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Juan Meléndez

Biografía

Meléndez, Juan. Lima (Perú), c. 1640 – 1690. Cronista dominico (OP).

Era hijo de un comerciante llamado Rodrigo Meléndez que se refugió en el convento dominico del Rosario de Lima al quebrar sus negocios y tener que huir de sus acreedores, adquiriendo con los frailes una relación tan estrecha que culminó con la entrada de su hijo como novicio en el claustro del convento. Teniendo en cuenta la situación familiar y los antecedentes paternos, parece una acertada decisión, ya que le iba ser muy difícil alcanzar fortuna y notoriedad social fuera de la protección que le otorgaban los hábitos de fraile. Así pues, siguió el camino de muchos descendientes de españoles nacidos en Indias, que por circunstancias de nacimiento o por la política de la Monarquía Católica sobre la temporalidad de los bienes de la conquista, no podían alcanzar fuera de un convento el estatus social al que aspiraban o creían tener derecho.

Con los años adquirió una sólida formación académica y se graduó como doctor en Teología. Entonces fue nombrado regente de estudios en el Convento de Santo Tomás y posteriormente del de Cuzco, alcanzando tal prestigio en su profesión que con el tiempo fue llamado a ocupar el cargo de prior en el Convento de Trujillo. Además, ocupó vacantes de secretario, vicario, visitador y cronista de la provincia de San Juan Bautista del Perú. Con este historial fue elegido para escribir la historia de la Orden de Santo Domingo en dicha provincia. Paralelamente redactó el siguiente escrito: Festiva pompa, culto religioso, veneración reverente, fiesta, aclamación y aplauso a la feliz beatificación de la Bienaventurada Virgen Rosa de Santa María (Lima, 1671).

En 1679 fue nombrado definidor y procurador de los hijos de Santo Domingo y para desempeñar correctamente las funciones que implicaban dichos cargos se vio obligado a embarcar con dirección al continente europeo, y un año más tarde publicó en Cádiz el impreso Oración panegírica en las fiestas que se hicieron en Madrid, a la canonización de Santo Toribio, Arzobispo de Lima. En 1681 llegó a Roma y culminó la última etapa de su viaje. En dicha ciudad fue regente del Convento de la Minerva y gestionó la canonización de los santos peruanos Rosa de Santa María, fray Martín de Porres, fray Juan Macías y fray Vicente Vernedo.

Editó dos trabajos: Vida de Fray Vicente Bernedo del Orden de Santo Domingo (Roma, 1681-1682) y Vida de Fray Juan Macías, Santo lego de Santo Domingo, natural de Lima (Roma, 1682).

Pero la tarea más importante de esta etapa por la notoriedad posterior que le otorgó fue la publicación de la obra Tesoros Verdaderos de las Indias entre 1681 y 1682. Editada en tres volúmenes, continuó la estela de exaltación criolla de otros impresos como Memorial de las historias del Nuevo Mundo, Perú (Lima, 1631) de Buenaventura de Salinas y Córdoba, Crónica moralizadora del orden de San Agustín en el Perú (Barcelona, 1638) de Antonio de la Calancha, Paraíso en el Nuevo Mundo, comentario apologético, historia natural y peregrina de las islas y tierras del Mar Océano de Antonio de León Pinelo (Sevilla, 1656) e Histórica relación del Reyno de Chile (Roma, 1646) de Alonso de Ovalle.

La elite criolla novohispana de América fue perdiendo estatus social, y quedó relegada a un segundo plano en el gobierno de las colonias, cuando las mercedes temporales otorgadas a sus familias durante la conquista tuvieron que ser devueltas a la Corona. De esta manera, fueron surgiendo en la década de 1590 interesantes escritos de protesta que se extendieron a lo largo del siglo XVII y que glorificaron las características físicas de los territorios, exaltaron sus paisajes urbanos y alabaron los logros de sus gentes. El desgaste del sistema colonial, el aumento de las prestaciones al rey —tributo y mita—, el colapso demográfico indígena y el crecimiento de la burocracia y la corrupción hicieron aparecer, incluso, nuevas corrientes de pensamiento que revalorizaron el pasado incaico, quedando justificada la conquista únicamente por la ausencia de la fe verdadera y el debido respeto a una Monarquía superior.

Fray Juan Meléndez pone de manifiesto en su obra esta difícil situación para los descendientes de los españoles nacidos en Indias, no obstante, sin hacer grandes concesiones al pasado pre-colonial y con una defensa de los naturales más bien formal, puesto que decidió centrarse en la exaltación de las riquezas del Perú a través de las cifras de producción de sus minas de oro y plata, en el relato de las virtuosas vidas de sus santos, en elogiar a Francisco Pizarro y los dominicos que lo acompañaban y, al igual que fray Buenaventura de Salinas y Córdoba, en realizar orgullosas descripciones de la ciudad de Lima y sus gentes: “Suplen bien sus ostentosos ciudadanos con los adornos y alhajas por de dentro lo que no tienen de vistosas sus casas por de fuera, siendo la riqueza de pinturas valientes de Roma, de paños ricos de Flandes, de escritorios de Sevilla, de camas de Lisboa, de terciopelo de Granada, de plata de Potosí, de oro de Carabaya y de piezas alegres de China tanto, tan rico y tan aseado, que excede a la mayor y más antigua corte de Europa”. Las ciudades ocuparon el papel estelar de la exaltación de la conciencia criolla en una sociedad esencialmente urbana. Fundadas en los lugares más propicios desde donde comenzar la colonización, con campos de labor alrededor, cerca de riquezas naturales que explotar o buenas comunicaciones, era importante construirlas a imagen y semejanza de la metrópoli del viejo continente e incluso con mejores infraestructuras. Su importancia radicaba en que desde ellas se dominaba el territorio, en un buen número de ocasiones casi desconocido y de difícil acceso, y en que fueron la máxima expresión de la realización propiamente criolla. Así pues, es comprensible el orgullo limeño que fray Juan Meléndez dejó entrever en sus descripciones, haciendo especial hincapié en el número de colegios, conventos, iglesias, catedrales y santos. Por otro lado, dicha obra sirvió también para defender a los criollos de las tesis que consideraban que estaban perdiendo su identidad hispana, precisamente la circunstancia que justificaba su superioridad sobre los naturales de aquellas tierras, pues el clima y la situación geográfica americana podrían con el tiempo corromper las costumbres de los españoles y afectar incluso su entendimiento: “Viene e España de Yndias un hijo de español y española nacido allá, trae por criado un yndio y quieren los españoles confundir los orígenes de ambos. ¿Qué mayor disconformidad puede ser que, aviendo en las naturalezas de los dos tan grande diferencia por sus principios, querer significarlos por una voz? Y aún passáramos por ésta, si no quisieran también, como nos significan por una voz, que fuéramos y tenernos por una naturaleza”.

Por último, dedicó una parte muy importante de Tesoros verdaderos de las Indias (Roma, 1681-1682) a refutar los argumentos de Antonio de la Calancha en su obra Crónica moralizada de la Orden de San Agustín en el Perú (Sevilla, 1656) en relación con la identidad religiosa de los primeros sacerdotes españoles que llegaron a este territorio, en el marco de una antigua disputa entre agustinos y mercedarios sobre qué Orden fue la primera en predicar el Evangelio en la zona y dentro de la importancia que tenía este hecho respecto a los sentimientos que albergaban algunos religiosos de estar cumpliendo en América una misión providencial. El agustino situó en tan importante categoría histórica a frailes de su orden, mientras que Juan Meléndez se hizo eco de lo que dijo al respecto el franciscano Diego de Salinas y Córdoba en su Crónica franciscana de las provincias del Perú (Lima, 1651) y que otorgaba la primacía en dicha empresa a los hijos de Santo Domingo seguidos muy de cerca por los franciscanos.

Finalmente, tras este interesante periplo por tierras italianas fray Juan Meléndez regresó a Lima y fue allí vice-provincial de su Orden en Perú y también visitador sinodial del arzobispado y de los obispados de Arequipa, Trujillo y Panamá, hasta su muerte acaecida en 1690.

 

Obras de ~: Festiva pompa, culto religioso, veneración reverente, fiesta, aclamación y aplauso a la feliz beatificación de la Bienaventurada Virgen Rosa de Santa María, Lima, 1671; Oración panegírica en las fiestas que se hicieron en Madrid, a la canonización de Santo Toribio, Arzobispo de Lima, Cádiz, Imprenta de D. Melchor Izquierdo de las Heras, 1680; Vida de Fray Juan Macías, Santo lego de Santo Domingo, natural de Lima, Roma, 1682; Verdaderos Tesoros de las Indias, en la historia de la Provincia de San Juan Bautista del Perú, del Orden de Predicadores, Roma, Imprenta de Nicolás Tinasio, 1682 (3 vols.); Vida de Fray Vicente Bernedo del Orden de Santo Domingo, Lima, s. f.

 

Bibl.: Corónica de la Religiosísima Provincia de los Doce Apóstoles del Perú, Lima, 1651 (ed. con notas e introd. de L. G. Canedo, Washington, Academy of American Franciscan, 1957); G. González Dávila, Teatro eclesiástico de la primitiva Iglesia de las Indias Occidentales, vidas de sus arzobispos y obispos y cosas memorables de sus sedes en lo que pertenece al reyno del Perú, Madrid, Imprenta de Diego Díaz de la Carrera, 1655 (ed., introd. y notas de M. I. Viforcos Marinas y J. Panigua Pérez, León, Universidad, 2001); A. de Alcedo, Bibliotheca Americana, vol. I, Quito, Museo Municipal de Arte e Historia, 1807; J. Toribio Medina, La imprenta en Lima (1584-1824), vol. II, Santiago de Chile, 1904; J. de la Riva Agüero, Los cronistas del convento, Paris, Desclée de Brower, 1938; J. Santisteban Ochoa, Los cronistas del Perú, Cuzco, Universidad Nacional de San Antonio Abad, 1946; F. Esteve Barba, Historiografía indiana, Madrid, Gredos, 1964; J. Toribio Medina, Biblioteca Hispano-Americana 1493-1810, vol. III, Amsterdam, N. Israel, 1968; D. A. Brading, Orbe indiano. De la monarquía católica a la república criolla 1492-1867, México, Fondo de Cultura Económica, 1991; M. A. Medina, Los dominicos en América, Madrid, Mapfre, 1992; B. Lavalle, Las promesas ambiguas. Criollismo colonial en los andes, Lima, Instituto Riva- Agüero de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 1993.

 

María Estela Maeso Fernández