Muñecas, Ildefonso de las. Tucumán (Argentina), 1776 – Guaqui (Bolivia), 1816. Sacerdote y guerrillero.
Del cura patriota Ildefonso de las Muñecas no se conocen sino algunos breves escritos salidos de su mano.
Se graduó en Teología en Córdoba, viajando después a Europa por algunos meses, donde recibió la influencia de las ideas enciclopedistas y de la Revolución Francesa.
El presidente de la Audiencia de Charcas, de paso por Tucumán hacia Lima —según el Diccionario Biográfico Argentino de Cutolo— conoció a Muñecas y le ofreció llevarlo como capellán al Perú. En Cuzco fijó su residencia, siéndole asignado un curato adscrito a la catedral. Al estallar allí la revolución independentista de agosto de 1814, dirigida por los tres hermanos Angulo, se formó una Junta cuya presidencia fue ofrecida al célebre Mateo Pumacahua. Es conocida la trayectoria de este cacique, que contribuyó al aplastamiento de la rebelión de Tupac Amaru en 1780, poniéndose bajo el mando del virrey, quien le otorgó el grado de coronel de milicias. La actuación de Pumacahua fue en extremo fluctuante; aliado con otro cacique, Choquehuanca, ambos al servicio del ejército realista, fue enviado a La Paz en noviembre de 1811 para reprimir los estallidos de violencia que se produjeron al abandonar la ciudad el ejército de Goyeneche —victorioso en la batalla de Guaqui— que se dirigió a enfrentar a las fuerzas de Arce y Rivero alzadas en Cochabamba; en lugar de ello, las huestes de Pumacahua se entregaron a brutales excesos sobre los habitantes de la ciudad.
Decidió entonces cambiar su postura, enfrentándose abiertamente a los realistas, pese a la confianza que habían depositado en él. En el período intermedio que va de 1811 a 1814, la ciudad sufrió indecibles males por los asedios, los motines internos o las invasiones de fuerzas irregulares indígenas al mando de caudillos —principalmente Juan Manuel Cáceres— que aterrorizaron a sus habitantes causando la muerte de muchos vecinos connotados, según lo refieren las Memorias escritas por los testigos de aquellos episodios.
Entre 1814 y 1816 se abrió un nuevo período trágico para La Paz, continuando allí las muertes y enfrentamientos. Aliado Pumacahua, como se ha dicho, en 1814, con los Angulo, acordó con éstos un plan militar para llevar la revolución cuzqueña a otras provincias. La Junta organizó tres divisiones para que avanzasen sobre La Paz, Huamanga y Arequipa. Como jefes de la primera fueron designados el arequipeño Pinelo y el cura Muñecas. Ambos emprendieron su marcha hacia La Paz por la vía de Puno, uniéndoseles en el camino multitud de indígenas. El 22 de septiembre de 1814 estaban en El Alto de La Paz, disponiéndose a descender en son de guerra sobre la ciudad. Al cabo de una tenaz resistencia de los defensores, al mando del intendente Gregorio Valdehoyos, los atacantes se hicieron dueños de la población, en la que cometieron desmanes y violencias de todo género, después de haber sucedido una terrible explosión en el cuartel de milicias, la cual fue atribuida a una maniobra de los realistas. Gran número de prisioneros fueron degollados y acuchillados sin contemplaciones. El primero en sufrir esta oleada de exterminio fue Valdehoyos.
La turba dio muerte, de un modo atroz, a una serie de vecinos realistas. Cutolo afirma que Muñecas, con la cruz en alto, logró salvar a un grupo numeroso. La presencia de los cuzqueños duró un mes, siendo desalojados por el general realista Ramírez, quien, desde su ingreso, hizo conocer sus propósitos de represalia y castigo sobre los vencidos. Hubo fusilamientos y numerosas personas fueron encarceladas y sometidas a crueles vejaciones. Pinelo y Muñecas lograron huir, pudiendo el segundo organizar en Puno una partida que fue la base de su acción guerrillera en la región de Larecaja. Derrotados los caudillos insurgentes, se restablecieron las comunicaciones entre Lima y las fuerzas de Ramírez, quien marchó a enfrentarse con el ejército de Rondeau, comandante de la segunda Expedición Auxiliar argentina.
Es preciso mencionar aquí la formación de numerosas guerrillas en el Alto Perú, destinadas a hostilizar continuamente a las tropas realistas aprovechando la accidentada geografía del país. Esos episodios de guerra popular dieron origen a estudios históricos que han señalado su carácter prolongado y peculiar, destacándose entre los autores los nombres de G. R.
Moreno, B. Mitre, G. Mendoza y R. Arze. A partir de 1816, alejada la guerra de las principales ciudades, la lucha se fraccionó, se multiplicó en choques de terrible intensidad librados entre partidas que se acometían fieramente, o bien tomó la forma de agrupamientos campesinos indígenas, armados de hondas, lanzas y garrotes, que interceptaban a las columnas realistas, embistiéndolas una y otra vez por las cuestas de ásperas laderas. Una de las primeras fuerzas guerrilleras fue la que formó en la región de Sorata o Larecaja, a unos 100 kilómetros de La Paz, el cura Muñecas.
Varias expediciones enviadas en su contra fueron rechazadas con grandes pérdidas. Muñecas estableció su centro de operaciones en Ayata, extendiendo su radio de acción hasta Yungas y Apolobamba; pudo conectarse con las fuerzas argentinas del sur, llegando incluso a enviar a Buenos Aires sus proclamas, que fueron publicadas en la Gaceta de Buenos Aires. Por último, el mando realista organizó dos columnas, al mando de Gamarra y Aveleira para eliminar esa resistencia, partiendo una desde Puno y otra desde La Paz. El 27 de febrero de 1816, convergiendo ambas unidades sobre Sorata, derrotaron a las tropas de Muñecas, el cual fue capturado y conducido hacia Cuzco para ser degradado y juzgado. En el camino, fue muerto por un soldado de la escolta. Las autoridades españolas afirmaron que murió por un tiro casual, en tanto que los informantes patriotas sostuvieron que fue asesinado. Fue sepultado en Guaqui por el cura del lugar.
Bibl.: B. Mitre, Historia de Belgrano, t. II, Buenos Aires, El Ateneo, 1945, págs. 378-425; V. O. Cutolo, Nuevo Diccionario Biográfico Argentino, t. IV, Buenos Aires, Elche, 1975; J. Barnadas, La Iglesia Católica en Bolivia, La Paz, Juventud, 1976; R. Arze, Participación popular en la Independencia de Bolivia, La Paz, Don Bosco, 1979, págs. 198-200; G. Mendoza, Diario de un comandante de la Independencia americana (1814-1825), José Santos Vargas, México, Editorial Siglo XXI, 1982; C. Arnade, La dramática insurgencia de Bolivia, La Paz, Juventud, 1982; E. Just (SI), Aproximación a la Historia de la Iglesia en Bolivia, La Paz, Don Bosco, 1987; J. Siles Salinas, La Independencia de Bolivia, Madrid, Mapfre, 1992; R. Querejazu, Historia de la Iglesia Católica en Charcas, Sucre, 1995, págs. 537-560.
Jorge Siles Salinas