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Raimundo de Alemcastre

Biografía

Alemcastre, Raimundo de. Duque de Aveiro (IV), duque de Torres Novas (II), duque de Maqueda (VIII), duque de Ciudad Real (I), duque de Baños (I), marqués de Elche (IX), marqués de Montemayor (I). Portugal, 1631 – ?, 1666. Noble.

La historia y el linaje se conjugaron para que el heredero de la casa nobiliaria más turbulenta del Portugal tardomedieval y moderno tuviera en su cuarto titular un digno representante. Nació de Jorge de Alemcastre y Ana María de Cárdenas Manrique, destinados a ser los III duques de Aveiro, cuando falleciera la II duquesa, Juliana de Alemcastre, viuda de Álvaro de Alemcastre.

Sin embargo, la muerte prematura de Jorge de Alemcastre provocó que su hijo Raimundo pasara automáticamente a figurar como heredero de la casa en cuanto muriese la abuela. Esto sucedió en 1636, momento en que el segundogénito de Juliana y, por tanto, tío de Raimundo, Alfonso de Alemcastre, reclamó la herencia. La sentencia de 18 de septiembre de 1637 resultó favorable al sobrino, todavía un niño. Al producirse la Restauración (1 de diciembre de 1640), la aclamación como rey del hasta entonces duque de Bragança creó una situación peculiar: de los tres duques que había en Portugal —Bragança, Aveiro y Caminha—, ahora sólo quedaban dos, de los que, tras la ejecución de Caminha en 1641, por conspirar contra Juan IV, tan sólo restaría uno, en realidad un menor bajo la tutoría de su madre viuda, cuyos cálculos políticos debían tener muy en cuenta las nuevas circunstancias para la salvaguardia de la casa.

La tensión entre el nuevo rey Juan IV y los Aveiro, a causa de la ambigüedad de éstos, fue motivo de comentarios desde el comienzo de la Restauración. En las Cortes de 1641, las primeras bajo los Bragança, el duque excusó su asistencia por motivos de salud, de modo que evitó realizar el juramento de fidelidad al Monarca. Se sabía que cuando Raimundo de Alemcastre alcanzara la edad adulta tendría que hacer frente a un problema político sin resolver: el de la rivalidad entre dos casas ducales portuguesas con veleidades regias. Sería sólo cuestión de tiempo averiguar si los Aveiro habían aceptado con sinceridad la realeza de los Bragança. Hasta entonces, Juan IV aprovechó para crear un nuevo duque al que llegó a situar por delante de Aveiro en el protocolo real: Nuno Alvares Pereira de Melo, hijo de Francisco de Melo, marqués de Ferreira, al que nombró duque de Cadaval en 1648 con diez años de edad. Pero el objetivo final de los Bragança consistió en neutralizar a los Alemcastre mediante la absorción de su casa a través de un matrimonio.

En 1653 las Cortes del reino sirvieron de portavoz del Rey al solicitar la unión del duque de Aveiro con la hija de Juan IV, la infanta Catalina, maniobra que buscaba evitar problemas sucesorios tras la muerte del príncipe Teodosio, su hermano. Este enlace, en caso de efectuarse, podía llevar al duque de Aveiro al trono de Portugal sólo si fallecía el segundogénito de Juan IV, el ahora príncipe Alfonso, o si éste era declarado incapaz para reinar, algo más que probable dadas las taras físicas y mentales que evidenciaba el heredero. Todo indica que los Aveiro alimentaron esta esperanza durante los años siguientes. Por ello, cuando se supo que la regente Luisa de Guzmán había decidido negociar una alianza con Inglaterra entregando la mano de Catalina al rey Carlos II, la reacción del ofendido duque de Aveiro consistió en buscar el modo de pasarse a Madrid para rendir lealtad a Felipe IV. En 1659 embarcó en Lisboa hacia Holanda con el nuevo embajador luso en La Haya, Fernando Telles de Faro, quien se sumó a la conjura.

Ambos llegaron a Castilla en el verano de 1660. El 5 de noviembre del mismo año entraron en Madrid la madre (que moriría en diciembre) y la hermana del duque. Comenzaba así el capítulo más decisivo y polémico de su biografía.

En la Corte española nadie ignoraba ni los motivos ni los fines de la repentina fidelidad de Aveiro a los Austrias. Sus pocos años en 1640 no servían para justificar la tardanza en haber venido a Madrid. En todo caso, para Felipe IV la llegada del representante de la segunda casa ducal portuguesa supuso una oportunidad única para demostrar a la nobleza bragancista que el verdadero rey natural de Portugal era él.

Esta necesidad de propagar una legitimidad cuestionada constituyó para Aveiro una fuente de concesiones muy generosas. Para compensar la confiscación de bienes y rentas en Portugal, donde fue condenado por crimen de lesa majestad y degollado en efigie en Lisboa, se le concedieron en Castilla mercedes, cargos y dinero que levantaron la inquina de otros nobles y cortesanos, incluidos los exiliados portugueses. Así sucedió especialmente con Agostinho de Alemcastre, II duque de Abrantes, quien no sólo abrigaba históricos recelos contra su pariente recién llegado (Raimundo y Agostinho eran primos carnales), sino que veía que el espacio político conquistado en Madrid por su padre, el I duque de Abrantes, desde 1640 se veía ahora en peligro por la mayor alcurnia de Aveiro.

Los honores concedidos por el Rey (duque de Ciudad Real, sin jurisdicción, con grandeza de España en julio de 1660, Toisón de Oro el 28 de abril de 1663, además de setenta mil escudos anuales), junto a los pleitos ganados (en 1664 el Consejo de Castilla falló a su favor los ducados de Nájera y Maqueda, por pertenecer a su madre), aumentaron la amenaza y la arrogancia del duque. Éste, en diciembre de 1660, llegó a chantajear al Consejo de Estado con la advertencia de su posible vuelta a Portugal si no obtenía el trato que consideraba obligado, lo que llevó a los ministros de Felipe IV y al propio Monarca a frenar la política de mercedes e incluso a considerar la partida del duque como una solución a esta actitud. En 1661 se ofreció para comandar el ejército de Extremadura, sin lograrlo, y sólo en 1664 obtuvo el puesto de capitán general de la armada que debía bloquear Lisboa mientras las tropas del marqués de Caracena avanzaban desde la frontera. Murió sin hijos en 1666 ostentando dicho cargo. Su fallecimiento propició una dura batalla por la herencia del título entre el II duque de Abrantes —que vio la posibilidad de superar el revés de la sentencia de 1637—, la hermana de Raimundo, María Guadalupe de Alemcastre, y Pedro de Alemcastre, tío paterno de ambos hermanos, eclesiástico y servidor de los Bragança en Lisboa. Éste último fue quien logró ser V duque de Aveiro hasta su muerte en 1675, pasando entonces el título, por sentencia judicial, a su sobrina, María Guadalupe, VI duquesa de Aveiro entre 1676 y 1715.

 

Bibl.: L. Magalotti, Relazioni di viaggio in Inghilterra, Francia e Svezia, Bari, Walter Moretti, 1968; F. Ferreira Neves, A Casa e Ducado de Aveiro. Sua origen, evolução e extinção, Aveiro, 1972: P. Cardim, Cortes e cultura política no Portugal do Antigo Regime, Lisboa, Cosmos, 1998; R. Valladares, La rebelión de Portugal, 1640-1680. Guerra, conflicto y poderes en la Monarquía Hispánica, Valladolid, Junta de Castilla y León, 1998; A. de Ceballos-Escalera y Gila, marqués de la Floresta, La insigne Orden del Toisón de Oro, Madrid, Palafox & Pezuela, 2000 (Colección Condecoraciones españolas, vol. 4).

 

Rafael Valladares Ramírez