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Claudio Rodríguez García

Biografía

Rodríguez García, Claudio. Zamora, 30.I.1934 – Madrid, 22.VII.1999. Poeta, traductor.

Su padre fue interventor de Hacienda, además de un gran lector de poesía, en cuya biblioteca el poeta adolescente de trece años se inició en la lectura de los simbolistas franceses y místicos españoles. Su madre heredó algunas propiedades. Las temporadas de verano las pasó, desde los cinco años, en una finca que tenía su abuela paterna, Josefa Diego, cerca de la estación de ferrocarril de Zamora y allí participó en algunas labores campesinas, observó el comportamiento de los animales y se interesó por los cultivos: la botánica, la zoología fueron luego lecturas habituales. El interés posterior del poeta por el lenguaje oral, popular y la canción infantil, tan determinantes en su poesía, provienen ya de este contacto directo con ellos en sus años de infancia.

En 1944 comenzó el bachillerato en el Instituto Claudio Moyano de Zamora y destacó como estudiante. Fue decisiva la influencia de sus profesores de Literatura, Ramón Luelmo, y de Filosofía, José María Gómez López.

Cuando Claudio Rodríguez tenía trece años, murió su padre. Fue un suceso traumático que conmocionó al adolescente y le hizo madurar muy deprisa.

Con la ayuda de un profesor particular, estudió la métrica francesa, latina y castellana; también dio clases de Piano, leyó a Rimbaud en su lengua original, le interesó la filosofía y “devoró” las obras de los filósofos griegos (que tanto le influyeron en su visión de la vida) y las de los místicos. Fruto de su interés por el ritmo en la poesía francesa, fue un posterior trabajo universitario sobre el ritmo en Rimbaud. Claudio Rodríguez finalizó sus estudios de bachillerato con matrícula de honor.

En octubre de 1951, Claudio Rodríguez se trasladó a Madrid para estudiar Filosofía y Letras en la Universidad Central; allí conoció a Carlos Bousoño y Dámaso Alonso, profesores suyos.

1953 fue un año decisivo en la vida del poeta por varios motivos. En marzo le envió a Vicente Aleixandre (al que conoció personalmente poco después, en 1954) el manuscrito de Don de la ebriedad, y conoció también, en una excursión universitaria a Granada, a Clara Miranda, estudiante de Historia, con quien se casó en 1959. En diciembre de ese mismo año, obtuvo el Premio Adonais de Poesía por Don de la ebriedad, su primer libro. El jurado estaba compuesto por Gerardo Diego, José Hierro, Luis Felipe Vivanco, José Luis Cano y Florentino Pérez Embid. Claudio cursaba entonces el primer curso de Filología Románica.

Durante el curso 1955-1956 y siendo rector de la Universidad de Madrid Pedro Laín Entralgo, Claudio Rodríguez entró a formar parte de la comisión ejecutiva del Congreso Universitario de Escritores Jóvenes y colaboró en la redacción del boletín del Congreso.

Es un momento de fuerte politización del poeta y de lucha contra el régimen a través de actividades clandestinas.

En 1956 se afilió al Partido Comunista, pero su militancia fue muy breve, pues no llegó ni a media hora. La situación política era muy grave: represión estudiantil, muerte de un falangista, crisis de gobierno, caída de Ruiz Jiménez del Ministerio de Educación Nacional, prohibición del Congreso de estudiantes, cierre de la Universidad y dimisión del rector Laín Entralgo. Participó en los enfrentamientos estudiantiles de febrero y, tras el cierre de la Universidad, se marchó una temporada a Zamora.

En 1957 terminó Filología Románica y comenzó su memoria de licenciatura sobre El elemento mágico en las canciones infantiles de corro castellanas, dirigida por Rafael de Balbín Lucas. En noviembre de 1958, cuando el poeta tenía veinticuatro años, apareció Conjuros. El 23 de julio de 1959 se casó con Clara Miranda en Madrid y ese mismo verano se instalaron en Nottingham, donde, finalizado el servicio militar, en 1958, el poeta había conseguido un puesto de lector de español en la Universidad de Nottingham (Inglaterra), gracias a la mediación de Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso y Rafael Lapesa; allí estuvo hasta 1960, en cuyo mes de octubre se trasladó a Cambridge, también como lector de español, hasta 1964 y trabó amistad con otro poeta español, Francisco Brines, a la sazón lector en la Universidad de Oxford.

La estancia en Inglaterra fue decisiva en muchos sentidos: el contacto con la literatura inglesa, con el ambiente universitario, el aprendizaje del idioma, el cambio de costumbres, los viajes por el país (Gales, Escocia, Irlanda), las nuevas lecturas y los nuevos amigos. Además, Claudio Rodríguez impartió varias conferencias sobre literatura española estos dos cursos.

Durante este período, leyó a los poetas metafísicos y románticos y a algunos escritores del momento.

Le interesaron también Larkin y Dylan Thomas, este último sobre todo por su visión irracionalista y mágica de la realidad.

Durante este tiempo, continuó su correspondencia con Aleixandre en la que puede seguirse el proceso de elaboración de su tercer libro, Alianza y condena, además de las vivencias personales del poeta en Inglaterra: su añoranza de la luz y el paisaje castellanos, los progresos en el aprendizaje del idioma, las excursiones y charlas con profesores y amigos y, por supuesto, el papel decisivo de Clara, su mujer, siempre al lado del poeta y a la que se siente profundamente unido.

De vuelta a Madrid por nostalgia de la vida española y renunciando a una importante carrera académica, fijó su residencia en el n.º 24 de la calle Lagasca.

En Madrid fue profesor de Literatura Española en el Instituto Internacional, donde impartió cursos a universitarios norteamericanos hasta 1991; fue también profesor, durante estos primeros años, en la Universidad Autónoma de Madrid.

En 1965, el autor publicó Alianza y condena, libro por el que, en 1966, recibió el Premio de la Crítica.

Está escrito en su mayor parte en Inglaterra y la crítica coincide en considerarlo un libro de plena madurez y, para muchos, la obra mayor del poeta.

Comienza a traducir por encargo de una editorial española la obra poética de T. S. Eliot, a excepción de los Four Quartets, pero el rigor y la meditada reflexión con que el poeta afrontaba la obra del norteamericano se avenía mal con las prisas de la editorial y el proyecto no llegó a término.

En 1971 Carlos Bousoño reunió los tres primeros libros de Claudio Rodríguez bajo el título Claudio Rodríguez. Poesía 1953-66. El ensayo preliminar es uno de los primeros estudios de conjunto sobre esta obra. También en este año comienza a formar parte del jurado del Premio Adonais, sustituyendo a José Luis Cano. En 1976, publicó su cuarto libro de poemas, El vuelo de la celebración.

La década de 1980 significó la consagración definitiva del poeta, el reconocimiento unánime, tanto en España como en el extranjero, como uno de los poetas más importantes del siglo XX. Se sucedieron, a partir de entonces, las lecturas de poemas, las participaciones en cursos y congresos, los homenajes, premios, reediciones de sus libros. Viajó por Europa y Estados Unidos impartiendo conferencias y realizando lecturas de su poesía. En 1980, la Modern Language Assocciation of America (MLA) celebró una sesión “In honor of Claudio Rodríguez” en Houston, Texas, y, dos años más tarde, en 1982, participó en Nueva York en el simposio “Spanish Poetry since the Civil War: Three generations”, organizado por el Spanish Institute de Nueva York. Fueron años de intensa actividad crítica y ensayística.

En 1983, obtuvo el Premio Nacional de Poesía por el libro recopilatorio Desde mis poemas. A finales de 1985, participó en los encuentros dedicados a la poesía y novela de la década de 1950, celebrados en Granada bajo el título “Palabras para un tiempo de silencio”.

En 1986 fue galardonado con el Premio de las Letras de Castilla y León.

A partir de 1987, colaboró con cierta asiduidad en “la tercera” del diario ABC, con interesantes artículos que tienen como fondo común problemas del proceso creador; son temas fundamentales de su poética como el ritmo, la despersonalización del poeta en la contemplación, el problema del conocimiento poético, la vivencia de la realidad y su expresión, la poesía como canto y celebración. El 17 de diciembre de 1987, cuando el poeta tenía cincuenta y tres años, fue elegido miembro de número de la Real Academia Española, donde ocupó el sillón “I” mayúscula, que dejara Gerardo Diego. Fue propuesto por Carlos Bousoño, Emilio Lorenzo y Manuel Seco.

En junio de 1988, se le rindió homenaje en Zamora. Los actos contaron con la presencia del poeta. Además, se creó en la Biblioteca Pública de Zamora un Fondo Documental y Bibliográfico sobre Claudio Rodríguez.

Un año después, el 24 de junio de 1989, fue nombrado Hijo Predilecto de la ciudad. La Diputación de Zamora reeditó con este motivo Conjuros, con un estudio de Luciano García Lorenzo, que incluye dibujos de artistas amigos de Claudio, manuscritos y fotografías.

En mayo de 1991, tras quince años de silencio poético, publicó Casi una leyenda, libro que creó una gran expectación, pues se trataba de saber, después de tan largo lapso de tiempo, hacia dónde podría ir una obra que parecía haber llegado ya a la cima de la expresión lírica. El poeta de nuevo no defraudó y el libro, de una extraordinaria perfección, obtuvo el I Premio El Crítico, concedido por la revista del mismo nombre. Casi una leyenda fue considerado el mejor libro publicado en España durante 1991 por veinticuatro críticos consultados por el diario El Mundo.

El poeta siguió, mientras tanto, dedicado a la docencia y trabajando en la adaptación de La verdad sospechosa, de Juan Ruiz de Alarcón, obra que se estrenó en noviembre de 1991, dirigida por Pilar Miró e interpretada por la Compañía Nacional de Teatro Clásico.

En marzo de 1992 leyó el discurso de ingreso en la Real Academia Española, titulado Poesía como participación: hacia Miguel Hernández; la contestación corrió a cargo de Carlos Bousoño. En junio de este mismo año, Casi una leyenda fue seleccionado por el Ministerio de Cultura para optar al Premio Europeo de Literatura, máximo galardón de las letras en la Comunidad Europea. Durante el verano, dirigió en Alcalá de Henares el curso “Propuestas poéticas para el fin de siglo”.

El 28 de mayo de 1993, fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras y, cinco días después, obtuvo el II Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. Con este motivo, la Universidad de Salamanca publicó la antología Hacia el canto, preparada por el autor junto con Luis García Jambrina, uno de sus principales estudiosos. La Revista Hispánica Moderna, editada en Nueva York por el Instituto Hispánico y la Universidad de Columbia, le dedicó un importante número monográfico.

En 1995 fue elegido vocal del Patronato del Instituto Cervantes. Del 8 al 12 de julio de 1996, la Universidad Complutense de Madrid le dedicó un curso de verano en Almería, dirigido por el profesor Antonio García Berrio. Posteriormente, durante los cursos 1997-1998 y 1998-1999 ejerció la docencia como profesor invitado por la Cátedra de Teoría de la Literatura en la Universidad Complutense.

En 1998, participó en el congreso “I Encuentro de Poesía Europea” celebrado en la Residencia de Estudiantes y recibió en Valladolid el Premio de la Academia de Poesía Castellano-Leonesa, en su primera edición, como reconocimiento a “una de las voces más valiosa, original y transparente de nuestro siglo en lengua española”.

El poeta ultimaba un nuevo libro con el título provisional de Aventura cuando le sorprendió la muerte, en Madrid, el 22 de julio de 1999. Había dejado por escrito su voluntad de ser enterrado en el cementerio de Zamora, cerca del Duero, del que solía decir en sus últimas entrevistas: “Es como un dios, eterno y pasajero al mismo tiempo, fluyendo con ilusión, pero, ¿hacia dónde?”.

Desde entonces, se sucedieron los homenajes, las evocaciones entrañables de sus amigos, las valoraciones críticas de su obra. En el año 2000, el Instituto Cervantes de Nueva York le rindió homenaje con una serie de actos en los que participaron reconocidos hispanistas y estudiosos de su obra. Ese mismo año, la Fundación García Lorca de Madrid editó un número monográfico sobre su vida y obra y el Ayuntamiento de Madrid acordó dedicarle una calle en el distrito de Chamartín, donde vivió sus últimos años el poeta.

Sus poemas han sido traducidos a varios idiomas.

Aunque a Claudio Rodríguez se le suele incluir en la llamada Generación del 50, la más somera lectura de sus libros ponen en evidencia la radical independencia creadora del autor con respecto a las escuelas, tendencias y programas, que movieron el panorama poético español entre las décadas de 1950 y 1970.

Poetas, críticos y estudiosos de su obra han puesto de manifiesto la singularidad de su poesía: sorprendente capacidad imaginativa y simbólica, dominio y rigor técnico, estilo natural, inconfundible, espontánea sabiduría para aunar pensamiento y emoción.

Cuando en 1993, Claudio Rodríguez recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, Octavio Paz, presidente del jurado, dijo que este galardón se le había concedido por su iluminación de la realidad cotidiana y su adhesión a ella con hondura simbólica. La aventura poética de Claudio Rodríguez consiste precisamente en eso, en una muy personal “iluminación simbólica” de lo real a través del lenguaje. Definió la poesía como “una búsqueda, o una participación entre la realidad y la experiencia poética de ella a través del lenguaje”.

 

Obras de ~: Don de la ebriedad, Madrid, Ediciones Rialp, 1953 (2.ª ed., Madrid, Ediciones Torremozas, 1989; ed. en braille, Aula Claudio Rodríguez/1, CBC-ONCE, Madrid, 1999; ed. facs., Ediciones Rialp, Madrid, 2000); Conjuros, Torrelavega, Ediciones Cantalapiedra, 1958 (2.ª ed., Barcelona, Taifa [José Batlló, editor] 1985; 3.ª ed., Zamora, Diputación, 1988); Alianza y condena, Madrid, Ediciones de la Revista de Occidente, 1965 (2.ª ed., Madrid, Alianza Editorial, 1995; ed. crítica y facs. de L. García Jambrina, Zamora, Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo, Diputación- Ayuntamiento, CajaEspaña 2001); Poesía (1953-1966), pról. de C. Bousoño, Barcelona, Plaza y Janés, Editores, 1971; El vuelo de la celebración, Madrid, Visor, 1976 (2.ª ed., Madrid, Ediciones La Palma, 1992); Antología poética, intr. y selec. de P. W. Silver, Madrid, Alianza Editorial, 1981; Desde mis poemas, edición del autor, Madrid, Ediciones Cátedra, 1983; Claudio Rodríguez, intr. y selec. de D. Cañas, Madrid, Ediciones Júcar, 1988; Casi una leyenda, Barcelona, Tusquets Editores, 1991; Poesías escogidas, pról. y selec. de Á. Rupérez, Madrid, Mondadori, 1992; Hacia el canto, selec. de C. Rodríguez y L. García Jambrina, ed. de L. García Jambrina, Salamanca, Ediciones Universidad-Patrimonio Nacional, 1993; Don de la ebriedad. Conjuros, ed. crítica de L. García Jambrina, Madrid, Castalia, 1998; Antología personal, ed. del autor, Madrid, Visor, 2000; Poesía completa (1953-1991), Barcelona, Tusquets, 2001; Claudio Rodríguez: Antología poética, ed. de J. Á. Crespo, León, Edilesa, Junta de Castilla y León, 2002; Aventura, ed. facs. de L. García Jambrina, Salamanca, Tropismos, 2005.

 

Bibl.: J. Olivio Jiménez, Diez años de poesía española (1960- 1970), Madrid, Ínsula, 1972; W. M. Mudrovic, The Poetry of Claudio Rodríguez: Technique and Structure, tesis doctoral [P. D. Dissertation], University of Kansas, 1976 (Ann Arbor [Michigan], 1977, University Microfilms International, n.º 77-2257, 1977, 194 págs.); D. Cañas, Poesía y percepción (Francisco Brines, Claudio Rodríguez y José Ángel Valente), Madrid, Hiperión, 1984; P. W. Silver, La casa de Anteo. Estudios de poética hispánica: de Antonio Machado a Claudio Rodríguez, Madrid, Taurus 1985; Á. L. Prieto de Paula, La llama y la ceniza. Introducción a la poesía de Claudio Rodríguez, Salamanca, Universidad-Colegio Universitario de Zamora, 1989; J. J. Tarín Martínez, Palabra y deseo (La poesía de Claudio Rodríguez), Valencia, Universidad-Colegio Universitario de Castellón, 1990; A. García Berrio, Forma interior. La poética de Claudio Rodríguez, Málaga, 1998; T. Hernández Fernández (ed.), La contemplación viva. Ensayos críticos sobre Claudio Rodríguez, Madrid, 1999; L. García Jambrina, De la ebriedad a la leyenda (La trayectoria poética de Claudio Rodríguez), Salamanca, Universidad, 1999; Claudio Rodríguez y la tradición literaria, Valladolid, Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura, 1999; (ed.), Claudio Rodríguez, Alianza y condena, ed. crítica y facs., Zamora, Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo, Diputación-Ayuntamiento- Caja España, 2001; F. Yubero Ferrero, La poesía de Claudio Rodríguez. La construcción del sentido imaginario, Valencia, Pre-Textos, 2003; www.claudiorodriguez.es.

 

Fernando Yubero Ferrero y Rafael Morales Barba

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