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Juan de Arregui

Biografía

Arregui, Juan de. Buenos Aires (Argentina), 27.V.1656 – 19.II.1735. Último gobernador designado por el pueblo, obispo franciscano (OFM).

En la época de iniciación de su obispado ya contaba setenta y ocho años de edad. Hacía algún tiempo que denotaba síntomas de cansancio intelectual, ya que en sus sermones en la iglesia de San Francisco solía hacer comentarios jocosos entre los fieles. En una homilía, pronunciada durante la octava de la Concepción de María Santísima, mantuvo proposiciones inadecuadas, lo que dio lugar a que aparecieran pasquines por la ciudad, con el consiguiente escándalo entre los fieles.

El 26 de julio de 1730, Su Majestad expidió el Real Despacho por el que era nombrado obispo de Buenos Aires fray Juan de Arregui, quien mantenía grandes disidencias con el cabildo secular. En carta dirigida a Su Majestad por el gobernador Zabala, éste confirma: “El 17 de abril de 1731 tomó posesión de su obispado fr. Juan de Arregui con gozo universal de todos los vecinos y habitantes de la ciudad”. Poco después de haber tomado posesión de su diócesis, el obispo Arregui se traslada a Córdoba a fin de hacerse consagrar por el obispo de esa ciudad, pero encontrándose ausente, fray Juan debió continuar viaje a Asunción del Paraguay, donde fue consagrado por el obispo fray José de Palos, franciscano.

La muerte del gobernador Ruyloba por los comuneros, el 15 de septiembre de 1733, en el campo de Guayaivity, produjo profunda conmoción. Durante varios días la provincia fue gobernada tumultuosamente por la Junta General de los Comuneros, denominada “Su Señoría el Común”, pero finalmente salió a relucir la vieja Real Provisión de 12 de septiembre de 1537, que autorizaba al Paraguay a elegir gobernantes por el voto popular. El 27 de septiembre de 1733 se puso a votación el cargo y resultó electo el obispo fray Arregui, quien aceptó, con la esperanza de pacificar a la convulsionada provincia. Pero el verdadero gobierno siguió residiendo en “Su Señoría el Común”, del que fray Arregui no era sino el promulgador de los decretos. Muchos de éstos estuvieron dirigidos a sofocar las importantes disidencias que se habían producido entre los comuneros, mediante implacables castigos a quienes habían apoyado a Ruyloba.

Del mismo modo, el gobernador fray Arregui instó a los jesuitas a abandonar los pueblos que poseían al norte del Paraná para ser reintegrados al Paraguay. Enérgicamente reconvenido por el obispo Palos que asumió la defensa de los jesuitas y sintiéndose incapaz de reprimir la anarquía, el gobernador obispo que estaba por cumplir ochenta años de edad, abandonó la provincia a pretexto de visitar su diócesis.

El cabildo de Asunción convalidaba el nombramiento.

En los documentos oficiales, Arregui figuraba como “Justicia Mayor, Gobernador y Capitán General de esta Provincia del Paraguay, electo por el Cabildo, Justicia y Regimiento, y Junta General”.

Expresión esta última que en otras oportunidades sustituye por “pueblo de esta capital”.

Resulta evidente que en esta elección no se observó ninguna de las formalidades prescritas. Ni hubo convocatorias previas por pregones, ni juramento, ni paz y sosiego: fue una proclamación improvisada, sobre un campo de batalla, por la tropa vencedora.

Constituye uno de los momentos culminantes de la Revolución Comunera. El padre Lozano, en su Historia de las Revoluciones, afirma: “Salieron ahora también con la novedad de llamar Junta General al que antes era Común; y de este cuerpo señalaron por cabeza con título de defensor a Juan Ortiz de Vergara, que por tener alguna práctica en la formación de papeles jurídicos por su oficio de Escribano, y ser muy locuaz, les pareció ser un gran letrado, que con su ciencia les podría sacar bien de los mayores empeños [...]”.

La extraña actitud de fray Juan le proporcionaba disgustos y amonestaciones por parte del virrey, así como del mismo Rey. Ocasionaba “inquietudes perjudiciales a la Paz pública”; pero su gestión, que fue aplaudida por los ediles durante su corto gobierno, logró sus objetivos, aunque las relaciones que aspiraba a mejorar empeoraron notablemente.

No hallando forma de remediar las maldades de los comuneros, su ilustrísima resolvió abandonar su cargo para atender las ovejas propias de su obispado, que era obligación más urgente. Reunió a las juntas y les comunicó su decisión. Hízoles una plática muy prolija cuya conclusión fue participarles que, reteniendo el bastón de gobernador de aquella provincia, se iba a su iglesia de Buenos Aires, para atender desde allí el reparo de la provincia del Paraguay, y conduciendo sus papeles que había dispuesto para su defensa, despacharlos a Su Majestad, informándole juntamente por su parte de la justicia e inocencia de la Junta General.

Como retenía el bastón en su persona, propuso dejar al teniente gobernador que tuviese a su cargo la provincia durante su ausencia, y nombraba al alcalde de primer voto y maestre de campo general de la provincia, Cristóbal Domínguez de Obelar, digno de su confianza como también de los comuneros.

Los cabildantes aplaudieron su regreso y celebraron agradecidos el amor que les mostraba, pero disintieron algunos de los nombramientos que realizó. Al fin prevaleció el dictamen del gobernador obispo, le entregó el bastón al teniente Cristóbal Domínguez, que era poco afecto al partido del Rey, demostrando sinceridad hacia los comuneros.

La elección de su persona se consideró como la más inteligente decisión del gobernador. El obispo gobernador, permaneció en la provincia sólo siete semanas y atento a sus obligaciones pastorales, regresó a su sede dejando al teniente gobernador Cristóbal Domínguez de Ovelar, “ultimo jefe Comunero y con el se extingue dicho movimiento tras dos siglos de vigencia”.

En el año 1735, con nuevas y expresas órdenes del virrey Castelfuerte, llega Bruno Mauricio de Zavala con una fuerza poderosa, desarman al común, adopta diversas medidas represivas, inclusive la imposición de penas capitales, y actuando en calidad de juez, declara la no vigencia de la Real Provisión de 1537. Con ello se cierra el largo período comunero de la historia paraguaya y comienza a afirmarse definitivamente el orden borbónico.

El obispo gobernador salió fugitivo de Asunción, encaminándose a Buenos Aires, donde dio cuenta de lo sucedido al virrey de Perú, de quien recibió una citación para comparecer por su mala conducta, lo mismo ante la Audiencia de Lima, y más tarde ante el Consejo de Indias, pero no respondió a ninguno de ellos debido a su avanzada edad (ochenta y dos años). Su fallecimiento en Buenos Aires, el 19 de febrero de 1735, le salvó de la severa muerte que le reservaba la Corona por su adhesión a la causa de los comuneros.

 

Bibl.: A. Zinny, Historia de los Gobernantes del Paraguay 1535-1887, Buenos Aires, mayo, 1887; P. Lozano, Historia de las Revoluciones en la provincia del Paraguay, t. I, Buenos Aires, Cabaut, 1905; V. Díaz Pérez, Las comunidades Peninsulares en su relación con los levantamientos Comuneros Americanos y en especial la Revolución Comunera del Paraguay, Asunción, 1930; A. Ballesteros y Beretta, Historia de España y su influencia en la historia universal, vol. V, Barcelona, Salvat Editores, 1949; A. Mille, Crónica de la Orden Franciscana en la Conquista del Perú, Paraguay y el Tucumán y su convento del antiguo Buenos Aires, 1212-1800, Buenos Aires, Emecé Editores, 1961; J. Pastor Benítez, Los Comuneros del Paraguay 1640-1735, Asunción, Casa Silmo, 1976; J. C. Chávez, Compendio de Historia Paraguaya, Asunción, Litocolor, 1988; R. Quevedo, “Acción Comunera del Cabildo de Asunción”, en Anuario de Historia Paraguaya (Asunción), vol. XXXII (1993); R. A. Molina, Diccionario Biográfico de Buenos Aires (1580-1720), Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 2000.

 

Olinda Massare de Kostianovsky

 

 

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