Aguirre y Ayanz-Arbizu, Felipe Tiburcio de. Vitoria (Álava), 11.VIII.1707 – Madrid, 25.V.1767. Cortesano, académico, clérigo, pensador reformista.
Vino al mundo en Vitoria en 1707 y fue bautizado en la iglesia de San Vicente. Era hijo de Francisco Antonio de Aguirre y Salcedo, II marqués de Montehermoso, que había casado en Vitoria en 1703 con María Lorenza de Ayanz-Arbizu y Lodosa, natural de Puente la Reina (Navarra), y perteneciente a la antigua nobleza navarra, ya que su padre era II conde de Guendulain y disponía de varios señoríos. Fueron sus hermanos Francisco Tomás (1705), María Luisa (1709), Ventura Ortuño (1711), Teresa Rosalía (1712), Joaquín Gregorio (1716). Su padre fue alcalde de Vitoria en 1708, maestre de Campo, comisario y diputado general de Álava de 1711 a 1714.
Su abuela María Antonia Salcedo había trabajado en el Palacio Real para Felipe V desde 1707, y desde 1716 era aya del príncipe Carlos, futuro rey de Nápoles y de España con el nombre de Carlos III. En 1723 su padre reemplazó a su abuela como gobernador del príncipe Carlos, y después fue mayordomo de semana de S. M. la Reina y del Consejo Real de Indias. Nuevamente en 1728, fue alcalde de Vitoria.
Tiburcio, que había recibido su primera educación en palacio con su abuela, el 1 de noviembre de 1729 ingresó en el Colegio de San Bartolomé o Viejo de Salamanca, un centro creado en el XV en el que se impartía una enseñanza de Derecho que duraba al menos cuatro años, pensado para ingresar a la Universidad o para la alta burocracia de la Corona o de la Iglesia. Además de las asignaturas habituales, estudió Griego, Francés e Italiano, pero también era experto en Física y Ciencias Naturales, y tenía un laboratorio en su habitación, y una colección de minerales, plantas y animales, que iría incrementando a lo largo de su vida. Su abuela María Antonia murió en 1737, siendo enterrada en las Descalzas Reales, heredando su padre los mayorazgos de Chavarri y Viguria, y el II marquesado de Montehermoso. Luego iniciaría una ininterrumpida carrera profesional al servicio del Estado con los tres primeros Borbones: alcalde de Casa y Corte de Navarra (1740), oidor del Tribunal de la Junta del Tabaco de Navarra (1744), del Consejo de Órdenes (1747). Fernando VI le concedió el hábito de Caballero de Alcántara (1748), para el que se le hicieron las pruebas habituales. Su padre había muerto en 1745 en Madrid y el testamento demandaba que su cadáver fuera enterrado en la iglesia de Santiago de la capital, hasta que pudiera ser trasladado a Vitoria.
Tenía una gran afición por la pintura, e hizo varios retratos familiares. La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, fundada en 1744 por el marqués de Villarías, que era secretario de Estado, estaba organizada en el sector dirigente por un protector, un viceprotector, seis consiliarios y un director general. Felipe V le nombró consiliario y, luego, fue viceprotector que llevaba la relación de la institución con la Corona. También fue miembro de la Real Academia Española, Academia que tenía una mayor andadura. Ya en el reinado de Fernando VI fue nombrado en 1748 capellán de las Descalzas Reales a pesar de que no era sacerdote y parece que se le tuvo que ordenar con este fin, aunque se trata de un asunto algo confuso. Su madre, María Lorenza, testó en Madrid en 1751, muriendo poco después. Después fue nombrado sumiller de Cortina y Oratorio (1754) y ya en el reinado de Carlos III éste le encargó en 1759 que hiciera de ayo del príncipe Carlos, futuro Carlos IV.
Tiburcio fue protector de sus sobrinos en Madrid.
Francisco Javier sirvió a la Marina, luego fue Guardia de Corps, desde 1750 fue nombrado gentilhombre de Cámara y fue académico honorario de la Real Academia de Bellas Artes y de la Española. Ignacio Luis siguió los pasos de su tío: estudió Leyes en el Colegio de San Bartolomé de Salamanca, se ordenó sacerdote, fue socio de la Vascongada, siguiendo una exitosa carrera judicial como alcalde de Casa y Corte en Madrid, ministro de la Real Audiencia de Sevilla, presidente de la Real Chancillería de Valladolid, y del Consejo de Castilla. En cuanto a José María, acaso hiciera algunos estudios en la Corte, sirvió al Rey desde la milicia, y desde 1749 estuvo al servicio de Carlos de Borbón en Nápoles, donde fue Rey desde 1734 hasta 1759, cuando heredó la Corona española con el nombre de Carlos III.
Todavía participaría Felipe Tiburcio de Aguirre en otra empresa interesante. Un grupo guipuzcoano ilustrado, dirigido por Peñaflorida, presentó en 1763 a las Juntas Generales de Guipúzcoa un proyecto titulado Plan de una Sociedad de Economía o Academia de agricultura, ciencias y artes y útiles y comercio, adaptada a la economía y circunstancias particulares de la M. N. y M. L. provincia de Guipúzcoa, el cual fue aprobado pero no puesto en práctica. Esta idea fructificó, sin embargo, cuando se dio paso a un proyecto más ambicioso que abarcaba a todas las provincias vascas con el nombre de Sociedad Vascongada de los Amigos del País, cuyos Estatutos se aprobaron en Vergara en diciembre de 1764. Al año siguiente, recibió la aprobación regia, convirtiéndose en la primera Económica.
Las gestiones para su aprobación las llevó en persona don Tiburcio, que trabajaba en palacio, con la colaboración del conde de Baños, que era gentilhombre de Cámara, y de Eugenio Llaguno y Amírola y Miguel de Otamendi, que eran funcionarios de la Secretaría de Estado. Él era socio honorario de la Vascongada desde 1765, al igual que el conde de Baños.
Murió a los sesenta años de una perlesía, siendo enterrado en el claustro de las Descalzas Reales. Se le atribuye la escritura de una Crónica de la Orden de Alcántara, perdida, que no se debe confundir con la de Alonso de Torres y Tapia, del mismo título (Madrid, G. Ramírez, 1763, 2 vols.). Dejó a la posteridad una excelente biblioteca, su famosa colección de Ciencias Naturales y un laboratorio de Física, que fue adquirido por el Rey para que estudiara el príncipe.
Obras de ~: Crónica de la Orden de Alcántara (desapar.).
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Emilio Palacios Fernández