Gil de Biedma, Jaime. Barcelona, 13.XI.1929 – 8.I.1990. Poeta y ejecutivo empresarial.
Hijo de una familia (de origen no catalán) vinculada a los negocios y singularmente a la Compañía General de Tabacos de Filipinas, Jaime estudió Derecho en su ciudad natal, licenciándose por Salamanca en 1951. Siguió cursos de Humanidades en la Universidad de Oxford (Inglaterra) antes de entrar, en 1955, a trabajar en la empresa familiar, en la que fue alcanzando puestos cada vez más relevantes. Ello le hizo viajar con mucha frecuencia a Manila, ciudad que —llegó a escribir— le resultaba menos exótica que Sevilla, porque la conocía mejor. Quizá como prueba de ese trabajo (que no era del todo su vocación, pero que le daba alta solvencia económica) incluyó en su póstumo Diario del artista en 1956 (1990), un capítulo titulado “Informe sobre la administración general en Filipinas”.
Sin embargo, lo que más interesa y ha dado nombre y prestigio a Jaime Gil de Biedma, hasta hacerle, para muchos, uno de los poetas españoles más notables en la segunda mitad del siglo XX, fue su poesía y su labor literaria, ninguna muy abundante, aunque muy pronto altamente reconocidas. Con otros amigos de su promoción (José Agustín Goytisolo, Carlos Barral, y después José Manuel Caballero Bonald o Ángel González) integra lo que se llamó “la escuela de Barcelona” (expresión de Carmen Riera), germen estético e ideológico de lo que fue más tarde la llamada “segunda generación de posguerra” (Carlos Bousoño) o más comúnmente, en los ámbitos literarios, “Generación del 50”, ya que prácticamente todos sus miembros, y más los que crearon una primera estética dominante —basada en un compromiso político antifranquista y una poética realista, con un elaborado sentido coloquial del idioma—, publicaron sus primeros libros poéticos dentro de esa década. Gil de Biedma editó su primer libro (en realidad un cuadernito de la revista Laye, el n.º 9) en 1953, con el título Según sentencia del tiempo. La voz, con todo, que caracterizará la poesía de Gil de Biedma (“voz” es un tono y un timbre rítmico-expresivo, que hacen inconfundible al poeta) no llegará sino con su primer libro “oficial”, Compañeros de viaje (el título también conllevaba un guiño político), publicado en Barcelona en 1959.
Detrás de la poesía de Gil de Biedma —a la par coloquial y culta— están Jorge Guillén, pronto olvidado, Antonio Machado —uno de los grandes reencuentros de esa generación— el Manuel Machado de El mal poema y los poetas intelectuales ingleses de 1930, como W. H. Auden (uno de los favoritos de Jaime) o Louis McNeice, entre otros. Su obra poética fue breve e intensa —sus dos últimos, los libros mejores— dejando después la larga pregunta del porqué de su silencio, que él (hedonista siempre) quería atribuir únicamente a su pereza. Esos últimos y espléndidos libros son: Moralidades —sin duda, lo más completo de su labor— y Poemas póstumos, cuya primera edición es de 1968. Jaime Gil de Biedma no volvió a escribir ningún nuevo libro de poemas, y solamente añadiría a sus poesías completas algún texto nuevo (pocos), el último de los cuales dataría, más o menos, de 1972. Y no parece que haya inéditos líricos.
El porqué de ese largo silencio no está bien dilucidado aún. Además de la pereza o del deseo de no repetirse (Gil de Biedma era exigente con su obra y con la de los demás) piensan otros en el tiempo que le podía robar su trabajo de ejecutivo (que prácticamente siempre compaginó con su tarea literaria) y en su sabido y afanoso vitalismo, no exento —para alguno más— de un halo autodestructivo, aunque sin perder las formas externas, propio de quien pensaba que con la juventud desaparece la vida, la verdadera “vida”, vinculable a la ilusión y a la pasión de los sentidos.
Jaime Gil de Biedma fue homosexual, y ello le impidió, por ejemplo, afiliarse al entonces clandestino Partido Comunista de España, en la década de 1950.
En intimidad, Jaime no tenía ningún problema en confesar —y aun alardear— de su gusto íntimo. Pero de cara a su labor, y más a su trabajo oficinístico, mantuvo siempre esa “doble vida”, tan habitual en muchos personajes de su tiempo. Para muchos lectores, con todo, la poesía de Gil de Biedma, que no es explícitamente homoerótica, resulta clara en su clima masculino. Ello se debe —probablemente— a que el autor buscó escribir siempre en neutro, evitando cuidadosamente el femenino. La ausencia de este género impregna, pues, el conjunto. Jaime vivió apasionadamente el mundo de la noche y del amor mercenario, y como le gustaba la llamada “literatura del yo” y escribió diarios (aún inédito el de 1978) allí dejó claro lo que sus amigos y cercanos bien sabían. Pero, oficialmente, todo ello se conoció sólo tras su muerte.
Cuando en 1974 publicó Diario del artista seriamente enfermo (anticipo de lo que fue el aludido Diario del artista en 1956) los contenidos eróticos —muy explícitos— fueron autocensurados del todo. Algo similar ocurrió con la enfermedad que concluiría llevándolo a la muerte. Enfermo de sida desde el verano de 1985, Jaime hizo que se ocultara su dolencia, contando otros achaques, pese a ser vox populi en el entorno literario, hasta que horas después de su fallecimiento (en enero de 1990) se declaró sin más pudores. Lo que él sabía y quería que se dijera tras su muerte —la vida que quiso vivir— deseó que no se supiese públicamente mientras estuvo vivo. ¿Pudor familiar? Es, sin duda, la respuesta más fácil, quizá no la única. Jaime Gil de Biedma —como cualquier ser humano lúcido— fue básicamente complejo.
Muy viajero, habituado a manejarse bien en inglés y francés (algo muchísimo más habitual hoy que en la cerrada España de su juventud) Jaime Gil representó una viva imagen de cosmopolitismo en una época en que éste aún no se había trivializado, por la globalización y el turismo masivo. Hombre culto y con clara buena disposición para el ensayismo (en el que se inauguró con un libro sobre Guillén, Cántico. El mundo y la poesía de Jorge Guillén, 1960) esa faceta fue quedando también, en el transcurso de la vida de Jaime —tan entregada al caudaloso vivir— como una posibilidad cada vez más ocasional e infrecuente. Gran poeta de su tiempo, quizás el más famoso de su generación —aupado a la categoría de maestro por los jóvenes poetas de la Generación del 80, en sus comienzos—, a él le gustaba decir, con un galante tono frívolo, que podía excusar su pereza, que más que poeta preferiría ser poema. Dos de sus más célebres poemas cercan muy bien la clave de su pluralidad en el amor y en la vida, sus excesos y sus carencias. Me refiero, claro es, a “Pandémica y celeste” y “Contra Jaime Gil de Biedma”. Excelentes muestras de lo que él llamó “poesía de la experiencia” (tomado del crítico inglés Langbaum) y que aludía a la máscara de sí mismo, como protagonista poemático y a la reflexión moral sobre el vivir, tal como lo interpretaron algunos de quienes lo admiraban. Pese a que han empezado, recientemente, a aparecer trabajos biográficos sobre él, el hombre que sustentó al poeta —su segura complejidad— no está analizado todavía en todas sus facetas.
Obras de ~: Según sentencia del tiempo, Barcelona, Publicaciones de la Revista Laye, n.º 9, 1953; T. S. Elliot, Función de la poesía y función de la crítica, trad., pról. y notas de ~, Barcelona, Seix Barral, 1955; Compañeros de viaje, Barcelona, Joaquín Horta, 1959; Cántico. El mundo y la poesía de Jorge Guillén, Barcelona, Seix Barral, 1960; En favor de Venus, Barcelona, Literaturasa, 1965; Moralidades, México, Joaquín Mortiz, 1966; C. I sherwood, Adiós a Berlín, trad. de ~, Barcelona, Seix Barral, 1967; Poemas póstumos (1965-1967), Madrid, Poesía para Todos, 1968; Colección particular (1955-1967), Barcelona, Seix Barral, 1969; Diario del artista seriamente enfermo, Barcelona, Lumen, 1974; Las personas del verbo, Barcelona, Barral, 1975; El pie de la letra. Ensayos, Barcelona, Crítica, 1980; Retrato del artista en 1956, Barcelona, Lumen, 1991.
Bibl.: S. Mangini González, Gil de Biedma, Madrid, Júcar, 1980; VV. AA. [“n.º monogr.”], en Litoral, 163-165 (1986); P. Rovira, La poesía de Jaime Gil de Biedma, pról. de J. M. Cacho Blecua, Barcelona, Edicions del Mall, 1986; C. Riera, La escuela de Barcelona: Barral, Gil de Biedma, Goytisolo, el núcleo poético de la generación de los 50, Barcelona, Anagrama, 1988; P. Aullón de Haro, La obra poética de Jaime Gil de Biedma: las ideaciones de la tópica y del sujeto, Madrid, Verbum, 1991; T. Blesa y A. Pérez Lasheras (eds.), Actas del congreso “Jaime Gil de Biedma y su generación poética”, I. En el nombre de Jaime Gil de Biedma, [Zaragoza], Diputación General de Aragón, Departamento de Educación y Cultura, 1996; A. Armisén, Jugar y leer: El verbo hecho tango de Jaime Gil de Biedma, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 1999; P. Rovira, El sentido figurado. 34 poemas de Jaime Gil de Biedma, Lérida, Pagès-Universitat de Lleida, 1999; J. Pérez Escohotado (ed.), J. Gil de Biedma. Conversaciones, Barcelona, Aleph, 2002; M. Dalmau, Jaime Gil de Biedma. Retrato de un poeta, Barcelona, Circe, 2004; L. A. de Villena, Retratos (con flash) de Jaime Gil de Biedma, Barcelona, Seix Barral, 2006.
Luis Antonio de Villena