Constantino Carral, Florencio. Ortuella (Vizcaya), 9.IV.1868 – Ciudad de México (México), 19.XI.1919. Tenor.
También a él se le podía haber aplicado el término de tenor enciclopédico, como se hizo con Manuel Carrión. Con un repertorio no tan amplio como el de éste, dio cabida en él a todo tipo de óperas, desde las de tenor ligero, como El Barbero de Sevilla, de Rossini, o Mignon, de Thomas, a las de spinto, como Manon Lescaut, de Puccini, o Aida, de Verdi, o I Pagliacci, de Leoncavallo, pasando por el Lohengrin, de Wagner, y sin olvidar que dejó grabación fonográfica del dramático Otelo, de Verdi. Su voz era realmente de tenor lírico, pero dotada de un fulgor y un poder de penetración que le hizo cumplir adecuadamente, cuando menos, en todas las óperas que interpretó. Se inició como tenor belcantista y probablemente fue en esta modalidad en la que alcanzó sus mejores resultados. Se adaptaba por igual a las agilidades rossinianas y a las medias voces, sfumaturas y smorzaturas del bel canto. Sus interpretaciones de óperas veristas, aunque todas de alto nivel, no alcanzaban igual grado de excelencia.
Aunque fue siempre aficionado al canto, no pensó inicialmente en él como medio de vida. Las dificultades que le ofrecía su vida, inicialmente como minero y más tarde como maquinista, sucesivamente de tren y de barco, le llevaron a emigrar a Argentina, cuando contaba veinte años de edad, en compañía de su novia Luisa Arrigorriaga, como tantos otros que, en aquellos años, alentaron “el sueño americano”.
En Constantino, este sueño se realizó plenamente. La pareja se casó en tierras americanas y se radicó en Bragado, dedicándose a tareas agrarias. Pero se mantenía su pasión por el canto y las excelentes condiciones que reunía para el mismo tenían que revelarse algún día. La insistencia de varios músicos, que le oyeron cantar, hizo que unos años después decidiera trasladarse a Buenos Aires, en compañía de su mujer y sus cuatro hijos. En 1895 tiene su primera aparición ante el público en el Club Español, despertando la admiración de músicos y periodistas. Antes de un año, el 26 de febrero de 1896, hace ya su debut profesional en el Teatro Argentino de La Plata, con La Dolores. Después, sostenido económicamente por el mecenas Méndez de Andrés, marcha a Milán. Recorriendo el difícil camino del recién llegado al mundo de la lírica, deambula por distintos teatros italianos y europeos y resaltan las temporadas que realiza en Holanda y Rusia.
En 1899 ya es figura que se disputan los diferentes teatros y en el mes de noviembre debuta en el Teatro Liceo de Barcelona, donde encuentra a compañeros de la categoría de Rosina Storchio, Edoardo Garbin, Eugenio Giraldoni y Francesco Navarrini. Las noticias de sus éxitos ya han llegado a Madrid y el empresario del Teatro Real, Luis París, indemniza a los teatros Liceo de Barcelona y San Carlo de Lisboa, teatro este último al que se dirigía Constantino para cumplir su compromiso, y retiene al tenor en Madrid cantando Rigoletto en el teatro Real, durante el final de 1899 y comienzo del 1900. En abril y mayo de este año canta en Bilbao, en donde afronta ya óperas tan diferentes como Rigoletto, Lucia di Lammermoor, La Boheme, y Lohengrin.
Constantino alberga el escondido sueño de igualar la fama de Gayarre y en el año siguiente comparte la cabecera de los tenores con el que probablemente fue el más encarnizado rival del tenor navarro: Angelo Masini. Lo hace en la compañía que actuará en Varsovia, Berlín, Bucarest y San Petersburgo. Figuran también en ella Luisa Tetrazzini y Mattia Battistini. En la ciudad de los zares, Constantino añade a su repertorio, entre otras óperas, I Puritani, Eugenio Oneguin, de Tchaykowski e Il Demon, de Rubisntein. El Teatro Bolshoi de Moscú es el destino final del recorrido de aquella compañía.
En los años siguientes repite actuaciones en los principales teatros de Europa y en los españoles de Madrid y Bilbao. En esta ciudad despierta el entusiasmo en 1903 al cantar en la iglesia de Nuestra Señora del Carmen, de Portugalete, con motivo de la primera comunión que realizan sus hijas.
Después marcha a Argentina formando parte de una compañía que lleva como figuras a los tenores Caruso y Zenatello, los barítonos Giraldoni y De Luca y las sopranos Medea Mei y Esperanza Clasenti y de la que Arturo Toscanini es el director. Todavía ha de alternar con Angelo Masini en San Petersburgo, en 1906. En esta ocasión Giuseppe Anselmi se suma a ambos. Su siguiente destino es el Teatro Covent Garden de Londres, en el que se encuentra de nuevo con Caruso. Los dos tienen por paternaire a Nelly Melba. Es allí donde le contratan para formar parte de la San Carlo Opera Company, que competirá en Norteamérica con la que tiene a los tenores Caruso y Bonci como soportes fundamentales. Es así como nace la rivalidad con Caruso. Constantino, que anheló igualar a Gayarre, aspira ahora a superar a Caruso. No lo lograría; debía resultar dificilísimo desbancar a un grandísimo tenor, que era ídolo de aquel público desde unos años antes, y que era cuatro años más joven que él. Era una empresa que ningún otro tenor pudo realizar, pero durante unos años, y a pesar de los inconvenientes derivados de su carácter litigante y problemático, Constantino le presentó una muy meritoria competencia al tenor napolitano y en el propio feudo de éste: los teatros americanos.
En 1909, en la Boston Opera House, coincide con el bajo José Mardones. Ya con anterioridad, ha encontrado al barítono Blanchart. Con ellos formará un trío de cantantes españoles que, juntos y por separado, dedican buena parte de su actividad a la grabación de discos fonográficos. Al tiempo que intensifica sus actuaciones en Norteamérica, que le conducen a debutar en el Metroplitan de Nueva York, en 1910, no abandona sus actuaciones europeas, especialmente en Rusia. Las extiende así mismo a América del Sur, especialmente a Argentina y Uruguay, y en 1912 debuta en Cuba.
Por un tiempo parece implicarse cada vez más en su actividad teatral. En Norteamérica forma la Constantino Grand Opera Company, con la que proyecta una larga gira, a la que tiene que renunciar poco después de su inicio, ante las pérdidas sufridas en Nueva Orleans. También construye en Bragado el teatro Constantino, que dedicará a representaciones de ópera y conciertos y que tras múltiples avatares permanece hoy como Centro Cultural Florencio Constantino. Con anterioridad, en 1906, había construido, en Getxo, Villa Maria Luisa, una mansión señorial en la que residió y de la que se mostraba muy orgulloso.
Poco después inicia su declive. Su voz ha perdido parte de sus cualidades y su temperamento belicoso y conflictivo le conduce a enfrentamientos que le perjudican seriamente. No aparece ya en la prensa por sus éxitos artísticos -disminuidos, sin duda- sino por episodios sensacionalistas y en ocasiones escandalosos. No abandona totalmente sus actuaciones artísticas. América del Norte y del Sur las recogen ya en su totalidad. Aún figura como director de alguna compañía y hay días en que sus prestaciones como tenor transmiten parte del brillo de sus glorias pasadas. Tiene solamente cincuenta años de edad.
En 1919 emprende una gira de conciertos en Méjico. El primero de ellos, en el mes de abril, constituye un rotundo fracaso. Después da otros seis en el mes de mayo, con éxito creciente que llega a su máximo en el último de ellos. En junio cae súbitamente enfermo. Se atribuye la causa a una hipertensión que padecía desde un tiempo y que se ha agravado por la altitud de Méjico. Es ingresado en el hospital, donde pierde la razón y tiene crisis de auténtica locura. En el mes de octubre recupera la cordura, pero ya no saldrá del hospital. El 19 de noviembre falleció.
Fue un tenor adornado de cualidades infrecuentes. Con un volumen de tamaño medio, poseía un timbre de gran belleza, que aparecía dulce y acariciador en las medias voces y adquiría fulgor penetrante en los agudos. En determinados aspectos, su voz pudo guardar cierta similitud con la de Gayarre. Tenía una gran riqueza de agudos y pudo tener así en su repertorio obras tan exigentes, en ese aspecto, como I Puritani, La Favorita, Los Hugonotes o Maria di Rohan. Junto a sus cualidades técnicas, en sus grabaciones aparece un defecto serio: la frecuencia con que toma aire, de forma muy repetida e imprevista, dando a su canto una línea entrecortada que disminuye en gran manera su encanto. En sus discos se aprecia una de sus mayores virtudes: la calidad de sus filados. Encontramos el mejor ejemplo en el do 4 de “Salve dimora”, de Fausto, que mantiene con aparente facilidad para filar luego hasta la media voz, sin llegar al falsete. Ésta es una característica común a todos sus filados. También se puede apreciar en sus grabaciones la limpieza con que ejecuta las coloraturas. Sorprende en las palabras iniciales de la canción “La Partida”, de Álvarez, en las que ejecuta los grupetti con agilidad propia de un adorno de ópera de Rossini.
Entramos así en el campo de la discografía de Constantino. Pocos cantantes de su tiempo grabaron tanto como él. Son numerosos sus cilindros Edison que tienen una calidad similar a la de sus discos. Entre éstos, son abundantes los correspondientes a las casas Pathé, Gramophone y Columbia, que reproducen en múltiples ocasiones los mismos fragmentos de ópera o las mismas canciones españolas y argentinas y, en ocasiones, italianas. Con menor frecuencia grabó también para casas discográficas de menor relieve. Las muestras de su arte son por consiguiente múltiples y alcanzan la calidad suficiente para que podamos formarnos una idea bastante precisa de la relevancia que debió alcanzar. Sin embargo, algún testimonio de su época nos dice que sus discos no recogen totalmente la absoluta belleza de su voz. He hablado antes de su riqueza en agudos. La facilidad con que emite el do 4 de Fausto nos da la seguridad de que en su rango existían notas más agudas que ésta. Esto mismo podemos deducirlo de la presencia en su repertorio de óperas que incluyen en su partitura sobreagudos para el tenor. Sin embargo, nunca grabó notas superiores a ese do 4 y, cuando canta arias que las contienen, las suprime sencillamente. Otro reparo se le puede poner relativo a la pronunciación, que ciertamente es de gran nitidez y hace totalmente inteligible el texto, pero muestra la peculiaridad de que no pronuncia la erre de final de palabra y, por ejemplo, en lugar de “amor”, dice “amóh”.
Obras de ~: Madrigale, dedicada al compositor Pietro Vallini y con música de Florencio Constantino.
Bibl.: R. Celletti, Voce di Tenore, Milán, Idea Libri, 1989; E. Arnosi, “Florencio Constantino”, en The Record Collector, vol. 37, n.º 4 (1992), England; J. Goyen Aguado: Florencio Constantino, El Hombre y la Voz, Bilbao, Ayuntamiento de Bilbao, 1993; N. Dentici: Diccionario Biográfico de Cantantes Vascos de Ópera y zarzuela, Bilbao, Diputación Foral de Bizkaia, 2002.
Vicente García de la Puerta López