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Francisco Bravo

Biografía

Bravo, Francisco. Osuna (Sevilla), c. 1525 – México, c. 1595. Médico.

Nacido en Sevilla en fecha no determinada, debió de realizar parte de sus estudios médicos en Alcalá, aunque se graduó en Medicina en Osuna entre 1548 y 1551.

En 1553 regresó a Sevilla, donde ejerció durante algunos años como médico y adquirió una notable experiencia clínica. Su llegada a América se produjo en la década de 1560 asentándose en México al servicio de la población hispana de la colonia. En 1570 se incorporó al claustro de la Universidad de México y en 1578 fue nombrado protomédico. En la capital de Nueva España tuvo ocasión de reanudar su trato con Francisco Cervantes de Salazar, discípulo y amigo de Luis Vives, e introductor del pensamiento humanista en la colonia.

Bravo había conocido al cronista en Osuna y en México tuvo ocasión de frecuentar su relación como muestra en la dedicatoria de su libro; según F. Guerra debió de servirse también de su biblioteca para completar su formación teórica. En 1570 publicó Bravo, en la imprenta del normando Pedro de Ocharte (Pierre Ochart) que también había trabajado para Cervantes de Salazar, su Opera medicinalia que es el primer texto médico impreso en el continente americano.

El primero de los libros que componen el volumen se dedica al tabardillo, una de las “enfermedades nuevas” que mayor incidencia tuvo en su tiempo y que se identifica con el tifus exantemático. Confirmada su existencia en América antes del Descubrimiento, en el quinientos la epidemia tenía unas características clínicas y epidemiológicas que se confundían con las padecidas en Europa. Bravo, que había asistido a enfermos tanto en España como en México, reúne una abultada serie de autores antiguos y modernos para comentar tanto la esencia de la enfermedad como sus síntomas, curso evolutivo y tratamiento. Su descripción no es inferior ni en erudición libresca ni en capacidad de observación a las monografías que a la enfermedad dedicaron Luis de Toro, Alonso López de Corella y Luis Mercado en 1574. Sin embargo, a pesar de permanecer “recluido en una isla científica” como gráficamente afirmara Somolinos, no pudo ignorar Bravo algunos de los elementos más singulares del medio donde desarrolló su actividad. Así, al referirse al origen de la enfermedad, describe con un cierto detalle las condiciones geográficas de la ciudad México, entre lagunas y canales, en un muy rudimentario relato de topografía médica. El valor de este texto, iniciático en la historia de los estudios sobre el medio geográfico americano y su relación con la medicina, se desenvuelve en la tradición hipocrática que relacionaba el entorno físico con la aparición y desarrollo de las enfermedades populares o epidémicas.

Los libros siguientes de la Opera se ocupan de dos asuntos recurrentes en la preocupación de los médicos más dependientes de la tradición galénica. El segundo representa la intervención de Bravo en la polémica que, desde principios del quinientos, se venía produciendo en torno a la conveniencia, en la pleuritis o “dolor de costado”, de sangrar del mismo lado (galenismo humanista) o del contrario (galenismo arabizado).

Escrito en forma de diálogo entre dos personajes, la elección de este modo expositivo constituye una declaración expresa de su vinculación con las corrientes humanísticas. En la polémica había intervenido en 1539 Nicolás Monardes, quien recomendaba una posición conciliadora de las posiciones enfrentadas.

Bravo contradecía esta solución del médico sevillano desde una lectura detenida de la obra de Galeno y, aunque citaba la contribución que había hecho a este asunto Vesalio en su Epistola docens (1539), fundamentaba sus razonamientos en la obra de Galeno.

Precisamente, el texto se acompañaba de un grabado muy esquemático de la vena impar (la vena ácigos) en que señalaba expresamente su seguimiento de De usu partium de Galeno. El tercer libro es una reafirmación de la doctrina hipocrática de los días críticos, según la cual la evolución de las enfermedades se producía según una periodicidad no caprichosa, que se repetía de manera habitual. Su defensa de la doctrina tradicional se producía en un momento en que el papel de la Astrología hacía depender los cambios en la enfermedad no tanto de su propio curso como de la influencia estelar, por ello concluía su escrito haciendo una expresa petición para que en los casos dudosos se respetase la doctrina tradicional.

El cuarto y último libro describe las diferencias entre la zarzaparrilla europea (Smilax aspera L) y la mexicana (Smilax aristolochiifolia Miller). Andrés Laguna, en su edición de Dióscorides, había asegurado que no era preciso ir a América para obtener la planta que era conocida desde antiguo en Europa. Bravo califica de “absurda” esta afirmación que rebate con diversos argumentos y dos grabados que reproducen cada una de las plantas. Mientras para el ejemplar europeo se adapta la imagen que aparecía en las obras de Mattioli y Laguna, la zarzaparrilla mexicana es resultado de la capacidad herborizadora del propio Bravo y de la habilidad del grabador local.

Bravo acredita a través de su obra un nivel de conocimientos librescos notable y un interés por algunos de los problemas médicos de su época en plena sintonía con las preocupaciones que en Europa inquietaban a otros muchos profesionales. Sin embargo, esta vinculación con la tradición científica del Viejo Mundo le hizo poco permeable a las novedades de la cultura y la sociedad indígenas, de modo que en su obra no se encuentran apenas testimonios de interés hacia las múltiples novedades que ofrecía el Nuevo Mundo a los ojos de los europeos. Frente a la atención que a la realidad americana mostraron otros autores como Pedro Arias de Benavides, Agustín Farfán o Francisco Hernández, Bravo disertó o polemizó siempre desde una fidelidad absoluta a los principios humorales de la medicina galénica y fundamentó sus criterios en una erudición que se nutría de los autores médicos (Hipócrates, Galeno, Oribasio, Avicena, Rasis) más seguros para la tradición médica europea, aunque no faltasen entre ellos algunos más modernos como Fracastoro o el ya citado Vesalio.

La Opera medicinalia une a su significación en la historia de la Medicina americana (primer libro de Medicina, primeras ilustraciones médicas) su rareza bibliográfica. F. Guerra, en la introducción que acompaña a su edición facsimilar de 1970, comenta con detalle las peculiaridades relacionadas con la impresión (importación del papel, marcas de agua, impresor, xilograbados), y G. Somolinos d’Ardois ha relatado las azarosas vicisitudes que siguieron los escasos ejemplares conservados.

 

Obras de ~: Opera medicinalia, in quibus quam plurima extant situ medico necessaria in 4 libros digesta, que pagina versa continentur, Mexici, apul Petrum Ocharte, 1570 (ed. facs., London, Dawson of Pall Mall, 1970, con est. intr. de F. Guerra).

 

Bibl.: A. Hernández Morejón, Historia Bibliográfica de la Medicina Española, vol. III, Madrid, Viuda de Jordán e Hijos, 1842-1852, págs. 165-169; S. Jarcho, “Medicine in Sixteenth-century New Spain as illustrated by the writings of Bravo, Farfán and Vargas”, en Bulletin of the History of Medicine, 31 (1957) págs. 425-441; G. Somolinos d’Ardois, “Francisco Bravo y su ‘Opera Medicinalia’”, en Anales de la Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y de la Tecnología, 2 (1970), págs. 117-144; F. Guerra, Epidemiología americana y filipina, 1492-1898, Madrid, Ministerio de Sanidad y Consumo, 1999, págs. 9-92.

 

Antonio Carreras Panchón

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