López, Íñigo. Ezquerra. Señor de Vizcaya (I). ?, p. t. s. xi – 1076. Tenente de Nájera y maestresala de García Sánchez III, rey de Pamplona y Nájera.
Es uno de los principales magnates del reino de Pamplona- Nájera durante el segundo tercio del siglo xi y de él arranca la estirpe histórica de los señores de Vizcaya. El análisis de la documentación actualmente conservada permite desechar parentescos legendarios y conjeturar que su padre fuese uno de los magnates de nombre Lope que confirman los documentos del monarca pamplonés Sancho III el Mayor; Balparda supone que se trata de Lope Velázquez, señor de Ayala, Mena y Somorrostro, pero sólo es una hipótesis. En 1053, aparece ya casado con Toda Ortiz, hija del ayo regio Fortunio Sánchez, de quien enviudó antes de 1076; de este matrimonio se conocen los nombres de cinco vástagos: Lope (quien heredó el señorío de Vizcaya), Sancho (fallecido antes de 1070), Mencía, Galindo, García y Fortunio (estos dos últimos ocuparon cargos palatinos en el reino de Aragón).
En todas sus primeras apariciones documentales, entre 1043 y 1076, figura como conde de Vizcaya, ejerciendo sobre este territorio sus facultades jurisdiccionales en representación de la Monarquía pamplonesa. En Vizcaya concentró también gran parte de sus intereses patrimoniales; posesiones suyas se localizan en Axpe-Busturia, San Juan de Gaztelugache, Bermeo, Gorrítiz, Madariaga, Urrequeña, Gatica, Gorrondo, Bertendona, etc. Entre sus propiedades destacan los palacios de Madariaga, centros desde donde ejercer sus facultades administrativas, e iglesias propias que, como el monasterio de Axpe, supusieron fuentes de ingresos fiscales y de beneficios espirituales.
En 1051 su intitulación se desglosa en los espacios de Vizcaya y Durango, seguramente para señalar su preeminencia sobre su subordinado el conde de Durango Munio López.
Desde sus originarias responsabilidades patrimoniales y jurisdiccionales en Vizcaya, su fidelidad a García Sánchez III y a Sancho Garcés IV, cuyos documentos confirmó con frecuencia, le convirtió en uno de los principales magnates del reino de Pamplona-Nájera. Asumió las líneas políticas de la Monarquía pamplonesa frente a las pretensiones territoriales de Castilla. Donó propiedades en Vizcaya a los monasterios de San Millán de la Cogolla, en 1051 y 1070, y de San Juan de la Peña, en 1053, siguiendo la estrategia de los propios Monarcas consistente en ampliar la red de intereses de estos grandes propietarios a todos los territorios del reino para, de este modo, vincularlos en la defensa de su integridad territorial. Su fidelidad a la Monarquía pamplonesa le llevó incluso a apoyar iniciativas regias que supusieron una merma de sus propias rentas: consintió el privilegio de inmunidad otorgado a las iglesias de Vizcaya por García III en 1051 y la donación del monasterio de San Martín de Yurreta a San Millán de la Cogolla por parte de Sancho IV en 1072.
García III le concedió el cargo cortesano de maestresala en 1042, entrando a formar parte del palatium regis. De manos de Sancho Garcés IV, amplió su ámbito de gobierno al recibir la tenencia de Nájera, el centro neurálgico del reino, a partir de 1064; el anterior tenente de esta ciudad había sido su suegro Fortunio Sánchez, ayo de García III que encontró la muerte junto a su Rey en la batalla de Atapuerca. Aprovechando su capacidad jurisdiccional sobre la zona, realizó adquisiciones patrimoniales en torno a la ciudad del Najerilla: concretamente, la villa de Camprovín, comprada al propio monarca Sancho IV, así como indeterminadas propiedades en Nájera.
A pesar de las citadas estrategias, la crisis de la Monarquía pamplonesa no hizo sino agudizarse. En el exterior, debió hacer frente a las disputas con Castilla sobre gran parte de su territorio. Mientras, dentro del reino, se vivieron las tensiones previas a la configuración de la Monarquía feudal; los Monarcas se encontraron con la oposición de unos nobles que aspiraban a patrimonializar las facultades jurisdiccionales delegadas por dichos Reyes. Ya en 1054 la defección de varios de sus magnates provocó la derrota y muerte de García III en Atapuerca frente al monarca castellano Fernando I, perdiendo el reino pamplonés los territorios de la Castella Vetula. Sin embargo, el punto álgido de la crisis se vivió tras el asesinato de Sancho Garcés IV en 1076; entonces, Alfonso VI de Castilla, con el apoyo de varios magnates pamploneses, incorporó a su reino los territorios de Vizcaya, Álava, La Rioja y parte de Guipúzcoa. Según Balparda, Ubieto Arteta, Martínez Díez y García de Cortázar, Íñigo López se situó dentro de este partido castellano a raíz de su enemistad con el monarca Sancho IV. En cambio, los datos documentales no sólo no permiten llegar a esta conclusión, sino que ofrecen indicios en sentido contrario. Su fidelidad a García III la mantuvo con su hijo y sucesor Sancho IV; confirmó varios documentos de este Monarca y recibió de él la tenencia de Nájera y la villa de Camprovín. En 1076 mantuvo el título de conde de Vizcaya ya bajo Alfonso VI; pero, cuando este rey castellano entró en Nájera, fueron su hijo, mencionado como el conde Lope Íñiguez, y el suegro de éste, Diego Álvarez, señor de Oca, quienes le respaldaron. Además, a partir de este año, Íñigo López desaparece de la documentación y su vástago es quien se encontraba al frente del señorío de Vizcaya. Cabe preguntarse si respaldó Íñigo López la postura “pro-castellana” de su hijo o fue sustituido por éste a causa de su escaso entusiasmo hacia Alfonso VI. Seguramente nunca se sabrá, aunque los escasos datos documentales permiten apuntar hacia la segunda opción, es decir, a su inquebrantable fidelidad a la Monarquía pamplonesa.
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Tomás Sáenz de Haro