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Sebastián Julián Gayarre Garjón

Biografía

Gayarre Garjón, Sebastián Julián. Roncal (Navarra), 8.I.1844 – Madrid, 2.I.1890. Tenor.

Tercer y último hijo de una familia modesta, aún niño trabajó como pastor de ovejas en su valle pirenaico y en la trashumancia invernal a las Bardenas y Cinco Villas. Luego su padre le buscó trabajo en Pamplona en una mercería, cuyo dueño le despachó un día en que pasó una banda militar y el chico abandonó la tienda y se fue tras la música. Le emplearon en una herrería en Lumbier, cayó enfermo, se repuso en casa y volvió a Pamplona (1863), donde se empleó como cerrajero. En la capital navarra se acercó al Orfeón Pamplonés, fundado en marzo de 1865. Se inició en el solfeo y el presidente fundador del coro, Conrado García, le presentó a Hilarión Eslava cuando el maestro veraneaba en su casa natal. Eslava le aconsejó estudiar en Madrid, a cuyo Real Conservatorio acudió pensionado en septiembre del mismo año. Cursó sólo Solfeo, Canto —con Eslava y Lázaro María Puig, marqués de Gauna— y Lengua Italiana. Cantó en Tudela (Navarra) bajo seudónimo (Sebastián Sandoval), porque la beca le prohibía actuar. El tudelano Joaquín Gaztambide lo desechó para la compañía que formó con la intención de recorrer América. De ideas progresistas, apoyó la Revolución de 1868, pasó por la cárcel de Saladero y en la nueva situación política perdió la pensión. Volvió a Pamplona, decidido a cantar ópera o recuperar su profesión de cerrajero. Logró una beca de la Diputación Foral y la ayuda de amigos que le organizaron un concierto. En la primavera de 1869 viajó a Milán y Francesco Lamperti le admitió en sus clases. Debutó seis meses después en las ferias de San Miguel de Varese, como Alvino de I Lombardi y enseguida fue Nemorino de L’elisir d’amore. En el entreacto recibió el telegrama con la noticia de que su madre había muerto en Roncal. La emoción que le impregnó “Una furtiva lagrima” le reportó su primer gran triunfo. Él decía que su madre le había alumbrado dos veces, a la vida y al arte. La anécdota puede parecer falsa, por su bella oportunidad, pero es exacta. El éxito de Varese le catapultó a Como, Pisa, Milán (Teatro Carcano, donde comenzó a usar su segundo nombre), Cremona, Parma, Roma (Teatro Apolo, donde estrenó —a la vez que lo hacía La Scala— Il guarany de Gomes, si bien el choque con el autor le llevó a no cantar nunca más esa obra) y Bolonia (septiembre de 1872, Tannhäuser). Frecuentó San Petersburgo y Moscú, y en Viena compartió cartel con Adelina Patti. El 2 de enero de 1876 debutó en La Scala como Fernando de La favorita, su papel preferido. Arrasó y prolongó la temporada con el estreno de La Gioconda (el 8 de abril de 1876), cuya aria “Cielo e mar” escribió Ponchielli a su medida. También con La favorita se había presentado (el 8 de octubre de 1874) en el Teatro Real de Madrid, local que dominó a lo largo de su carrera. Se impuso en Buenos Aires, París —en el teatro de los Italianos, con Lucrecia Borgia, en febrero de 1884; más tarde, en abril de 1886, en la Ópera Garnier, lo hizo con L’Africaine—, Nápoles, Lisboa, Covent Garden —Bernard Shaw le dedicó críticas muy desfavorables—, además de capitales españolas, entre las que cabe destacar Barcelona y Sevilla, en cuya catedral interpretó el Miserere de Eslava (1881). En abril de 1889 estrenó en Madrid Les pêcheurs de perles de Bizet, en italiano. Abrió la temporada siguiente (31 de octubre de 1889) con un Lohengrin mítico en la historia del Real. El 8 de diciembre siguiente, otra vez con I pescatori di perle, cuando interpretaba el aria de Nadir, se le quebró el do sobreagudo. Lo intentó de nuevo, no lo dio con la limpia dulzura que le caracterizaba y, al retirarse de la escena, sentenció con tres palabras: “Esto se acabó”.

El 23 cayó enfermo de gripe y diez días después expiró en su casa de la plaza de Oriente, n.º 6. Tras una imponente manifestación de duelo en la capital, el cadáver viajó a Pamplona, el 4 de enero pernoctó en Lumbier y el 5 recibió sepultura en Roncal, según su deseo. El funeral fue de segunda clase, como él quería.

Mariano Benlliure, amigo personal del cantante desde los tiempos de estudiante en la Academia de España en Roma, labró el bello mausoleo, cuya cripta guarda desde 1896 los restos del tenor. La Reina y Benlliure expresaron el deseo de que la pieza de Carrara y bronce, exhibida en la Exposición de París (1900) quedase en Madrid, junto al Real, pero la familia del cantante, que había pagado la obra, no la cedió, y el conjunto se yergue en Roncal desde 1901.

Gayarre es, sin lugar a dudas, el tenor español más idealizado y mítico, cargado de leyendas, incluso en vida, y desfigurado hasta la hipérbole por sus admiradores, ninguno de los cuales puede, desde hace mucho, aducir testimonio personal sobre el arte del roncalés.

Por otra parte, se trata del último gran tenor del que no ha quedado grabación, siquiera rudimentaria, que permita conocer, ya que no el timbre y la belleza vocal, sí la línea de canto y sus características. Pero los juicios críticos son muchos y contrastados.

Tenía una voz no grande, pero sí muy bella, que Peña y Goñi describía (1882) como “de timbre varonil, vibrante, hermosísimo cuando se apoya en el pecho [que] ejerce una influencia irresistible, penetra en el oído y en el alma como un océano de sonoridad que remueve las fibras todas del entusiasmo. Apoyada en la cabeza, se transforma radicalmente y aquella voz que hace un momento vibraba con ardiente intensidad y arrebatadores acentos, se convierte de pronto en una vocecita diminuta y dulcísima, en una vocecita hembra, permítaseme la palabra, en una especie de suspiro que conmueve, que deleita y extasía. Dotada además de pulmones de acero, el cantante posee uno de los elementos más esenciales para el arte del canto, la respiración; y eso le permite desarrollar las frases con holgura y ejecutar un período entero sin rozamientos, sin vacilaciones, sin esquinas, presentando el discurso entero, sin sus accidentes de ritmo y de fuerza sonora, con toda su atractiva morbidez. Agréguese a todo esto las gradaciones de sonido que provienen de un cantante que es dueño absoluto de los efectos de la dinámica vocal y se obtendrá la siguiente conclusión: la voz de Gayarre es de lo más perfecto que puede apetecerse y la más perfecta, indudablemente, entre las que existen hoy”. Incluso otros contemporáneos, cantantes de primera línea, han dejado testimonio de la honda fascinación que ejercía aquella voz, unida a una técnica segura, una dicción impecable y un sentido expresivo basado en el respeto escrupuloso del texto y del carácter del personaje, aunque no fuera buen actor, ni su vestuario resultase a veces congruente. Él era consciente de esa carencia. En sus últimas horas, se consoló: “Ahora no dirán que no sé morir”.

 

Bibl.: A. Peña y Goñi, Impresiones musicales: colección de artículos de crítica y literatura musical, Madrid, Manuel Minuesa de los Ríos, 1878; Arte y patriotismo. Gayarre y Masini, Madrid, M. G. Hernández, 1882; Velada en honor de Julián Gayarre (celebrada el 30 de marzo de 1890), Madrid, Centro del Ejército y de la Armada, 1890; M. de Arredondo, ¡Julián Gayarre!: estudio crítico-biográfico, Madrid, Manuel Minuesa de los Ríos, 1890; B. Saldoni, Diccionario biográfico-bibliográfico de efemérides de músicos españoles, vol. II, Madrid, Antonio Pérez Dubrallç, 1890; J. Enciso, Memorias de Julián Gayarre, Madrid, Imprenta Enrique Rubiños, 1891; E. Sánchez Torres, Nueve Músicos clásicos: (Beethoven, Mozart, Haydn, Wagner, Chopin, Mendelsohn, Schumann, Schubert, Gluck); y Seis Artistas españoles (Gayarre, La Cepeda, Mateu (Uetam), Labàn, Goula Sarasate), Barcelona, Tipografía Universal, 1891; J. M. Esperanza y Sola, Treinta años de crítica musical, Madrid, Viuda e Hijos de Tello, 1906; E. Sánchez Torres, Stagno, Gayarre, Massini, las tres grandes escuelas del canto moderno, Madrid, Hijos de M. G. Hernández, 1911; F. Hernández Girbal, Una vida triunfal: Julián Gayarre, una biografía novelesca, Madrid, Tipografía Velasco, 1931; G. Bernard Shaw, London music in 1888-89 as heard by Corno di Basetto, Londres, 1937; VV. AA., Centenario de Sarasate y Gayarre, ¿Pamplona? [1944]; J. Subirá, Historia y anecdotario del Teatro Real, Madrid, Plus Ultra, 1949; F. Hernández Girbal, Julián Gayarre, el tenor de la voz de ángel, Madrid, Lira, 1970 (3.ª ed.); E. Gara, Cantarono alla Scala, Milán, 1975; Shaw’s Music, I. (1876-1890), London, 1981; R. Celletti, Voce di tenore, Cremona, 1989.

 

Fernando Pérez Ollo