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Leonor de Velasco y la Cueva

Biografía

Velasco y la Cueva, Leonor de. Condesa de Siruela (XI). ?, p. m. s. XVII – Madrid, 21.IX.1689. Dama de la emperatriz María (1629-1646) y dama tocadora de la reina Mariana de Austria (1649-1689).

Décima hija del VII conde de Siruela, Gabriel de Velasco y la Cueva, y de Victoria Pacheco y Colona.

Sus hermanos fueron: Cristóbal de Velasco y la Cueva, muerto niño; Juan de Velasco y la Cueva, VIII conde de Siruela, gobernador interino del estado de Milán (1641-1643); Sebastián de Velasco y la Cueva, muerto niño; Gaspar de Velasco y la Cueva, IX conde de Siruela, canónigo de Toledo; Miguel de Velasco y Pacheco, muerto niño; Felipe de Velasco y Pacheco; Ana María Velasco de la Cueva, X condesa de Siruela, dama de Mariana de Austria, se casó en 1654 con Bernardino López de Ayala y Velasco, I conde de Colmenar y VII conde de Fuensalida; María de Velasco de la Cueva y Pacheco, monja profesa del Real Convento de la Encarnación; Inés de Velasco y Pacheco, muerta niña; y Francisca Estefanía de Velasco, monja, abadesa del Convento de Santa Clara de Medina de Pomar.

Leonor de Velasco comenzó su carrera en la Corte como dama de la infanta María el 18 de diciembre de 1629. María, hermana de Felipe IV, estaba destinada a contraer matrimonio con el emperador Fernando III, por lo que las damas que entraron a su servicio en Madrid fueron destinadas a Viena. Leonor inició su viaje hacia el Imperio junto a su madre Victoria —que fue enviada en calidad de camarera mayor de la emperatriz María— y otras damas procedentes de la Corte de Madrid que, como ella, vivieron en tierras imperiales hasta la década de 1640: Leonor de Benavides, muerta en 1645; Casilda Manrique; Leonor de Piñatelo; Francisca Manrique, la marquesa de Flores Dávila; Ana de Ziguri; y Ana de Zúñiga, esta última falleció en el invierno de 1641 en Viena. Junto a Leonor sólo volverían a Madrid la marquesa de Flores Dávila, Casilda Manrique, Leonor Piñatelo y Ana Ziguri.

Durante los casi veinte años que vivió en la Corte de Viena, Leonor aprendió a desenvolverse en los círculos del poder informal. Aunque las fuentes vienesas no aportan datos relevantes sobre su vida política en aquella Corte, hay constancia de que Leonor presenció los problemas de precedencia y cargos de su madre Victoria (las fuentes documentales de Viena la llaman Victoria de Toledo y Colonna), que murió en Viena en 1638. En 1646 fue nombrada dama de la archiduquesa Mariana de Austria, hija del emperador Fernando III. En 1649 ésta fue oficialmente prometida a Felipe IV, por lo que Leonor volvió a Madrid en el cortejo de la nueva Reina. Ese mismo año, ya instalada en la Corte, de la que había salido veinte años atrás, obtuvo el puesto de dama tocadora de Mariana de Austria, y el 4 de enero de 1650 se le concedió el privilegio de carruaje correspondiente a su nuevo cargo. En 1651 no acudió al bautizo de la infanta Margarita por enfermedad o luto por la muerte de un familiar. Durante el período en el que Mariana de Austria fue consorte, las referencias a Leonor de Velasco son escasas; esta tendencia cambia con la regencia de la Reina. A partir de 1665 y hasta 1674, Leonor de Velasco aparece constantemente citada en los diarios del embajador del Imperio, el conde de Pötting. Profundamente implicada con la causa imperial y cada vez más reacia a la política del valido de la Reina, el padre jesuita Nithard, Leonor de Velasco se perfila en las páginas del diplomático como una de las mujeres más importantes de su red de poder en la Corte de Madrid. Junto a la camarera mayor de la Reina, Elvira Ponce de León, la marquesa de Villanueva de la Valdueza, y a las hermanas Manrique (Casilda y Francisca), damas de doña Mariana, Leonor fue pieza esencial del grupo imperial orquestado por el conde de Pötting. Este diplomático mantenía frecuentes conversaciones con estas damas tras realizar sus habituales consultas con la Reina Regente: “Después de la función hablamos con doña Leonor de Velasco y con las entrambas Manríquez”. El conde de Pötting se refirió a Leonor en numerosas ocasiones como “mi dama”, “dama de relevantes partes”, “dama que por ser de edad sabe mucho”, “dama la más fina que se puede creer”; los halagos a su persona se mezclan con las citas de intercambio de regalos entre dama y diplomático, práctica habitual utilizada para perpetuar amistades políticas: “Hablé en el cuarto de la Camarera Mayor a doña Leonor de Velasco, la qual me regaló con una cuenta original de Sancta Juana de la Cruz, encajada en oro, y ensartada en una cadenilla poniendomela en el braço izquierdo para traerla en su memoria, alaja muy estimada y rara”. Las opiniones que sus detractores tenían de su persona eran bastante diferentes a las presentadas por el conde de Pöttting en su diario; Moncada, en una carta al marqués de Castelrodrigo, afirmó que la influencia de doña Leonor en palacio era sumamente desfavorable, así se expresó el cardenal en su misiva fechada en 1666: “este Palacio [...] con las malas costumbres y doctrina de doña Leonor de Velasco se ha convertido en una casa pública y pasan cosas horribles, multiplicandose el desonor como género humano y nada se remedia”.

Sea como fuere, la dama no dejaba indiferente a nadie, ni a sus amigos ni a sus enemigos.

Entre 1665 y 1669 Leonor de Velasco participó en varias intrigas contra el padre jesuita. Apoyó la candidatura de fray Juan de Madrid, padre dominico, para el confesionario de la Reina, y a partir del año 1668 comenzó a colaborar con Juan José de Austria, bastardo de Felipe IV. El conde de Pötting citó al respecto lo siguiente: “fuime a hablar con la doña Leonor de Velasco sobre la presente materia de don Juan”, “hecha una víbora contra el teatino”. Este “antinithardismo”, traducido en un denodado apoyo a don Juan, cristalizó en los meses anteriores a la expulsión de Nithard de la Corte (febrero de 1669), tal y como expresa el siguiente documento que afirma que doña Leonor, por aquellas fechas, escribía diariamente a don Juan: “los más días asiste don Diego a doña Úrsula de Ruy y ésta es muy valida de Leonor de Velasco que escribe todos los días a don Juan”.

El duque de Maura (1911), influenciado por su tendencia a describir a los personajes de la Corte de manera esperpéntica, caracterizó a Leonor de Velasco de la siguiente manera: “chismosa, casquivana y enredadora [...] puso al servicio de don Juan, ojos avizores de corrida indiscreta y lengua mordaz de doncella averiada, con la esperanza de ofrecerle su desmantelado corazón y el faldo de sus encantos”. Efectivamente, su matrimonio con Íñigo de Toledo, bastardo de don Fadrique, marido de la camarera mayor, no llegó a efectuarse. El Consejo de Estado, por razones que se desconocen, se opuso al enlace. Sin duda, aquello no fue motivo suficiente para que la dama se enemistara con Nithard y la Reina Regente. Las tendencias políticas de sus familiares influyeron mucho más en este sentido. Igualmente es improbable que Leonor y Juan fueran amantes. El emperador Leopoldo I describió muy acertadamente la relación existente entre ambos: “sarebbe un amor politico”, es decir, una relación basada en intereses políticos comunes. La demostrada fidelidad a don Juan en los primeros meses de 1669 le valió a Leonor para perder parte del favor de la Reina. Este cambio afectó al conde de Pötting, que recibió órdenes desde Viena para alejarse de la dama.

El diplomático contestó al Emperador afirmando que había limitado sus visitas a Leonor, algo que si bien al principio trató de cumplir, no terminó de acatar, pues meses después seguía visitando a la dama con la misma frecuencia que antes de los acontecimientos de febrero de 1669.

Durante la embajada del conde Harrach (1673- 1677), Leonor siguió vinculada a la red de poder imperial, aunque con menos fuerza que en los años de la embajada del conde de Pötting. Durante ese tiempo y a través de la intermediación de la dama, Íñigo de Toledo consiguió la gobernación de Orán.

A principios de 1677 Leonor apoyó a don Juan en su acceso al poder, traicionando así a la Reina. Mariana de Austria estuvo tres años encerrada en el Alcázar de Toledo a la espera de la llamada de su hijo Carlos II; sólo sus más fieles servidores accedieron a compartir este retiro forzoso. Leonor eligió quedarse en Madrid junto a don Juan. Durante los primeros meses de 1677 mantuvo el contacto con el conde de Harrach, embajador imperial, al que recibió en más de una ocasión. A principios de 1679, con el declive de don Juan anunciado, Leonor se apartó de la Corte para regresar tras la muerte del hermanastro del Rey, acontecida en septiembre de ese mismo año. Tras el fallecimiento del bastardo, Carlos II acudió a Toledo para recoger a su madre y trasladarla de nuevo a Madrid.

Doña Mariana, quizás por la condescendencia que la dama había tenido hacia su embajador el conde de Harrach, la “perdonó” permitiéndole entrar de nuevo a su servicio. La Reina Madre, en los años 1679 y 1680, ordenó que se le asistiera con dos platos de la vianda. En 1680 falleció su hermana Ana María, que le legó el título de XI condesa de Siruela y varios objetos de valor entre los que se encontraba un “broche de diamantes”. La Reina le hizo merced de 200 doblones de a 2 escudos de oro para su entierro y ordenó que se le asistiera “con todo lo que se acostumbra a asistir a las damas” en la hora de su muerte.

Leonor de Velasco murió en Madrid el 20 de septiembre de 1689 y fue enterrada al día siguiente en el Monasterio de las Carmelitas de Santa Ana.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General del Palacio Real, Personal, caja 1317/31; Archivo Histórico Nacional, Sección Nobleza, Patronato de obras pías, Agoncillo, c. 1, d. 23; Sección Nobleza, Osuna, ct. 226, d. 24; Sección Nobleza, Fernán Núñez, c. 424, d. 4; c. 689, d. 6; Biblioteca Nacional de España, ms. 8358, Papel en que se trata de persuadir a SM de los fines que tiene el señor don Juan sus valedores para excluir al Inquisidor general de la Junta de gobierno y Consejo de Estado, págs. 296-299; ms. 2038; r/3555; ms. 8360; ms. 13307; Österreichisches Staatsarchiv, Familien Archiv, Harrach Handschriften, Kt. 6/2, pág. 286v.

G. Bocángel y Unzueta, Piedra cándida con que en real y festiva máscara numera los felicísimos años de Mariana de Austria, reina de las Españas, Madrid, Diego Díaz, 1648; Leopoldo I de Austria, “Leopoldo I a Eusebio Pötting, Wien, 24 April 1669”, en A. Pribam y M. Landwehr von Pragenau (Herausgegeben), Privatbriefe Kaiser Leopold I an den Grafen F. E. Pötting. 1662-1673, Fontes rerum austriacarum. Österreichisches Geschichtquellen, Wien, Verlag Gerold, 1903-1904, págs. 24-25; G. Maura y Gamazo, Carlos II y su corte, Madrid, Librería F. Beltrán, 1911, pág. 291; F. Harrach, Tagebuch über den Aufenthalt in Spanien in den Jahren 1673-1674, Viena, Selbfverlag, 1913, pág. 43; E. Pötting, Diario del conde de Pötting (1663-1674), ed. de M. Nieto Nuño, Madrid, Biblioteca Diplomática, 1993, vol. I, pág. 148 y 420, y vol. II, pág. 33; A. Malcolm, “La práctica informal del poder. La política de la Corte y el acceso a la familia real durante la segunda mitad del reinado de Felipe IV”, en Reales Sitios, 147 (2001), págs. 38-48; K. Keller, Hofdamen. Amtsträgerinnen in Wiener Hofstaat des 17. Jahrhunderts, Viena, Böhlau Verlag, 2005, págs. 298 y 328-329; L. Oliván, Mariana de Austria. Imagen, poder y diplomacia de una reina cortesana, Madrid, Universidad Complutense, Instituto de Investigaciones Feministas, 2006, págs. 152-155; Mariana de Austria en la encrucijada política del siglo XVII, tesis doctoral, Madrid, Universidad Complutense, 2006, págs. 144-155; R. Pilo Gallisai, Juan Everardo Nithard y sus ‘causas no causas’. Razones y pretextos para el fin de una privanza, Madrid, Sílex, 2010.

 

Laura Oliván Santaliestra