de Hugo de Cluny, el influyente tío de Constanza, y de su representante entonces en el reino de León, el monje Roberto. Del matrimonio nació Urraca, probablemente en 1080 o 1081, que fue reina de Castilla y madre de Alfonso Raimúndez, el que sería Alfonso VII el Emperador. El cambio de dinastía que supuso el advenimiento de este último, guarda también relación con la reina Constanza, pues el padre del Emperador, Raimundo de Borgoña, era pariente suyo y se había afincado en la Corte siguiendo su estela.
También la emancipación de Portugal se relaciona con ella, porque Enrique de Borgoña, esposo de Teresa Alfónsez y padre de Alfonso I de Portugal, era sobrino de Constanza y su venida a España guarda relación con las mismas conexiones familiares.
Constanza fue, de las esposas de Alfonso VI, la única de la que ofrecen las fuentes detalles biográficos que permiten atisbar una personalidad pronunciada y activa, capaz de influir en la vida política y religiosa de su tiempo. Las fechas de su venida a España, y del matrimonio con el rey castellano, son problemáticas: se sitúan probablemente entre finales de 1078 y los primeros meses de 1079, siendo sólo seguro que ya estaba casada con el rey castellano en mayo de 1080. Su nombre figura en la mitad de los cuarenta y siete diplomas reales que corresponden a sus aproximadamente catorce años de reinado. Se echa en falta su nombre en la importante donación alfonsina del monasterio de Santa María de Nájera a Cluny (3 de septiembre de 1079), cuya concesión se relaciona sin embargo, muy probablemente, con la mediación de san Hugo en el regio enlace.
El episodio más sobresaliente en el reinado de Constanza fue la crisis religiosa del año 1080, acaecida al poco de su llegada a España. Aunque sus circunstancias resultan oscuras, tuvo indudable gravedad, hasta el punto de provocar la intervención airada del pontífice Gregorio VII, que emitió, el 27 de junio de 1080, tres epístolas condenatorias de lo ocurrido. El desencadenante fue la designación irregular por Alfonso VI del citado Roberto como abad de Sahagún; acto seguido se produjo una cierta desviación, propiciada por ese mismo monje, en el proceso ya incoado de sustitución en Castilla del rito visigodo por la liturgia romana. Gregorio VII, en la epístola que dirige al Rey, denuncia la injerencia en tales maniobras de una “mujer perdida” (perditam feminam), aliada del cluniacense Roberto y unida a Alfonso VI en “ilícito matrimonio” (illicitum connubium). Quién fuera ella no está claro y ha dado pie a hipótesis variadas. Lo más probable es que se trate de la propia Constanza, sin que pueda precisarse la causa de la ilicitud mencionada. El Pontífice aduce el hecho de que era consanguínea de su esposa (uxoris tue consanguinea), en lo que parece una referencia a la primera mujer del Rey, Inés, que era prima en cuarto grado de Constanza. Algunos autores han supuesto, a partir de la denuncia papal, que Inés no habría muerto, como se acepta comúnmente, sino que Alfonso VI la habría repudiado por estéril, pero no existen datos que confirmen esa posibilidad. Se trata, en todo caso, de la primera vez en la historia de Castilla en que Roma utilizó como instrumento de intervención política la exigencia de un estricto cumplimiento de la norma canónica en los matrimonios reales. La crisis tuvo corta duración y, cuando las epístolas pontificias llegaron a sus destinatarios, ya había sido superada merced a la sustitución de Roberto por un nuevo abad también de procedencia francesa, Bernardo de Sédirac o de Sauvetat, futuro arzobispo de Toledo, y a la reanudación sin paliativos del cambio de rito, que no tardó en consumarse.
Concluido el desencuentro, Gregorio VII se reconcilió con el Rey y no volvió a objetar la validez canónica del matrimonio.
El nombre de Constanza se asocia también al de otro monje francés, Adelelmo o Lesmes, cuya venida a España entre 1083-1085, procedente del monasterio francés de la Chaise-Dieu, se debió, al parecer, a los ruegos insistentes de la Reina. San Lesmes, vinculado a la historia de Burgos, tuvo fama de santo taumaturgo y los relatos hagiográficos más antiguos afirman que fue un apreciado consejero espiritual de los Reyes. En virtud de una donación de Alfonso VI a la abadía de Chaise-Dieu, san Lesmes fue nombrado prior del monasterio de San Juan de Burgos y de su albergue para peregrinos en la ruta jacobea. Algunos indicios señalan que Constanza fue amiga del Cid y mediadora entre él y Alfonso VI. Sobresale la noticia de la Historia Roderici relativa a una carta que la Reina y otros caballeros castellanos le dirigieron en 1091, sugiriéndole que participase en una hueste del Rey a Granada, lo que “el Campeador” hizo aunque sin conseguir la deseada reconciliación.
No faltan en las fuentes cristianas relatos falsos sobre Constanza. La crónica de Jiménez de Rada atribuye a su influjo la decisión de Alfonso VI de solicitar de Gregorio VII la introducción en Castilla del rito romano, siendo así que el inicio del proceso litúrgico fue anterior a su llegada. Ese mismo cronista recoge el relato, sin duda legendario, según el cual Bernardo de Sauvetat, al poco de ser nombrado arzobispo de Toledo (diciembre de 1086), invadió la mezquita de la ciudad a instancias de la reina Constanza, para convertirla en templo cristiano, transgrediendo así la capitulación otorgada pocos meses antes por Alfonso VI. El Rey, airado, se propuso castigar con la hoguera al arzobispo y a la Reina, y sólo los indultó a petición de los propios musulmanes, temerosos de las consecuencias de tal desenlace. En las crónicas musulmanas, la reina Constanza figura en episodios mucho más desaforados: así, el que recoge al-Himyari relativo al deseo de Alfonso VI de que su esposa diese a luz en la mezquita de Córdoba, que exasperó a al- Mu’tamid de Sevilla.
En la primavera de 1087 un contingente de caballeros de ultrapuertos cruzó los Pirineos para luchar contra los almorávides. No entró en Castilla, que era su meta inicial, y, habiendo fracasado en el intento de conquistar Tudela, regresó a Francia. Uno de sus jefes, sin embargo, el duque Eudes de Borgoña, sobrino de Constanza, aprovechó la ocasión para visitar a la Reina. Es posible, aunque no seguro, que en esa ocasión visitara España por primera vez Raimundo, conde de Amous, primo a su vez del duque Eudes, llamado a convertirse en marido de la infanta Urraca unos años más tarde, con seguridad desde principio de 1091.
Sobresale la presencia de Constanza en el diploma que el Rey otorgó al abad Hugo de Cluny en la pascua de 1090, por el que confirmaba la duplicación del censo anual de mil áureos que su padre, Fernando I, había instituido a favor de la abadía. Constituye el exponente más sobresaliente del mutuus amor reinante entre el rey castellano-leonés y la gran abadía de Borgoña. Fue otorgado con motivo del viaje que el abad San Hugo realizó a España para entrevistarse con su real benefactor y socius, el rey Alfonso VI, y obtener de él la ayuda necesaria para la construcción de la iglesia de Cluny III. El Rey manifiesta que la duplicación se realiza con el consejo y aquiescencia de Constanza, a quien cita expresamente entre los beneficiarios espirituales del regio obsequio. Ese documento señala el momento culminante del reinado de Constanza, cuando se aproximaba la fase final de su vida y, probablemente desde el año siguiente, el inicio de las relaciones de Alfonso VI con la mora Zaida. Estas relaciones, de las que nacería en fecha que no es posible determinar el infante Sancho, pudieron iniciarse a partir de abril de 1091, cuando la princesa andalusí, nuera del rey al-Mu’tamid de Sevilla, al que los almorávides asediaban en la capital de su Reino, buscó refugio junto al rey castellano.
Constanza confirma todavía en un diploma real de 2 de septiembre de 1093 y no vivía ya el 25 de octubre de ese año, fecha de otros dos diplomas otorgados por Alfonso VI a la abadía de Sahagún en los que se hace mención del fallecimiento de la Reina. Entre los bienes que el Rey donó por el eterno descanso de la Reina a Sahagún, donde fue sepultada, figura el monasterio de San Salvador de Nogal de las Huertas, perteneciente a Constanza, y un complejo palaciego dotado de baños que la Reina había mandado construir en los alrededores de la abadía.
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Andrés Gambra Gutiérrez