Ovando, Nicolás. Cáceres, ú. t. s. xv – ?, 1.IX.1565. Consejero de Órdenes.
Nicolás de Ovando perteneció a un importante linaje de Cáceres, los Ovando Ulloa, señores de la villa de Zamarillas. Fue nieto del memorable capitán Diego de Cáceres y Ovando, e hijo del comendador Hernando de Ovando, cuyo hermano, también llamado Nicolás de Ovando, había sido el preceptor del príncipe Juan, así como había ostentado altas dignidades en la Orden Militar de Alcántara y en el Nuevo Mundo, donde fue gobernador por orden de los Reyes Católicos. La actividad de su tío, su homónimo Nicolás, en América permitió que la familia se consolidase en Extremadura, donde el linaje próspero socialmente. Parte de este progreso se debió, no sólo a la labor del tío de Nicolás, sino al apoyo que otorgaron a la que sería reina de Castilla, Isabel la Católica. El cacereño, Nicolás, terminó sus estudios en la Universidad de Salamanca, donde obtuvo el doctorado de Leyes. En la primavera de 1520 tomó contacto por primera vez con la Corte, debido a su traslado a La Coruña para convenir unos asuntos relacionados con una parienta aprovechando que Carlos V se encontraba en la zona, dispuesto para salir de viaje. En 1521, cuando volvió a Galicia, se casó con Isabel Cano Téllez, hija de Diego Cano, regidor cacereño. Isabel Cano Téllez ya había servido en la Corte, como moza de cámara para la reina Isabel la Católica. Un año después del enlace matrimonial y gracias al mismo, Ovando obtuvo un regimiento de carácter perpetuo en Cáceres. Hasta que en 1547 fue nombrado alcalde de la Chancillería de Valladolid, promoción que fue obtenida gracias al apoyo de Fernando de Valdés, parece que no ocupó ningún otro puesto de relevancia, aparte del ya mencionado regimiento. El patronazgo ejercido por Valdés facilitó que dos años más tarde, en 1549, fuese ascendido a oidor, durante la regencia de Maximiliano y María. Su abundante trabajo como alcalde y como oidor provocó que tuviera que abandonar el regimiento perpetuo que había obtenido gracias a su matrimonio. El 28 de junio de 1550 fue nombrado consejero de Órdenes, gracias a su amistad con el inquisidor general Fernando de Valdés, por traslado de González de Arteaga desde dicho puesto al del Consejo Real, al tiempo que se tramitaba su ingreso como caballero en la Orden de Santiago. Su ascenso continuó con su acceso a la gobernación, su nombramiento como contador mayor de la Orden de Santiago, y posteriormente con la alcaldía de Bienvenida. Junto a su contribución al expediente ordinario del Consejo, tratando por ejemplo de los pleitos entre el obispo de Cartagena y las vicarías de Santiago, bajo la protección de Fernando de Valdés, recibió otras mercedes, como la concesión de las torronteras del azogue de Almadén —compartida con el doctor Goñi— y las javezas del valle de Alcudia, cuyo montante hizo que el príncipe solicitara diferentes informes antes de otorgar la merced el 18 de diciembre de 1552. Del mismo modo le eran pagados, un año más tarde, el 1 de marzo de 1553, 60.000 maravedís por la administración de la tenencia de la fortaleza de Almenara, concedida poco tiempo antes, mientras que le fue prorrogada la merced sobre las torronteras el 6 de octubre de 1554.
Con todo, la evolución político-cortesana que estaba experimentando la Monarquía no tardaría en hacerse patente también en el seno del Consejo de Órdenes, en detrimento de la facción del inquisidor general Valdés. Antes de viajar desde La Coruña hasta Inglaterra, Felipe II decidió que el doctor Gonzalo Pérez de Rivadeneira promocionase al Consejo de Órdenes, siendo nombrado el 12 de julio de 1554 y abandonando entonces su puesto en el Consejo Real, una decisión que había sido inducida por Rui Gómez para tratar de extender su influencia a este último organismo. Esto hizo que la situación de Ovando cambiase, ya que desde entonces tendría que ceder a las decisiones tomadas por Gonzalo Pérez. La influencia del nuevo consejero de Órdenes fue tal que Felipe II decidió otorgarle la tenencia de la fortaleza de Almenara, de la cual disfrutaba Ovando desde el año de 1551. Ante este hecho, la princesa Juana, hermana de Felipe II, y el doctor Goñi, tuvieron que interceder en favor de Ovando el 15 de octubre de 1556 y el propio Ovando solicitó al Consejo que se le entregase una memoria que reflejase todas las decisiones tomadas en torno a la fortaleza, documento que le entregó el secretario Paredes. Ante esta situación y temiendo que al quitarle la fortaleza —cuya tenencia no rentaba más de 60.000 maravedís de merced de los que 20.000 se daban al alcalde— sus vecinos lo interpretasen como un signo de caída y de desprestigio, Ovando, no dudó en recurrir a todo aquel que le pudiera ayudar, hasta al secretario del Rey, Eraso. Le hizo ver que el Emperador había hecho notar a su hija cuando le hizo merced de la fortaleza que si ésta había de quedar en pie, era él, Ovando, quien tenía preferencia en la confirmación en el cargo. A todas estas afrentas se unió la muerte de su esposa, Isabel Cano, el 5 de noviembre de 1557, sin embargo una vez que regresó el Rey, su situación mejoró, superó la visita del obispo Pérez de Ayala y continuó trabajando en el expediente ordinario del Consejo. Cuando por fin su situación se hubo estabilizado, Ovando decidió enfocar sus esfuerzos hacia diferentes asuntos personales, como fueron la mejora de sus casas patrimoniales de Cáceres, se afanó por conseguir la dispensa matrimonial para un familiar y se cuidó de buscar un buen matrimonio para su hija natural, María de Ovando. Si se da por cierta la información ofrecida por Diego Antonio de Ovando y Torres, Nicolás habría sido propuesto y elegido como presidente del Consejo de Órdenes, institución en la que había trabajado gran parte de su vida. Sin embargo no habría podido ocupar dicho puesto debido a su muerte el 1 de septiembre de 1565.
Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Nacional, Órdenes Militares, lib. 331c, fol. 167r.; lib. 332c, fols. 51v., 99r., 103r., 186 y 372; lib. 333c, fols. 256-258r.; Santiago, Expedientes de Caballeros, n.º 5814; Archivo General de Simancas, Estado, leg. 114, n.os 233, 235, 236 y 237.
M. A. Ortí Belmonte, Los Ovando y Solís, de Cáceres, Badajoz, Tipografía Artes Gráficas, 1932, págs. 50-55; L. de Salazar y Castro, Los comendadores de la Orden de Santiago, vol. I, Madrid, Patronato de la Biblioteca Nacional, 1949, pág. 121; U. Lamb, Frey Nicolás de Ovando Gobernador de las Indias (1501-1509), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo, 1956, pág. 80; I. Altman, “Hidalgos españoles en América: los Ovando de Cáceres”, en Revista de Estudios Extremeños (REE), 53 (1987), págs. 79-106; J. M. de Mayoralgo y Lodo, La Casa de Ovando (estudio histórico-genealógico), Cáceres, Real Academia de Extremadura, 1991 (col. Anejos del Boletín de la Real Academia de Extremadura, 2), págs. 38- 39, 296-298, 418 y 598; E. Mira Caballos, “Algunas precisiones en torno al gobierno de Fray Nicolás de Ovando en la Española (1502-1509)”, en REE, 52 (1996), págs. 81-97; I. J. Ezquerra Revilla, “Ovando, Nicolás de”, en J. Martínez Millán y C. J. de Carlos Morales (dirs.), Felipe II (1527-1598). La configuración de la Monarquía hispana, Salamanca, Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura, 1998, pág. 445; I. J. Ezquerra Revilla y J. Martínez Millán, “Ovando, Nicolás de”, en J. Martínez Millán (dir.), La Corte de Carlos V, vol. III, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2000, págs. 309-312.
Alejandro López Álvarez