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Ambrosio de Benavides

Biografía

Benavides, Ambrosio de. Granada, 20.I.1718 – Santiago de Chile (Chile), 27.IV.1787. Militar y gobernador de Puerto Rico, Charcas y Chile, presidente de Audiencia.

Hijo de Juan Carlos de Benavides Messía Ponce de León y de María Teresa Medina Liñán y Torres, ingresó al Real Ejército en Málaga en calidad de cadete, para servir en los presidios de Ceuta y Melilla entre 1738 y 1741. Ascendido ese último año a capitán de infantería, en 1754 era sargento mayor, teniente coronel en 1760 y coronel en 1761. Ese mismo año pasó a América para hacerse cargo del gobierno de Puerto Rico, función que desempeñó con prudencia, poniendo de relieve sus dotes de administrador.

En 1769 fue destinado a Charcas como gobernador y presidente de su Real Audiencia hasta 1778. En 1780, ya con el grado de brigadier y agraciado con la orden de Carlos III, se le encargó el gobierno de Chile. El 10 de enero de ese año, el gobernador Agustín de Jáuregui había sido nombrado virrey del Perú, tras el relevo de Manuel de Guirior de ese cargo. En la misma fecha fue designado como sucesor de Jáuregui el brigadier Benavides. Tan pronto recibió Jáuregui el correspondiente despacho, se embarcó hacia el Callao, quedando el regente de la Real Audiencia Tomás Álvarez de Acevedo con el gobierno interino de Chile. Benavides, por su parte, hizo el penoso viaje desde Chuquisaca por Jujuy, Tucumán y Mendoza.

no obstante los serios quebrantos de su salud, entró en Santiago el 12 de diciembre de 1780 y el mismo día se hizo cargo del gobierno.

A pocas semanas de haber iniciado sus funciones, Benavides debió conocer un asunto de suma gravedad: una conspiración destinada a hacer de Chile un estado independiente. Más que de una conspiración, se trataba de meras lucubraciones políticas de dos franceses, Antonio Gramusset y Antonio Alejandro Berney, agricultor fracasado el primero, y profesor de latín y matemáticas el segundo. Las inquietudes advertidas en Chile en 1776, con la llamada “revuelta de las alcabalas”, la imposibilidad de España de enviar tropas por la guerra que entonces sostenía con Gran Bretaña, y el ejemplo del reciente alzamiento de las colonias inglesas de América del Norte parecieron convencer a los franceses de que existían las condiciones para lograr la independencia del territorio.

Buscaron a los posibles cooperadores en la empresa, y creyeron hallarlos en el piloto peruano Manuel José de Orejuela y en el mayorazgo chileno José Antonio de Rojas. Este último, que había sido asistente del virrey Amat y corregidor de Lampa, en Perú, debió llevar por seis años la vida de solicitante en Madrid para obtener la autorización que le permitiera contraer matrimonio con una hija de José Perfecto de Salas, fiscal de la Real Audiencia de Chile, lo cual desarrolló en él una marcada animadversión hacia el gobierno de la monarquía. Berney redactó un manifiesto con las ideas centrales del movimiento revolucionario en la hacienda de Polpaico, al norte de Santiago, propiedad de Rojas. Se proponía allí un régimen republicano, encabezado por un senado de elección popular; la abolición de la esclavitud y de la pena de muerte; la eliminación de las jerarquías sociales; el reparto igualitario de la tierra y la libertad de comercio. Denunciada la conspiración el 1 de enero de 1781, el 10 de ese mes fueron detenidos y procesados los franceses, en el más absoluto secreto.

Aunque los fiscales pidieron para ellos la pena de muerte, la Real Audiencia, convencida por el regente Álvarez de Acevedo de las ventajas de “conservar la inocencia e ignorancia del pueblo”, suspendió todo procedimiento contra Rojas y Orejuela y remitió a los presos por la vía de Lima a disposición del Consejo de Indias.

Los años iniciales del gobierno de Benavides se vieron perturbados por la guerra con Inglaterra y por los temores de una incursión enemiga sobre la costa de Chile. Esto, además de repercutir en el comercio, obligó al virrey a enviar desde el Perú hacia el puerto de Talcahuano una flotilla como elemento de prevención.

Por fin, el 31 de mayo de 1783 llegaron a Santiago las reales órdenes que daban cuenta de haberse concertado la paz con los ingleses.

El mal estado de su salud obligó a Benavides a delegar en Álvarez de Acevedo diversas materias vinculadas a la Hacienda, en tanto que el maestre de campo Ambrosio Higgins se encargó de los asuntos militares.

La colaboración prestada por el asesor letrado Alonso de Guzmán y Peralta y del laborioso secretario de gobierno Judas Tadeo de Reyes le permitieron a Benavides, no obstante sus limitaciones, mantener un eficaz control sobre el aparato administrativo. Incluso no vaciló en poner obstáculos a algunas medidas adoptadas por el regente Álvarez de Acevedo, que actuaba como subdelegado de Areche en la visita general al Perú, Chile y Río de la Plata, aunque en general ambos funcionarios se desenvolvieron muy coordinadamente.

Benavides debió conocer uno de los varios proyectos elaborados para descubrir una ciudad supuestamente fundada cerca de alguno de los lagos cordilleranos del sur de Chile por los defensores de Osorno que sobrevivieron al alzamiento indígena de 1598 o por blancos no españoles en Magallanes, la ciudad Encantada o de los Césares. A fines de 1780 llegó a Chile el peruano Manuel José de Orejuela, quien el año anterior había recibido el apoyo del ministro José de Gálvez para organizar una expedición a la misteriosa ciudad, lo que obedeció a informes recibidos en Madrid de que sus habitantes eran ingleses. Benavides, que no creía en la existencia de la ciudad perdida, sin desobedecer abiertamente las órdenes de Gálvez, le negó recursos a Orejuela.

Éste ideó un proyecto de acuñación de dos millones de pesos en monedas de cobre de ínfimo valor para hacerse de fondos y costear la expedición. Tanto el proyecto de acuñación como la expedición a los Césares fueron impugnados por los comerciantes de Santiago, y el gobernador Benavides coincidió con éstos.

La posible participación de Orejuela en la descabellada aventura de los franceses Gramusset y Berney contribuyó a sepultar el proyecto, y en 1783 el gobernador recibió instrucciones del ministro Gálvez de obligarlo “a que manifieste cuanto tuviere que decir sobre los puntos de la expedición de Césares... sin permitirle después que la ejerza”.

Benavides tuvo una decisiva intervención en el mejoramiento urbano de Santiago, con la construcción de un edificio para la casa de moneda, obra cuyos planos fueron realizados por el arquitecto italiano Joaquín Toesca. Los trabajos se iniciaron en enero de 1786, después de desechar el gobernador el terreno originalmente elegido para alzar la estructura. Impulsó, asimismo, la construcción del cabildo de Santiago, también según los planos y bajo la dirección de Toesca.

Le correspondió a Benavides, por último, implantar en Chile el régimen de intendencias, de acuerdo con las recomendaciones que en tal sentido hizo al virrey del Perú Agustín de Jáuregui y al visitador Jorge Escobedo. Por auto de 24 de diciembre de 1785, el virrey Teodoro de Croix aprobó la división de Chile en las intendencias de Santiago y Concepción, y nombró a Benavides titular de la primera y superintendente subdelegado de Real Hacienda, y a Ambrosio Higgins a cargo de la segunda. La subdivisión del territorio jurisdiccional de la intendencia de Santiago en partidos fue uno de los últimos actos administrativos del gobernador, cuyas enfermedades se agravaron considerablemente a principios de 1787. Poco antes de fallecer otorgó su testamento ante el escribano de Santiago Antonio Zenteno el 21 de febrero de 1787. Informado el rey de la rectitud de los procedimientos de Benavides, por real orden de 1 de diciembre de 1787 lo declaró relevado del juicio de residencia y dispuso que se nombrara a un ministro para que en el término de un mes oyera y resolviera las quejas que quisieran entablar los particulares contra el difunto. Nadie promovió reclamación alguna.

 

Bibl.: V. Carvallo Goyeneche, Descripción histórico-jeográfica del Reino de Chile, II, en Colección de Historiadores de Chile y documentos relativos a la historia nacional, IX, Santiago, Imprenta de “La Estrella de Chile”, 1875; D. Barros Arana, Historia Jeneral de Chile, VI, Santiago, R. Jover, ed., 1886; J. Pérez García, Historia de Chile, II, en Colección de historiadores de Chile y documentos relativos a la historia nacional, XXIII, Santiago, Imprenta Elzeviriana, 1900; J. L. Espejo, Nobiliario de la Capitanía General de Chile, Santiago, Editorial Andrés Bello, 1967; F. Silva Vargas, “La visita de Areche en Chile y la subdelegación de Álvarez de Acevedo”, en Historia, 6 (1967), págs. 153-219; P. Estellé y R. Couyoumdjian, “La Ciudad de los Césares: origen y evolución de una leyenda (1526-1880)”, en Historia, 7 (1968), págs. 283-309; M. T. Cobos, “El régimen de intendencias en el Reino de Chile. Fase de implantación, 1786-1787”, en Revista Chilena de Historia del Derecho, 7 (1978), págs. 85-106; M. T. Cobos, “Notas para el estudio de las intendencias en el Chile indiano”, en Revista de Estudios Histórico-Jurídicos, XI (1986), págs. 109-145; G. Guarda OSB, El arquitecto de la Moneda Joaquín Toesca 1752-1799: una imagen del imperio español en América, Santiago, Ediciones de la Universidad Católica de Chile, 1997.

 

Fernando Silva Vargas

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