Ayuda

Juan del Castillo

Biografía

Castillo, Juan del. Sevilla, c. 1590 – c. 1655. Pintor.

Escasas noticias se poseen sobre la biografía de este artista, desconociéndose con precisión las fechas de su nacimiento y de su muerte. La primera referencia documental que de él se conoce data del año 1611 cuando ingresa en la congregación del Santísimo Sacramento de la casa Profesa de la Compañía de Jesús en Sevilla. El segundo testimonio sobre su existencia aparece en 1615, cuando se casa con María Francisca Pérez, siendo entonces vecino de la parroquia del Salvador.

A partir de este año, se conocen noticias que le sitúan, siempre en Sevilla, al frente de un obrador en el que en 1624 y 1625 ingresan sendos aprendices, coincidiendo con unos momentos en que habitaba en la parroquia de San Andrés.

En 1630, Juan del Castillo contrajo matrimonio en segundas nupcias con Catalina Suárez de Figueroa y en años sucesivos aparece trabajando en colaboración con otros artistas sevillanos, como Juan de Uceda, Pablo Legot y Alonso Cano. Hacia 1645 debió de contraer matrimonio por tercera vez con Mariana de Morales, puesto que al año siguiente se bautizó una hija suya en la parroquia de San Pedro. La última referencia documental sobre su vida data de 1650, debiendo de morir algunos años después. La formación artística de Juan del Castillo hubo de realizarse en el ambiente artístico sevillano de principios del siglo XVII, hacia 1605-1610. En estos momentos se produjo en Sevilla la confluencia de dos estilos contrapuestos; el primero fue el manierismo, que venía practicándose en la ciudad desde décadas anteriores y el segundo el naturalismo, introducido fundamentalmente por el flamenco Juan de Roelas a partir de 1604; de esta confrontación salió triunfante el estilo naturalista que se impuso de forma decidida en el ambiente artístico local. Fue en este ambiente de contrastes artísticos en el que se formó Juan del Castillo, quien de alguna manera hubo de conocer el espíritu creativo del clérigo Roelas, al cual debió de adscribirse con indudable entusiasmo. No se sabe el nombre del maestro de Castillo, pero sí puede intuirse que debió de formarle en la práctica de una pintura realista y amable, puesto que desde sus primeras pinturas se advierte en ellas la presencia de personajes dotados de una notoria expresividad y también de sentimientos y afectos que proceden de la existencia cotidiana. Se desconoce también el año en que Castillo realizó su examen de maestría y abrió un obrador en el cual con el tiempo fue discípulo el joven Bartolomé Esteban Murillo, siendo esta relación profesional uno de los mayores méritos que actualmente nos ofrece la trayectoria artística de Castillo. En este sentido, hay que señalar que se carece de referencias documentales que testifiquen la relación de maestro y discípulo entre Castillo y Murillo, aunque sí se posee la referencia que proporciona Antonio Ascisclo Palomino, el biógrafo de los pintores españoles del siglo XVII, quien señala que, en efecto, Murillo efectuó su aprendizaje con Juan del Castillo. Por otra parte, en las obras juveniles de Murillo se advierte claramente la influencia del estilo pictórico del que, en efecto, debió de ser su maestro. También refuerza esta suposición el hecho de que Murillo fue primo político de Castillo, y que, por lo tanto, esta relación familiar pudo traducirse en la vinculación artística entre ambos pintores.

Los primeros testimonios de la actividad de Juan del Castillo se localizan en Carmona (Sevilla), población en la que se encuentran bastantes obras suyas y que podría justificar alguna relación no conocida con este pueblo. Allí en la iglesia de Santa María se conserva un retablo dedicado a la Virgen de la Encarnación en la que aparecen santos de cuerpo entero que representan a San Sebastián, San Miguel Arcángel, San Antonio con el Niño, San Roque, San Juan Bautista, Santo Domingo y una escena de El nacimiento de Cristo. Este conjunto pictórico es probablemente obra temprana de este artista y puede fecharse en torno a 1610, en años inmediatos a la finalización de su aprendizaje; en los santos antes mencionados aparecen fisionomías ensimismadas y frágiles con expresiones amables y delicadas.

Una obra de Castillo, fechada en 1612, aunque no firmada, se conserva actualmente en la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla procedente de la antigua casa profesa de los jesuitas, en cuya congregación del Santísimo Sacramento había ingresado el pintor en 1611. La pintura representa una Alegoría eucarística en la que Cristo, acompañado de san Ignacio de Loyola y san Juan Evangelista, consagra su cuerpo y su sangre. Referencias documentales del año 1620 nos informan que en esta fecha Castillo contrató las pinturas del antiguo retablo de la iglesia del convento del Espíritu Santo de Sevilla, actualmente conservado en la parroquia de la población de Brenes.

En esta obra, que sería realizada por Castillo cuando contaba aproximadamente con treinta años de edad, se advierte que el artista ha alcanzado ya su madurez creativa, traducida en una mejora de la expresividad corporal de los personajes y también en la intensificación a favor de la belleza de sus rasgos físicos. Las pinturas de Castillo que actualmente figuran en dicho retablo son Santa Inés con Santa Catalina, San Ignacio con San Francisco Javier, San Jerónimo, San Antonio y San Agustín; en el ático se representa La Anunciación con figuras separadas del arcángel San Gabriel y de La Virgen.

Hacia 1620 debió de realizar también Castillo la Aparición de Cristo atado a la columna a Santa Teresa, que se conserva en un retablo lateral de la iglesia del convento del Espíritu Santo de Sevilla, cuya ejecución debió realizar al tiempo que el retablo antes mencionado. Destaca en la pintura el buen estudio anatómico que Castillo realiza de la figura desnuda de Cristo y que evidencia que este pintor fue uno de los primeros artistas sevillanos preocupados por el estudio de la anatomía efectuado a través de modelos directos.

En fechas que pueden oscilar en torno a 1625 Juan del Castillo debió de intervenir en la realización de las pinturas del retablo mayor de la iglesia del convento de Santa Isabel de Sevilla, que estaba destinado a narrar la vida de san Juan Bautista. Lamentablemente este conjunto no se ha conservado completo y sólo dos obras que representan El nacimiento de San Juan y San Juan Bautista Niño han subsistido en la actualidad. Llama la atención en estas pinturas el tratamiento y descripción de las figuras infantiles, que constituyen un claro precedente en fondo y en forma de las obras que con este tema realizará en el futuro su discípulo Bartolomé Esteban Murillo. Igualmente constituye un claro precedente de Murillo la pintura que representa la Virgen con el Niño y que se conserva en una colección particular de Carmona; en esta obra se advierten con claridad los rasgos dulces y ensimismados de los personajes celestiales que Castillo supo configurar de manera totalmente personal.

También en 1625, puesto que están documentadas en dicho año, Castillo realizó las pinturas que figuran en los retablos de la Virgen del Rosario y del Descendimiento que se encuentran en la iglesia parroquial de Santa Ana de Sevilla, obras que en el presente ofrecen un deficiente estado de conservación.

En torno a 1630 puede situarse la ejecución por parte de Castillo de una Santa Gertrudis que pertenece a la iglesia de San Bernardo de Sevilla, y de dos versiones muy parecidas de la representación de Santo Domingo en Soriano que se guardan respectivamente en el convento de Madre de Dios de Sevilla y en la iglesia de Santo Domingo en Osuna. Muestran estas obras una mayor perfección en el dibujo que las ejecutadas en décadas anteriores y, al mismo tiempo, son testimonios de una relación muy intensa que Castillo hubo de tener con la Orden de los Dominicos para la cual trabajó repetidas veces a lo largo de su vida.

De fecha avanzada, puesto que se datan en 1633, son las pinturas que Castillo realizó para un retablo colateral en la iglesia de San Alberto de Sevilla, donde representó a los Cuatro evangelistas en las calles laterales y la Coronación de la Virgen en el remate.

Hacia 1635 Castillo debió trabajar nuevamente para el convento de Santa Isabel de Sevilla, para donde realizó un retablo colateral en el que representó La adoración de los Reyes, mientras que en el remate dispuso un Descanso en la huida a Egipto, pintura ésta que puede considerarse como una de las mejores composiciones que ejecutó a lo largo de su vida. En efecto, los personajes de la Sagrada Familia que protagonizan dicha escena presentan expresiones amables y sonrientes pocas veces superadas en su producción.

El conjunto pictórico más importante que realizó este artista a lo largo de su vida fue ejecutado en 1636 para el desaparecido retablo de la iglesia del convento de Montesino en Sevilla, cuyas obras se encuentran actualmente en el Museo de Bellas Artes de dicha ciudad.

Las pinturas de este retablo están dedicadas a narrar la vida de la Virgen y por ello su lienzo principal estaba dedicado a narrar el episodio de La Asunción; en los laterales se disponían La Visitación, La Anunciación, La Adoración de los Pastores y La adoración de los Reyes, mientras que en el ático se disponía una Coronación de la Virgen, que no se ha conservado.

En este conjunto de obras se aprecia el más alto nivel de calidad alcanzado por este artista en toda su producción.

De 1637 es La Aparición de la Virgen a San Ignacio realizada para la antigua iglesia de Santiago en la población de Carmona y al año siguiente, en 1638, ejecutó otro notable conjunto pictórico, esta vez en el antiguo retablo de la iglesia de San Juan de la Palma de Sevilla, conservado actualmente en la iglesia de San Juan de Aznalfarache. Éste es el último gran retablo que se conoce de Castillo y estaba destinado a narrar episodios de los santos Juanes. Así en él se conservan escenas de El nacimiento de San Juan Bautista, San Juan bautizando a Cristo, La predicación de San Juan Bautista, El Martirio de San Juan Evangelista y San Juan Evangelista en Patmos.

A la producción final de Juan del Castillo pertenece una serie de lienzos entre los que pueden citarse La Virgen con el Niño, de colección particular en La Palma del Condado, San Juan Evangelista en la iglesia de la O de Sevilla y San Juan Niño servido por dos ángeles de colección particular en Cádiz, obra de la que se conserva una versión reducida en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. Estas dos últimas obras citadas muestran con evidencia que Castillo pudo ser el maestro de Murillo, puesto que inciden en la descripción de temas con protagonismo infantil, aspecto que éste elevaría en décadas posteriores a niveles prácticamente insuperables.

 

Obras de ~: San Sebastián, San Miguel Arcángel, San Antonio con el Niño, San Roque, San Juan Bautista, Santo Domingo y una escena de El nacimiento de Cristo, retablo de la iglesia de Santa María, Carmona (Sevilla), c. 1610; Alegoría eucarística, 1612; Santa Inés con Santa Catalina, San Ignacio con San Francisco Javier, San Jerónimo, San Antonio y San Agustín, La Anunciación, el arcángel San Gabriel y La Virgen, y Aparición de Cristo atado a la columna a Santa Teresa, retablos de la iglesia del convento del Espíritu Santo, Sevilla, 1620; El nacimiento de San Juan y San Juan Bautista niño, y otras pinturas desaparecidas, retablo mayor de la iglesia del convento de Santa Isabel, Sevilla, c. 1625; Virgen con el Niño, c. 1625; Virgen del Rosario y Descendimiento, retablos en la iglesia parroquial de Santa Ana, Sevilla, 1625; Santa Gertrudis, c. 1630; Santo Domingo en Soriano, convento de Madre de Dios, Sevilla, e iglesia de Santo Domingo, Osuna (Sevilla), c. 1630; Cuatro evangelistas y Coronación de la Virgen, en retablo de la iglesia de San Alberto, Sevilla, 1633; La adoración de los Reyes y Descanso de la huida a Egipto, en retablo del convento de Santa Isabel, Sevilla, c. 1635; La Asunción, La Visitación, La Anunciación, La Adoración de los Pastores y La adoración de los Reyes y Coronación de la Virgen, 1636 (desapar.); La aparición de la Virgen a San Ignacio, 1637; El nacimiento de San Juan Bautista, San Juan bautizando a Cristo, La predicación de San Juan Bautista, El martirio de San Juan Evangelista y San Juan Evangelista en Patmos, 1638.

 

Bibl.: D. Angulo, Pintura del siglo XVII, en Ars Hispaniae, XV, Madrid, Plus Ultra, 1931; E. Valdivieso y J. M. Serrera, Historia de la pintura española. Escuela sevillana del primer tercio del siglo XVII, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Diego Velázquez, 1985; E. Valdivieso, Historia de la pintura sevillana: siglos XIII al XX, pról. de A. E. Pérez Sánchez, Sevilla, Guadalquivir, 1986; E. Valdivieso y J. Fernández López, “Nuevas aportaciones al catálogo de los pintores Juan de Roelas y Juan del Castillo”, en Archivo Español de Arte, n.º 294 (2001); E. Valdivieso, Pintura Barroca sevillana, Sevilla, Guadalquivir, 2003.

 

Enrique Valdivieso González