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Fernando Rodríguez-Fornos González

Biografía

Rodríguez-Fornos González, Fernando. Salamanca, 3.II.1883 – Valencia, 8.XI.1951. Médico, catedrático, internista.

Cursó los estudios de Medicina en la Facultad de Salamanca, asistiendo durante toda la carrera a diferentes cátedras y más concretamente y asiduamente a la de Patología Médica. En 1904, se presentó al examen de licenciatura obteniendo el Premio Extraordinario.

En 1905 accedió al grado de doctor, en la Universidad de Madrid, tras la lectura y defensa de la tesis Patogenia y terapéutica de la enfermedad de Basedow. Tremendamente trabajador y estudioso, comenzó a destacar de inmediato y prueba de ello es que siendo muy joven, en 1911 obtuvo, por oposición, la Cátedra de Clínica Médica de la Facultad de Medicina de Valencia. Su empuje fue brutal y sus ganas de trabajar enormes, por lo que gracias a estas virtudes en 1917 fue nombrado director del Instituto Médico Valenciano. Pensionado por la propia Universidad, en 1925 se desplazó a Estados Unidos y más concretamente a la Clínica de los hermanos Mayo para estudiar la organización de la enseñanza en dicho país, ya que su ilusión era implantar en Valencia un sistema de estudios muy similar a los más avanzados del mundo en esos momentos, con independencia de los modelos europeos que conocía perfectamente. Al comenzar la Guerra Civil se ausentó de Valencia y se instaló en Salamanca donde desde 1937 hasta su final desempeñó la Cátedra de Patología y Clínica Médicas de la Facultad de Medicina en esta ciudad.

Rodríguez-Fornos destacó como un magnífico clínico para el que la historia clínica y la exploración física eran fundamentales para llegar al correcto diagnóstico del paciente. De gran capacidad docente, destacó por su fácil palabra y claridad en la exposición, produciendo una profunda atracción entre sus alumnos y médicos que acudían a sus clases. Profundo conocedor de la medicina interna en toda su extensión, sobresalió por sus observaciones en el ámbito de la patología infecciosa, donde abordó patologías muy diversas.

En relación a la fiebre reumática, llamó la atención del aumento de frecuencia de las formas larvadas y de las atípicas, responsables de un diagnóstico tardío. A la primera fase de la enfermedad, la denominó con gran sentido clínico “fase clínica por excelencia para la terapéutica específica”, convencido de que durante esta fase la enfermedad era curable y reversible mediante salicilatos.

Sin embargo, advirtió que el médico no puede esperar hacer siempre el diagnóstico de tal enfermedad basándose en los síntomas clásicos, los cuales no se presentaban con cierta frecuencia. En cuanto a la fiebre de malta, de la que tenía una gran experiencia, destacó la importancia de las formas hiperpiréticas y dentro de ellas las que cursaban con un estado tífico muy característico y aquellas otras no sintomatológicas que creaban dificultades diagnósticas.

Inquieto con el desarrollo de las especialidades médicas, destacó también por ser uno de los iniciadores de la Geriatría española, especialidad poco o nada tenida en cuenta dada la corta esperanza de vida de los españoles.

Mejorada ésta, fue sensible junto a otros eminentes médicos de su época como Carlos Blanco Soler y Manuel Beltrán Báguena de la importancia que adquiriría prontamente esta especialidad que empezaba a desarrollarse con fuerza en otros países del entorno con una esperanza de vida mayor. Muy en la línea de la imparable realidad procedente de los países anglosajones con respecto a la implantación de las especialidades médicas, en 1942 fue, junto a Carlos Jiménez Díaz, Manuel Díaz Rubio, Juan Andreu Urra, Antonio Azpitarte Rubio, Luis Trías de Bes, José Antonio Lamelas González, Juan Codina Altés y José Cruz Auñón, entre otros, uno de los fundadores de la Sociedad Española de Cardiología, llegando a ser el presidente del III Congreso Nacional de Cardiología que se celebró en Valencia. A pesar de esta visión de las especialidades médicas, nunca dejó de preconizar la idea de que la medicina interna debía compartir con ellas las responsabilidades ante los pacientes y ninguna había de ir por su lado de forma independiente.

En Valencia fue una auténtica institución, no sólo como médico sino por su poder e influencia política durante muchos años. Como médico, destacó creando una importante escuela en unos momentos difíciles de la vida española y académica, saliendo de ellas multitud de médicos muy bien formados, entre los que cabe destacar algunos como Javier Rieta Sister y José Almela Guillén. Desde el punto de vista social, fue una verdadera institución y persona de mucho poder ya que desempeñó importantes cargos académicos además de la influencia política de la que gozaba. Realizó un conjunto de publicaciones entre las que destacan sus libros Tratado de Patología Interna, La insuficiencia aórtica, Los electrocardiogramas y Terapéutica digitálica. Sus contribuciones escritas lo fueron sobre materias muy diversas pero, ante todo, sobre las enfermedades infecciosas, escribiendo artículos, además de sobre la fiebre de malta y las tifoideas, sobre encefalitis letárgicas, fiebre reumática o anquilostomiasis. Igualmente son de destacar sus publicaciones sobre diversos tipos de cardiopatías, ante todo, las de carácter reumático. Realizó dos publicaciones que produjeron mucho interés en su época, como fueron las referidas a la actividad y organización de la enseñanza de la Medicina en los Estados Unidos y a las enseñanzas de la guerra en el estudio de la biogénesis de la emoción. Gran publicista, fue un asiduo escritor en una de las revistas médicas que más impacto tuvo en la España de esos años como fue Gaceta Médica, de la cual él era uno de sus redactores más destacados.

En 1930 fue nombrado decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valencia, de la que más tarde sería rector en dos ocasiones, entre 1934 y 1936 y entre 1941 y 1951. Como tal, dio un gran impulso a la modernización de la Universidad y a la puesta en marcha de la Ciudad Universitaria.

Inauguró el curso académico 1941-1942 de la Universidad de Valencia con el discurso Maestros y escolares. Procurador en las Cortes (1942), recibió multitud de distinciones y honores y entre ellos la Gran Cruz de la Orden Civil de Sanidad (1950), la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio (1944), la Medalla de Plata de la Provincia de Salamanca (1948) y la Medalla de la Campaña del Ejército (1939). Presidió el III Congreso Nacional de Cardiología que se celebró en Valencia en 1950. En 1919 ingresó como académico de número en la Real Academia de Medicina de Valencia con el discurso Contribución al estudio de las fiebres paratíficas B, siendo contestado por Jesús Bartrina Capella. En 1922 hizo el discurso de apertura del curso académico con El elemento neuroendocrino, las sinergias funcionales y simpatías morbosas.

 

Obras de ~: Formas clínicas de la fiebre de malta y tratamiento de la melitococia, Madrid, Enrique Teodoro, 1917; Encefalitis letárgica, 1920; Contribución al estudio de la anquilostomiasis en el Reino de Valencia, 1925; Actividad y organización médicoquirúrgica en los Estados Unidos, 1926; Sobre algunos aspectos clínicos de la estrechez mitral, Madrid, Antonio Marso, 1929; Enseñanzas de la guerra en el estudio de la biogénesis de la emoción, Valencia, Tipografía Moderna, 1941; “Reumatismo cardíaco desde el punto de vista profiláctico y social”, en Gaceta Médica Española, 19 (1945), págs. 193-203; Las formas larvadas de la fiebre reumática y el diagnóstico precoz de la cardiopatía desde el punto de vista clínico y social, 1946.

 

Bibl.: J. Font Llorens, Semblanza del Excmo. Señor Doctor D. Fernando Rodríguez Fornos, sesión inaugural del curso de 1962, Valencia, Real Academia de Medicina de Valencia, 1962; C. A. Márquez de la Plata Ferrándiz, Fernando Rodríguez Fornos (1883-1951) y su obra clínica, tesis doctoral, Valencia, Universidad, 1996; M. Díaz-Rubio, Médicos españoles del siglo XX. Segunda serie, Madrid, You & Us, 2003.

 

Manuel Díaz-Rubio García

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