Gómez de Nava y Frías, Juan. Cebolla (Toledo), c. 1666 – Quito (Ecuador), 21.VIII.1729. Obispo, benefactor.
Poco se sabe de la vida de este prelado en el tiempo que permaneció en España, tan sólo que estudió en la Universidad de Alcalá de Henares y fue cura de Villaescusa de Uceda (Guadalajara) y de Móstoles (Madrid).
Se le promocionó para el obispado de Popayán el 19 de noviembre de 1714. Entró en su diócesis después de desembarcar en el puerto de Cartagena de Indias, en 1716, y emprendió el viaje a su destino por tierra. Poco después de su llegada comenzó su visita episcopal, que se hallaba realizando en 1717 y en Antioquia comprobó la falta de centros de enseñanza para la juventud, por lo que planteó la idea de fundar allí un colegio de jesuitas. Sus gestiones tuvieron éxito, pues el Rey concedió la fundación en Cédula del 5 de septiembre de 1722, aunque los retrasos hicieron que el obispo no conociese los inicios de su funcionamiento. Sin embargo, consiguió fondos para el mismo del vecino de Honda, José Blanco, y de otros muchos particulares de Antioquia. Probablemente, el interés por aquella región se debía a los deseos que sus habitantes tenían por liberarse de la diócesis de Popayán y formar un obispado, a lo que siempre se opuso Gómez de Nava.
En 1717 convocó un sínodo diocesano, cuyas disposiciones rigieron durante mucho tiempo la marcha de la diócesis payanesa. Pero, al mismo tiempo que su interés por el desarrollo cultural y organizativo de su obispado, manifestó su espíritu caritativo con abundantes limosnas y con la protección que dio a sus fieles en la epidemia de tabardillo que asoló la capital episcopal.
El 19 de noviembre de 1725 se le promocionó al obispado de Quito. Al año siguiente salió para su nueva diócesis y tomó posesión de ella por poderes el 8 de agosto. Su estancia en la nueva diócesis fue breve y estuvo marcada por las malas relaciones que mantuvo con el presidente de la Audiencia, Santiago Larraín, a causa de las ternas para los curatos, en que el obispo elegía siempre al segundo o al tercero de los propuestos por el presidente. Además, durante este tiempo el prelado escribió al Rey en varias ocasiones durante 1728, poniéndole de manifiesto el abandono que había de las doctrinas de los indios y los excesos que cometían los frailes. Todo ello daría lugar a varias cédulas durante 1729 para corregir aquella situación y se ordenó al presidente que vigilase los males que denunciaba el prelado. Como consecuencia se iniciaría años más tarde, cuando él ya había fallecido, una visita al corregimiento de Cuenca, de la que se encargó al oidor Pedro Martínez de Ariazala.
Sus enfrentamientos con la autoridad civil y con su propio Cabildo no fueron en detrimento de su actividad limosnera, que le caracterizó en esta diócesis al igual que lo había hecho en Popayán; así, repartió grandes cantidades de medicinas y alimentos entre los pobres de la capital. En contraposición exigió cantidades exorbitantes en los asuntos del tribunal eclesiástico y reclamó una quinta parte de la herencia de los testadores para misas y sufragios.
Su muerte se produjo de una forma inesperada, pues enfermó repentinamente el 20 de agosto de 1729 y murió al día siguiente. No quedaba olvidado para el prelado su pueblo natal, pues con sus beneficios había creado una cátedra de Gramática y tres capellanías, además de dejar varios regalos para la iglesia parroquial y para la ermita de San Illán.
Bibl.: J. M. Groot, Historia Eclesiástica y Civil de Nueva Granada, t. II, Bogotá, Biblioteca de Autores Colombianos, 1889; F. González Suárez, Historia General de la República del Ecuador, t. V, Quito, Imprenta del Clero, 1894; C. Ruigómez Gómez, L. Ramos Gómez y J. Paniagua Pérez, Documentos sobre la visita a Cuenca (Ecuador) del oidor Pedro Martínez de Arizala y su proyecto de reforma (1726-1748), Madrid, Fundación Histórica Tavera, 2000.
Jesús Paniagua Pérez