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José Moreno Fernández

Biografía

Moreno Fernández, José. Osuna (Sevilla), 20.VIII.1823 ‒ Sevilla, 5.VIII.1899. Médico.

Era hijo de Andrés Moreno y de Josefa Fernández, cordobeses afincados en la ciudad de Osuna. Realizó sus estudios de Medicina en la Facultad correspondiente de la Universidad Literaria de Sevilla entre los cursos académicos 1840-1841 y 1842-1843 obteniendo en todos ellos la calificación de sobresaliente. Sus profesores fueron el modesto claustro de la Facultad de Medicina: Joaquín Palacios Rodríguez, Manuel Campos Vallejo, Serafín Adame de Vargas Jiménez y Fernando Vida Pérez.

En el curso solar de 1843-1844 inició sus estudios de Clínica, terminándolos en el de 1844-1845. En ambos cursos obtuvo igualmente la calificación de sobresaliente.

En agosto de 1843 alcanzó el grado de bachiller en Medicina, en octubre de 1845 el de licenciado y en febrero de 1848 el de doctor. Simultáneamente cursó estudios de Filosofía, cuyo grado de bachiller logró en octubre de 1845 y primer curso de Jurisprudencia en 1846-1847. Entre 1849 y 1866 aprobó las asignaturas correspondientes a la licenciatura en Ciencias Físico- Matemáticas y Naturales, así como estudios quirúrgicos en Cádiz, lo que le permitió obtener su licenciatura en Medicina y Cirugía. Compatibilizó sus estudios trabajando como escribiente en la secretaría de la Universidad de Sevilla entre 1841 y 1850. Cuando en 1856 se constituyó en Colegio de Médicos de Sevilla, se le nombró secretario de Gobierno y dos años después se le encargó que pronunciara el discurso de apertura. Más adelante y durante varios años, ocupó el cargo de diputado 2.º en esta misma institución. Fue subdelegado de medicina del tercer distrito judicial y médico forense del juzgado número 3 de Sevilla.

Cuando en 1843 se produjo el cierre de la Facultad de Medicina de la Universidad Literaria de Sevilla y se implantó en esta ciudad el Colegio de Prácticos en el arte de curar, se le nombró disector anatómico con carácter interino. En 1848 obtuvo en virtud de oposición la condición de Regente de 2.ª clase en la asignatura de Geografía y dos años después en la de Historia, lo que le permitió ser, entre 1849 y 1866, catedrático de Geografía e Historia en el Colegio privado San Alberto de Sevilla. Entre 1851 y 1854 fue sustituto en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Sevilla. En el verano de este último año se desencadenó una epidemia de cólera en Sevilla y Moreno Fernández se encargó de atender a los enfermos de la parroquia de San Lorenzo, posiblemente por su condición de médico titular de la Beneficencia Municipal; deseoso de mejorar su conocimiento de la enfermedad el día 26 de julio se trasladó al barrio de Triana con el objetivo de estudiar a un mayor número de enfermos. El resultado más significativo fue reforzar su posición vitalista y antiexperimentalista.

Cuando en 1868 se creó la Escuela Libre de Medicina y Cirugía de Sevilla por decreto de la Junta provincial revolucionaria y a iniciativa de un miembro de la misma, Federico Rubio y Galí, a Moreno Fernández se le encargó en primera instancia la enseñanza de la Terapéutica, materia médica y arte de recetar, para casi de inmediato pasar a ocupar la Cátedra de Fisiología.

En la sesión constitutiva de esta Escuela se le nombró igualmente secretario, cargo que ocupó hasta 1874. En enero de 1869 fue nombrado catedrático de Anatomía Pictórica en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla.

Moreno Fernández junto con Rafael Ariza Espejo, el catedrático de Histología, fueron los protagonistas de la primera gran crisis sufrida en el seno de la Escuela. Se trató de una viva controversia planteada a comienzos de 1872 por Ariza tras su regreso de un viaje científico que había realizado por Francia, Bélgica y Alemania. Tras hacer un pormenorizado relato de los resultados de este viaje, terminó este aspecto de su informe mostrando su admiración por el “método científico” usado en Alemania.

Defendió la necesidad de introducir en la Escuela cuantos adelantos se venían empleando para la docencia y la investigación en el mundo germánico y planteó la necesidad de hacer desaparecer “ciertos obstáculos tradicionales que en la Escuela se oponían a todo progreso”.

José Moreno Fernández era, para Rafael Ariza, ese gran obstáculo a remover, acusándole de que no impartiese lecciones experimentales de Fisiología a la manera como lo hacía Claude Bernard en París. Moreno Fernández se defendió aceptando las críticas de Ariza, si bien argumentando que las carencias señaladas por aquél eran producto de las dificultades y nunca de una mentalidad antiexperimentalista.

El análisis de esta polémica pone de manifiesto algunas cuestiones de cierto interés. En primer lugar, la más sólida y firme posición de Moreno Fernández en el seno de la Escuela que bien pronto consolidó su “territorio docente”, sin que ninguna circunstancia le incomodase durante estos años. Posiblemente su condición de secretario le ayudó a consolidar este espacio y desde luego no puede considerarse a Ariza como un hombre “indiscutible” a la manera en que lo fue Moreno.

Por otra parte permite constatar, a través de su explícito reconocimiento, que la enseñanza de la Medicina en Sevilla presentaba notables carencias y desde luego se apartaba de ese desideratum que aspiraba a enseñar las disciplinas experimentales con el propio método experimental, es decir, utilizar para la docencia sus propias herramientas intelectuales y técnicas. Así mismo se pone de manifiesto la confrontación entre dos modelos de reclutamiento del profesorado: para Moreno Fernández la legalidad estatutaria, en definitiva el que se impone; para Ariza la legitimidad intelectual. Finalmente debemos tomar en consideración los perfiles de los contendientes para entenderla mejor: Moreno Fernández era un ultra conservador cargado de prejuicios morales, que por aquellos años mantenía una posición vitalista dentro del campo de la fisiología, lo que significaba un serio obstáculo epistemológico para el cultivo de una fisiología experimental, con una relativa formación en idiomas modernos (sólo hay constancia de que conociera el francés) y muy provinciano; por el contrario, Ariza mantuvo posiciones más progresistas (parcialmente evolucionista que se movió en Sevilla dentro de los círculos racionalistas y positivistas), conocedor de varios idiomas (leía francés, inglés, italiano y alemán) e hizo del viaje científico (se sabe que en aquellos diez últimos años había realizado tres viajes al extranjero) un poderoso instrumento para comunicarse con Europa.

En 1875 leyó su discurso de ingreso en la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla con el título Unidad de plan que se descubre en las maravillas de la Creación, que fue contestado por Ramón de la Sota y Lastra, un preeminente católico y de talante político conservador.

Esta institución sevillana, altamente conservadora, tenía en sus bases sociales notables y combativos eclesiásticos y civiles y pronto se convirtió en un bastión desde el que se condenaron las modernas teorías biológicas.

En este discurso Moreno Fernández reafirma su condición de creyente, condena el ateísmo, adopta una posición “creacionista” (la naturaleza y sus leyes obedecen a un plan divino y el origen de la vida es el Ser Supremo), defiende que el estudio de la naturaleza conduce inevitablemente a demostrar la existencia de un “Supremo Hacedor” y que la verdadera Ciencia es incompatible con la negación de un Ser superior. Su pensamiento puede muy bien quedar reflejado en la siguiente sentencia: “El mundo es hoy como ha sido siempre, desde su creación por el Divino Hacedor”.

En 1875, tras superarse una segunda crisis motivada por la amenaza de cierre de la Escuela y nacer la Escuela Provincial de Medicina y Cirugía de Sevilla, Moreno Fernández fue confirmado como catedrático de Fisiología, situación que mantuvo hasta que por Real Orden de 21 de mayo de 1879 fue nombrado, en virtud de oposición, catedrático de esta misma disciplina en la Universidad de Valladolid. No llegó a desarrollar ninguna actividad en dicha Universidad, ya que por nueva Real Orden de 28 de julio se le trasladó nuevamente a la Escuela sevillana. Tras la muerte en 1887 de Antonio Rivera Ramos, el director de la Escuela desde 1875, José Moreno Fernández le remplazó y el cargo lo ocuparía desde el 13 de septiembre de 1887 hasta la fecha de su fallecimiento en 1899. Desde la dirección de la Escuela fue el promotor de diversas publicaciones que pretendían dar a conocer la labor docente y asistencial que se desarrollaban en el seno de la misma, así como organizador de ciclos de conferencias dadas por sus propios profesores que, igualmente, luego tendrían una expresión editorial. El propio Moreno Fernández participó en estas conferencias.

El día 28 de octubre de 1887 José Moreno Fernández pronunció, en la Escuela Provincial de Medicina de Sevilla de la que era su director, una conferencia en la que hizo una defensa del método experimental y con talante algo pretencioso decía: “[...] yo, sacrificando una mona, inauguré en España el primer curso de Fisiología experimental”; pero no realizó —al menos no publicó— trabajo alguno sobre fisiología experimental.

Esta defensa hay que entenderla como un componente retórico de su discurso. Un año más tarde en el seno de esta misma institución, dictaba otra haciendo un planteamiento anticientífico, cargado de prejuicios morales, del grave problema social que representaba la tuberculosis.

Tras descalificar, por insana, toda actividad sexual que se aparte de “este bello ideal del instinto copulativo”, termina diciendo “Pero, donde es casi segura la producción de esta enfermedad, bajo las mismas condiciones que acabo de referir, es en el desgraciado que, para excitar su lujuria y buscar el placer venéreo, tuerce horriblemente su razón, produciéndose la ficción, a todas luces imposible, de que un ser pertenece a sexo diferente del que es en realidad”. Para Moreno Fernández la homosexualidad, además de ser “repugnante”, era pasaporte seguro para adquirir la tuberculosis. El carácter contradictorio de su pensamiento es evidente.

Nada más acceder a la dirección de la Escuela Moreno Fernández inició una serie de reformas para las que contó con el apoyo de la Diputación Provincial, ente gestor y financiador de dicha Escuela de Medicina.

Estas reformas hay que enmarcarlas dentro de un ciclo de crisis institucional, fundamentalmente de carácter económico (disminución de ingresos por tasas de matriculación, déficit presupuestario), que se había iniciado en el curso 1882-1883, momento en que cambió la tendencia expansiva que había experimentado desde su creación en 1868. La reforma de la Policlínica —que venía funcionando desde 1878— estuvo plenamente implantada en el curso académico 1888-1889 y consistió en una ampliación del número de clínicas, un aumento del profesorado adscrito a cada una de ellas, una mejora en la recogida de información clínica y una mejora organizativa con el objetivo de compatibilizar sus horarios con los de las clases de los estudiantes. Por otra parte, bien avanzado este curso académico, se equipó modestamente un laboratorio histoquímico con la pretensión de mejorar los diagnósticos, lo que significó la introducción de la medicina de laboratorio en su aplicación clínica.

Tuvo una práctica médica privada que se nutría de la burguesía sevillana. Contó con el aplauso del sector más conservador de los médicos, pero también con la enemistad de otro grupo que criticó su nepotismo ejercido fundamentalmente en el seno de la Escuela de Medicina. A principios de 1896, nada más descubrir Röntgen los rayos X, se interesó por esa gran novedad técnica. No dispuso de mucho tiempo para familiarizarse con esta práctica diagnóstica. Falleció en Sevilla el 5 de agosto de 1899.

 

Obras de ~: Del cólera, sus caracteres, origen y desenvolvimiento, causas, naturaleza y curación: historia de esta enfermedad durante la invasión que ha sufrido Sevilla en 1854, con algunas consideraciones generales sobre el mismo padecimiento, tomadas de su estudio en los diferentes pueblos que ha recorrido, Sevilla, Imprenta-Librería Española y Extranjera, 1855; “Ideas generales sobre la terapéutica. De la indicación”, en La Crónica Médica (LCM), 1 (1864), págs. 113-114, 121-123, 129-132 y 305-306; “De la sangría como medio terapéutico”, en LCM, 2 (1865), págs. 131-133 y 145-147; Historia de dos hombres-niños o niños detenidos en su desarrollo físico y moral e intelectual, Sevilla, Rafael Tarascó, 1874; “Elogio póstumo”, en Sesión literaria acordada por la Junta de Profesores en honor del que fue su director el doctor Antonio Marsella y Sierra, Sevilla, Imprenta de D. Rafael Tarascó y Lassa, 1875, págs. 25-31; “Origen del movimiento en la materia organizada”, en El Siglo Médico, 24 (1876), págs. 294-295; Cervantes y Sevilla, Sevilla, La Andalucía, 1877; “Las alucinaciones en relación con el sentimiento religioso y la legislación, con el arte y con la historia”, en Academia Sevillana de Buenas Letras, Memoria y discursos leídos en la solemne inauguración del año académico CXXVIII el 10 de noviembre de 1878, Sevilla, Imprenta de Francisco Álvarez y Cía., 1878, págs. 33-56; “A los alumnos. Preliminares del traductor”, en A. Kölliker, Elementos de Histología Humana, trad. de ~, Sevilla, Tarascó, 1878, págs. VII-XIII y 14-24; Lecciones de Fisiología General, Sevilla, Imprenta de D. Rafael Tarascó, 1879; El espíritu de Claudio Bernard como fisiólogo y como médico, Sevilla, Imprenta y Litografía de Carlos M. Santigosa, 1880; “De los modos de aplicar al estudio de la medicina el método experimental”, en VV. AA., Conferencias leídas por los profesores. Curso de 1887 a 1888, Sevilla, Imprenta de Díaz y Carballo, 1888, págs. 3-16; “Discurso resumiendo las conferencias pronunciado por el Director de la Escuela”, en VV. AA., Conferencias científicas leídas por los profesores. Curso de 1887 a 1888, Sevilla, Imprenta de Díaz y Carballo, 1888, págs. 187-191; “La tisis tuberculosa bajo en concepto social”, en VV. AA., Conferencia científicas leídas por los profesores en la Escuela de Medicina de Sevilla. Curso de 1888 a 1889, Sevilla, Imprenta Díaz y Carballo, 1889, págs. 5-43 (ed. parcial de J. Molero, Madrid, Ministerio de Sanidad y Consumo, 1987, págs. 51-67); “[Unidad de plan que se descubre en las maravillas de la Creación]”, en VV. AA., Discursos leídos ante la Real Academia Sevillana de Buenas Letras en las recepciones públicas de sus individuos, vol. III, Sevilla, Imprenta de E. Rasco, 1890, págs. 141-166; Cuadros biológicos, Sevilla, [Imprenta Almudena 5], 1891; “Conclusión”, en VV. AA., Trabajos prácticos y estadística. Curso de 1894 a 1895, Sevilla [Imprenta Almudena 5], 1895, págs. 197-200.

 

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Juan Luis Carrillo Martos