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Giovanni Batistta Tiépolo

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Biografía

Tiépolo, Giovanni Battista. Venecia (Italia), 5.III.1696 – Madrid, 27.III.1770. Pintor.

Hijo de Domenico y Orsetta. Su padre era un capitán de la Marina Mercante. Habitaban en Castello (Venecia), cerca del arsenal. Se le ha considerado el principal maestro de la escuela veneciana y uno de los mejores naturalistas del estilo rococó.

Desde muy niño mostró sus facultades como pintor y grabador. Su primer maestro fue Gregorio Lazzarini, cuyo taller frecuentaba Giovanni Battista a partir de 1717, pero también aprendió a partir de las obras de maestros anteriores como Tiziano, Tintoretto y Veronés.

A los quince años pintó varias figuras para la iglesia del Ospedaletto, en Venecia, donde usó contrastes muy marcados de luces y sombras (algo que nunca abandonó). Su estilo artístico se basaba en la creación de grandes frescos y pinturas sobre techos y paredes y, en ellos, representaba escenas de la vida cotidiana, temas místicos, bíblicos y mitológicos. Desde un primer momento, Guivanni Battista fue apoyado por el dux de Venecia (Alvise III Mocenigo) y por algunas familias nobles del Véneto.

El 21 de noviembre de 1719 se casó con María Cecilia Guardi (que contaba con nueve años de edad) y tuvieron nueve hijos, de los cuales Giovanni Domenico y Lorenzo fueron también pintores y colaboraron con su padre; el primero comenzó a trabajar con Giambattista a partir de 1740.

A partir de sus obras en iglesias rurales, en los palacios venecianos y la Catedral de Udina (1726), en los frescos de San Ambrosio y casas de Milán, en los frescos de la capilla Colleoni de Bérgamo y Verona, consiguió que su fama se difundiera pronto. Tras ese recorrido, en 1733 volvió a Venecia para decorar el Palacio Arzobispal, donde realizó un gran conjunto de escenas bíblicas. En ese momento se apreció una evolución en su estilo, con el uso de tonos menos brillantes, pero aún con contrastes.

En 1736 el conde de Tessin (ministro de Suecia) buscaba un pintor para decorar las salas del nuevo palacio real de Estocolmo y quiso que fuera Tiépolo, pero no consiguieron llegar a un acuerdo económico.

Un año más tarde, marchó a Vicenza, acompañado de su hijo Giovanni Domenico y del arquitecto Gerolamo Colonna, para decorar la Villa Valmarana, donde representó imágenes clásicas y escenas homéricas, que construían la poesía preferida de la época, con la combinación de belleza y alegría. Entre 1737 y 1739 regresó a Venecia para trabajar en la Iglesia de Santa María del Rosario (hoy iglesia de los Dominicos de la Zattere), donde destacó el éxito de sus pinturas.

En la misma época (1739), aceptó decorar la Scuola Grande dei Carmini. Durante todo este tiempo, Giovanni Battista reunió una fortuna considerable.

En 1750 marchó de Venecia hacia Wurzburgo (Baviera), donde trabajó durante tres años para el palacio del príncipe-obispo de Franconia Oriental, Carlos Felipe de Greiffenklau. El palacio fue construido por el arquitecto Juan Baltasar Neumann con un estilo rococó y Tiépolo cubrió con sus frescos la inmensa bóveda del palacio con una mezcla mitológica al servicio de la religión.

Al finalizar sus obras en Wurzburgo, regresó a Venecia, donde comenzó a decorar el Palacio Rezzonico, el techo de la Iglesia de la Piedad (1754-1760) y, después, el Palacio Labia (1757), que destacó por el libre discurso de sus pinturas. En 1761 pintó el techo del Palacio Canossa, en Verona, y la sala de honor de la villa de Strá (Venecia). Desde su llegada de Alemania, su obra maduró al presentar una distribución más clara y mejor entendida de las alegorías.

Durante su período veneciano, fue uno de los fundadores y el primer presidente de la nueva Academia de Pintura y Escultura (cuyo reglamento estaba fechado en 1755).

En 1761 Giovanni Battista (que contaba con sesenta y seis años de edad) fue llamado por el rey Carlos III a la Corte española y acudió junto a sus dos hijos artistas, Giovanni Domenico y Lorenzo, el 31 de marzo, dejando en Venecia a su mujer y cuatro de sus hijos; viajó durante dos meses, se detuvo en Barcelona y entró en Madrid el 4 de junio de 1762. Se le encomendó la decoración de los techos del Palacio Real, con el sueldo de 2.000 doblones al año. Durante cinco años, pintó los techos de la antecámara, la sala de guardias alabarderos y el salón del trono; en este último destacó la imagen alegórica de la Monarquía española, homenajeada desde las cinco partes del mundo, donde llevó a cabo un movimiento continuo de nubes, columnas, tronos, ángeles, animales exóticos, conquistadores y diversas figuras, con el uso del brillo cristalino. En la sala de guardias, representó a Eneas, conducido al templo de la inmortalidad.

Desde el primer momento, sus obras fueron comparadas con las de Veronés o las de Rubens por la armonía en la combinación de figuras y nubes hasta llegar a una bóveda; sus techos eran de gran calidad artística y tenían un efecto ilusionista que engañaban a la vista, ya que parecían abiertos al cielo. De esta forma, Giovanni Battista Tiépolo se convirtió en uno de los máximos representantes de la pintura del siglo XVIII en España.

En el Palacio Real de Madrid trabajó junto al pintor alemán Antón Rafael Mengs; entre ambos pintores existía una rivalidad que llegó al desprecio mutuo, desde el punto de vista personal, pero también en el arte, ya que ambos tenían dos concepciones contrapuestas del mismo: Tiépolo representaba el rococó, más allá de lo barroco y Mengs respondía al neoclasicismo.

Al parecer, el monarca hizo llamar a Tiépolo a Madrid para que otorgara a las salas del nuevo palacio el color y las formas (propias del último barroco italiano) que Mengs no era capaz de darle.

En torno al año 1766 acabó los techos del palacio y quedó satisfecho. En una carta que envió a Múzquiz el 4 de enero de 1767 expuso que estaba encantado de servir al rey en Madrid, donde se quedó hasta su muerte.

Paralelamente, Giambattista y todos los pintores que recibían sueldo del Rey intervinieron en la Academia de Bellas Artes de San Fernando a partir de septiembre de 1766.

Más tarde, el arzobispo de Tebas (fray Joaquín de Eleta) le encargó siete lienzos para los siete altares del Convento de San Pascual, en Aranjuez, pero no consiguió verlos colocados porque se expusieron después de su muerte, en 1772; unos años después, los lienzos fueron reemplazados por obras de Mengs, Bayeu y Maella.

Tras acabar los cuadros para Aranjuez, el rey Carlos III le encargó la pintura de la cúpula de la Colegiata de La Granja y, en relación a ello, se encontraron cinco dibujos que el artista no llegó a plasmar en la colegiata debido a su fallecimiento.

Los tonos pastel, la luminosidad y la plasticidad de su estilo siguieron siendo populares incluso después de que los arquitectos levantaran edificios mucho más austeros de corte neoclásico.

Giovanni Battista no era partidario de aprender el arte en los libros, sino a partir de su forma de ver la vida y quiso que sus hijos hicieran lo mismo y, a pesar de que los hijos carecían del enorme talento del padre, consiguieron convertirse en pintores distinguidos.

Tiépolo murió de forma repentina en su casa de la plazuela de San Martín, en Madrid, el 27 de marzo de 1770 y fue enterrado en secreto (por no haber podido recibir los santos sacramentos) en uno de los nichos de la bóveda del Santísimo Cristo de los Milagros, en la Iglesia de San Martín, donde, más tarde, desapareció su tumba porque la iglesia fue derribada y sus restos se perdieron.

 

Obras de ~: El martirio de san Bartolomé, 1722; Sara y el arcángel, 1726-1728; Raquel escondiendo los ídolos domésticos, 1726-1728; Agar é Ismael en el desierto, 1732; Virgen del Carmen, 1732; El juicio de Salomón, 1733; La predicación de san Juan Bautista, 1733; La Asunción, 1735; El sacrificio de Ifigenia, 1737; Ulises en la isla de Calipso, 1737; Santo Domingo bendice a un seglar, 1739; Santo Domingo en la Gloria, 1739; Telémaco y Mentor, 1740; Fresco representando la traslación de la Santa Casa de Loreto, 1743; San Patricio curando a un enfermo, 1743; Santa Catalina de Siena, 1743; Techo de la Iglesia de los Descalzos, 1743-1744; Mecenas presentando a Augusto las Artes Liberales, 1745; Jesús subiendo al calvario, 1748; Martirio de santa Águeda, 1750; Encuentro entre Antonio y Cleopatra, 1750; Venecia recibe el homenaje de Neptuno, 1750; El festín de Cleopatra, 1751-1753; Investidura del obispo Harold como duque de Franconia, 1752; La adoración de los reyes, 1753; El triunfo de la fe, 1754; El minué, 1754; Las virtudes teologales, 1754; Enrique III de Francia visitando á Federico Contarini, 1755; La visión de santa Ana, 1759; Mujer con un mandolín, 1760; Rinaldo y Armida, 1760; Frescos del Palacio Real de Madrid, 1764; La majestad de la Monarquía española, 1764; La Concepción, 1767-1769; San Pascual Bailón, 1767-1769; Abraham y los tres Ángeles, 1770.

 

Bibl.: F. J. Sánchez Cantón, “Tiépolo en Madrid”, en Arte Español, VII (1924); Juan Bautista Tiépolo en España, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas-Instituto Diego Velázquez, 1953; VV. AA., Enciclopedia Universal Ilustrada, t. 61, Madrid, Espasa-Calpe, 1958, págs. 893-907; C. Semenzato, Juan Bautista Tiépolo, Buenos Aires, Codex, 1964; J. F. Martín Sánchez y M. R. Tejedor (dirs.), Tiépolo, Madrid, Sedmay, 1979; M. Levey, Giambattista Tiépolo: la su avita, la sua arte, Milán, Mondadori, 1988; R. Guerra de la Vega, “La Arquitectura del cielo: Giambattista Tiépolo en el Palacio Real de Madrid”, en Reales Sitios: Revista del Patrimonio Nacional, n.º 100 (1989), págs. 21-28; K. Cristiansen (ed.), Giambattista Tiépolo, 1696-1770, Nueva York, Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, 1997; A. Rodríguez, “La iconografía de J. B. Tiépolo en el Palacio Real de Madrid: entre el imaginario barroco y la razón ilustrada”, en M. Torrione (dir.), España festejante: el siglo xviii, Málaga, Diputación, 2000, págs. 431-440; C. Eschenfelder, Giovanni Battista Tiépolo, 1696-1770, Colonia, Könemann, 2000; A. Pagden, “La Monarquía española en el siglo xviii: a propósito de los frescos de Giambatistta Tiépolo”, en Reales Sitios: Revista del Patrimonio Nacional, n.º 148 (2001), págs. 2-9.

 

Gema Rivas Gómez-Calcerrada

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