Prado, Mateo de. San Julián de Cumbraos, Sobrado de los Monjes (La Coruña), c. 1600 – Santiago de Compostela (La Coruña), 1677. Escultor.
Pocas noticias se conocen sobre su vida privada, tan sólo que se casó en 1645 con María de Córdoba, con quien vivió en el compostelano barrio de San Roque, y que tuvo muchos hijos, uno de los cuales, Josephe (1653), fue apadrinado por el arquitecto José de la Peña de Toro. Además, Bouza Brey sospecha que debieron de ser nietos suyos el escultor Manuel de Prado y el arquitecto Melchor de Prado. Como maestro, tuvo a su cargo varios discípulos (Lorenzo de Neira, Francisco Moreira, Ángel López do Casal, Vicotio Lorenzo, Gabriel Fidel, y Jerónimo de Castro y Losada), aunque ninguno que lograra su fama ni su nivel.
Antes de tener constancia documental de su trabajo en Galicia, aparece citado en Valladolid, donde coincide con la etapa final del genial imaginero del Barroco castellano Gregorio Fernández, en cuyo entorno se debió de formar o con quien debió de tener al menos cierto contacto profesional. En cualquier caso, en 1632 trabajó junto a otros artistas en el relicario de la Colegiata de Villagarcía de Campos. En 1635, año en el que un documento habla de él como vecino de Valladolid, Martín González aporta el dato de que estaba trabajando, junto a otros discípulos de Gregorio Fernández, en el Monasterio de Nuestra Señora de Aránzazu. Su obra siempre denota cierta influencia del estilo castellano y, cómo no, de su gran maestro Gregorio Fernández. Nada más se sabe de este autor hasta que en 1639 —muerto ya Gregorio Fernández en 1636 y disgregado su taller— los monjes de San Martín Pinario le encargaron empezar las obras de la sillería del coro de la nueva iglesia que estaban construyendo junto a la Catedral compostelana. El hecho de que para estas obras los benedictinos estaban contratando a los mejores arquitectos y artistas del momento hace pensar que Mateo de Prado gozaba ya de cierta fama. No sería la primera vez que estos monjes introdujeran en Galicia a un nuevo artista, puesto que ya lo habían hecho con otros de renombre como Mateo López o Melchor de Velasco.
Tras los primeros trabajos en este coro, en los que talló espaldares y tableros con la vida de la Virgen, la de san Benito, y algunos santos, los monjes quedaron satisfechos con el resultado, puesto que en contratos fechados en 1640 y 1641 le confiaron la continuación de los trabajos, dándole para ello un plazo de cuatro años.
La asunción de otros compromisos, al mismo tiempo que trabajaba en este coro, le impediría cumplir con el plazo previsto, puesto que una inscripción en la propia sillería firmada por el autor fecha la conclusión de los trabajos en 1647. En cualquier caso, el resultado es el de una obra maestra del siglo XVII, para Chamoso Lamas “la más original y valiosa obra representativa del arte de la escultura en Galicia durante la Edad Moderna”, y en la que, según el profesor Rosende, se hace una defensa del culto mariano tras la Reforma, y en la que también se hace referencia a la Iglesia militante.
En 1642, para la iglesia de Santa María de Frades en La Estrada (La Coruña), talló un san Juan, un Santiago y un grupo de Cristo con María y san Juan. Este mismo año aparece su primera obra en colaboración con el retablista Bernardo Cabrera, un retablo para la iglesia de Vista Alegre de Villagarcía. Con este maestro trabajará en varios retablos. Cabrera aparece citado en el contrato como “maestro de arquitectura”, mientras que Mateo de Prado lo es como “maestro de escultura”. Como en tantas otras ocasiones, este retablo fue luego sustituido por uno moderno. De nuevo en la misma villa pontevedresa de Villagarcía, el profesor García Iglesias dice que por estas fechas se pudo encargar de hacer un san Miguel Arcángel y otras esculturas para el retablo de San Miguel de Santa Eulalia de Arealonga. Un año después hizo varias obras.
Para el Monasterio de Sobrado de los Monjes (La Coruña), un Ecce Homo, dos ángeles con instrumentos de la Pasión, y las efigies de la Anunciación y de un arcángel san Gabriel, además de una imagen procesional de san Bernardo. Todas ellas desaparecieron tras la exclaustración.
Nuevamente en la comarca del Salnés en Pontevedra, hizo en este año de 1643 para el altar mayor de San Andrés de Barrantes (Cambados) una imagen de la Concepción, una de santa Lucía, un san Andrés, un Santiago peregrino y un san Ildefonso. De vuelta a Santiago, realizó algunas imágenes destinadas al antiguo retablo de reliquias (incendiado en 1921), que había realizado en 1625 Bernardo Cabrera con esculturas de Gregorio Español. En 1650 contrató con los monjes cistercienses de Oseira (Pontevedra) una imagen de la Concepción, una de santa Catalina y un san Miguel, de las que hoy sólo se conservan las dos últimas y la peana de la primera. Por estas mismas fechas puede que haya que datar una primera obra para el Monasterio de Montederramo en la provincia de Orense. Se trata de una Inmaculada del tipo de Gregorio Fernández que hoy se halla en uno de los retablos del crucero, aunque pudiera estar destinada para uno de los retablos encargados entonces a Cabrera.
Otras imágenes desaparecidas tras la exclaustración son las que hizo en 1653 para Santo Domingo de La Coruña, a saber: un santo Domingo, un san Francisco recibiendo los estigmas, y un san Pedro Mártir. Debían de estar destinadas al altar de Nuestra Señora. A partir de este año, sus colaboraciones con el retablista Cabrera se hicieron, si cabe, más numerosas. Así, en 1656 hizo con él el retablo dedicado a la conversión de san Pablo del deambulatorio de la Catedral de Orense. Mateo de Prado se encargó de tallar en bulto redondo el tema principal de la conversión, mientras que las escenas secundarias las hizo en relieve. Tal vez en este momento realizó también una Inmaculada, de nuevo según el tipo iconográfico usado por su maestro Gregorio Fernández, que hoy se conserva en el Museo de esta Catedral. Para otra capilla del mismo deambulatorio, la llamada de Argiz, realizó en 1657, según Hervella, el retablo de la Asunción y algunas tallas; y un año después un san Antonio para su altar, también en la girola.
No dejó de trabajar para la Catedral orensana ni de colaborar con Bernardo Cabrera, como lo constatan el hecho de que en ese año de 1658 hizo con éste los retablos de la Concepción y de la Ascensión de la girola de ese templo catedralicio; y en Santiago, el retablo de la capilla del Hospital Real. En el primer caso hizo la imagen de la Inmaculada Concepción (de nuevo bajo el tipo de su maestro), y, acaso, también las de san Antonio de Padua, san Pedro Mártir y san Francisco. Este retablo fue destruido por la humedad y se sustituyó por otro en 1778. En el caso del retablo de la Ascensión, según Chamoso, se da un “alarde de prematuras soluciones arquitectónicas barrocas” como columnas con fustes cortados al tercio, frontones partidos, voladizos, etc. La imagen titular que preside el conjunto, rodeada de querubines y ángeles músicos, destaca por su gracia y expresividad.
En lo que respecta a la obra para el hospital compostelano, completó el retablo que Bernardo Cabrera remató un año antes, colocándole un san Juan Evangelista, un Santiago y una imagen de la Asunción. Sustituido nuevamente por uno moderno, Chamoso localizó semidestruidas en 1954 tan sólo las figuras de los dos apóstoles. Volvió a trabajar en Santiago en 1660, aunque se trata de obras menores para la Catedral compostelana, en concreto, moldes de madera y cartón, gualdrapas y lencería para las fiestas del Corpus; y en 1661 algunas estatuas para el facistol del coro. Mayor importancia tienen las obras que hizo un año después, cuando volvió a colaborar con Cabrera en los retablos colaterales de la capilla catedralicia del Cristo de Burgos, encargándose Mateo de Prado de los relieves que centran dichos retablos: un san Pedro en uno; y santa María Salomé, el Zebedeo y sus hijos en el otro.
Algunos estudiosos ven ciertas semejanzas entre dichos relieves y el trabajo que realizó desde el mismo año de 1662 para los monjes de Montederramo en Orense, donde de nuevo Cabrera se encargó de la realización de la “máquina” principal, y Mateo de Prado de la parte escultórica. Aún heredero este retablo del modelo de retablo renacentista, introdujo, sin embargo, elementos barrocos como las columnas salomónicas o el gran dinamismo de los altorrelieves que se disponen en escenas separadas. En 1664 consta que aún se estaba montando este retablo, ya que la colocación definitiva del arco pétreo que lo cobija data de 1666.
De este mismo momento debe ser una Inmaculada de origen incierto, conservada hoy en el Museo de la Catedral de Santiago.
Aún en Santiago, en 1665 se ocupó, acaso sólo como director y no como ejecutor material, confiando esta tarea a su taller, de ocho ángeles de madera que coronan las cornisas del primer cuerpo del tabernáculo que se estaba haciendo en el altar mayor de la Catedral, para el cual también hizo, esta vez sí parece que materialmente, en 1667 el Santiago a caballo sobre cuatro moros del coronamiento.
Al tiempo que estaba trabajando para el Cabildo compostelano, se desplazó a alguna aldea cercana, como Santa Cruz de Rivadulla, para cuya iglesia talló un santo Cristo en 1662.
Volviendo a su actividad en Santiago, en una fecha imprecisa entre 1664 y 1673 talló para la iglesia del Monasterio de Conjo una imagen de san José y otra de san Andrés. Deudoras de la herencia de Gregorio Fernández son dos obras de indudable calidad y estética barroca, como demostró el profesor Otero Túñez, frente a ciertas teorías que atribuían el san José al gran maestro del neoclásico gallego, Ferreiro.
En 1674 demostró de nuevo su calidad como escultor al transmitir en granito la misma calidad que en sus obras de madera, cuando las madres mercedarias de Santiago le encomendaron la realización del relieve de la Anunciación de la fachada de su convento, obra de Diego Romay. Toda la obra está dominada de una gran naturalidad y sentimiento expresivo a pesar de su sencillez. También en piedra y en este mismo año, le encargaron dos esculturas para la capilla de la Obra Pía de San Antonio en Melide (Lugo). Son dos estatuas orantes para dos sepulcros; la del prelado fundador Mateo Segade Sabugueiro; y la de Antonio Varela de Segade. Otro bulto funerario que se le atribuye es el de la capilla de San Ildefonso o del obispo de Quito de la antigua Colegiata de Santa María de Iria Flavia, donde tal vez trabajase también en el retablo.
Antes de su muerte, aún parece que trabajó algo en el retablo mayor de la Catedral, puesto que su nombre aparece citado en la documentación de 1675. Por otro lado, González Paz dice que, dado que la obra del gran tabernáculo de la iglesia de Oseira se hizo entre 1674 y 1677, y que el estilo coincide con el de los relieves de Montederramo, puede ser que ambas piezas sean de la misma mano.
Como obras de taller se pueden considerar una Aparición de la Virgen del Pilar a Santiago, una estatua del retablo de san José, y un san Antonio para la clausura, todas ellas en Santa Clara de Santiago. También de taller sería otra Virgen del Pilar para San Martín Pinario.
Mateo de Prado murió en Santiago de Compostela en 1677, y fue enterrado en la iglesia de los franciscanos de esta ciudad.
Obras de ~: et al., Relicario de la Colegiata, Villagarcía de Campos (Valladolid), 1632; Sillería del coro de San Martín Pinario, Santiago de Compostela, 1639; San Juan, Santiago, Calvario, Santa María de Frades, La Estrada (Pontevedra), 1642; con B. Cabrera, Retablo de la iglesia de Vista Alegre, Villagarcía de Arosa (Pontevedra), 1642; Ecce Homo, Ángeles, Anunciación, S. Gabriel, S. Bernardo procesional, Sobrado de los Monjes (La Coruña), 1643; Imágenes para el retablo de Reliquias de la Catedral de Santiago, 1643; Concepción, Sta. Catalina y S. Miguel, Monasterio de Oseira (Orense), 1650; Santo Domingo, San Francisco y San Pedro Mártir, Santo Domingo, La Coruña, 1653; con B. Cabrera, Retablo de la Conversión de San Pablo, Catedral, Orense, 1656; Retablo de la Asunción de la Capilla de Argiz, Catedral, Orense, 1657; San Antonio, Catedral, Orense, 1658; con B. Cabrera, Retablos de la Concepción y la Asunción, Catedral, Orense, 1658 y Retablo, Hospital Real, Santiago, 1658; obras menores, Catedral, Santiago de Compostela, 1660; Estatuas para el facistol del coro, Catedral, Santiago de Compostela, 1661; Santo Cristo, Iglesia de Santa Cruz de Rivadulla (La Coruña), 1662; con B. Cabrera, Relieves de los retablos colaterales de la Capilla del Cristo de Burgos, Catedral, Santiago de Compostela, 1662, y Retablo, Monasterio de Montederramo (Orense), 1662; Santiago Matamoros del tabernáculo, Catedral, Santiago de Compostela, 1667; Relieve de la Anunciación, fachada del Convento de las MM. Mercedarias, Santiago de Compostela, 1674; Sepulcros de la capilla de la Obra Pía de S. Antonio, Melide (La Coruña), 1674; Inmaculada, Catedral, Orense, s. f.; Inmaculada, Museo de la Catedral, Santiago de Compostela, s. f.; Sepulcro de la Capilla de San Ildefonso, Colegiata de Iria Flavia (La Coruña), s. f.
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Salvador Izquierdo Periró