Álvarez de Sotomayor y Zaragoza, Fernando. El Ferrol (La Coruña), 25.IX.1875 – Madrid, 17.III.1960. Pintor y director del Museo del Prado.
Sus padres fueron Pedro Álvarez de Sotomayor, marino de guerra, y Asunción Zaragoza. Sus primeros años estuvieron matizados por las penurias y las angustias propias de una orfandad prematura. Su padre había muerto en plena juventud, a los treinta y tres años, dejando a una joven viuda, de veintiocho años, y a tres pequeños hijos varones: José, de cinco años; Fernando, de cuatro, y Francisco, de dos. En esta atmósfera de dificultad y con las resonancias de un pasado generoso —ya que contaba con un abolengo familiar de militares y marinos, de antigua y noble descendencia—, transcurrieron los primeros años de este pintor.
En 1885, cuando aún no cumplía diez años de edad, ingresó al colegio San Lorenzo de El Escorial.
Hacia 1887 su familia se trasladó a Toledo. Es en esta ciudad en donde Fernando Álvarez de Sotomayor se interesó por la pintura; vocación que había de ser la directriz de su vida. Asistió a clases con José Gutiérrez, pintor aficionado, quien fue su primer profesor de Dibujo y Pintura. Cuatro años permaneció en esa ciudad. En los tres primeros, terminó el grado de bachiller, cuyos dos cursos anteriores había aprobado estando en El Escorial. Después de vivir en aquella histórica ciudad se traslada en 1891 a Madrid.
Allí ingresó como discípulo al taller de Manuel Domínguez, pintor de acaso limitadas facultades para la creación propia, pero dotado de una eficaz condición para la enseñanza de la Pintura. Domínguez gozaba de gran prestigio por su dominio técnico y por ser un destacado fresquista. En 1899 la vida de Álvarez de Sotomayor sufre un cambio de trascendencia.
Ganó, por oposición, una pensión para la Academia Española de Bellas Artes en Roma, en donde fue nombrado el 20 de octubre de 1899 pensionado de número de Pintura. Ese mismo año pasó una temporada en París, ciudad impregnada por el apogeo impresionista.
Ello permitió al artista conocer de cerca la renovación plástica más radical que, desde hace varios años, venían postulando Monet, Cézame, Renoir, entre otros. En 1903, fue a Bélgica y Holanda en compañía del pintor Manuel Benedio, su entrañable compañero. En Brujas, La Haya y Ámsterdam descubre la pintura flamenca y holandesa y, sobre todo, cede a la fascinación de Franz Hals. En Brujas pintó Baile en un estaminet, obra que el pintor valoró como la “raíz de su creación artística posterior”.
Después de cuatro años en Roma, en 1904 regresó a Madrid. Desde su retorno, su carrera artística se vio permanentemente coronada por el éxito. Ese mismo año obtiene una Segunda Medalla en la Exposición Nacional por su obra de tema mitológico Orfeo atacado por las bacantes.
En 1905, después de casi veinte años de haber permanecido alejado de su tierra natal, viajó a Galicia.
El matrimonio de su hermano José le da la posibilidad del reencuentro con la cultura y los paisajes que le vieron nacer. Descubre allí el espíritu y las calidades plásticas de la geografía y del pueblo gallego y empieza a pintar cuadros de asunto regional. En 1906 ganó una Primera Medalla en la Exposición Nacional por su cuadro Los abuelos. Al año siguiente contrae matrimonio en La Coruña con la dama gallega Pilar de Castro, circunstancia que le vincula definitivamente a su tierra natal. En 1907 obtiene una Medalla de 1.ª clase en la Exposición Internacional de Barcelona por su cuadro mitológico El rapto de Europa.
En 1908 el Gobierno de Chile, a través de su cónsul general en España, contrató al ya famoso pintor como profesor de Colorido y Composición para la Escuela de Bellas Artes de Santiago. Permaneció en ese centro de enseñanza artística hasta 1911, fecha en que retorna con una licencia a España. Se encontraba en Europa cuando el Gobierno de Chile le ofreció la dirección de la Escuela de Bellas Artes, cargo que fue aceptado por el artista, regresando ese mismo año a América. La estadía de Sotomayor en Chile, de 1908 a 1915, fue significativa para el desarrollo cultural del país sudamericano. En primer lugar, fue parte importante en la organización de esa gran Exposición Internacional de 1910 con que Chile celebró el primer Centenario de su Independencia. También su labor pedagógica fue decisiva en la formación de una Escuela chilena de Pintura, la que hoy se conoce como Generación del Trece o Generación del Centenario o también como Generación Sotomayor. Esta escuela, formada por artistas que, de forma directa o indirecta, fueron sus discípulos, se caracteriza por una marcada tendencia hispánica en sus preceptos artísticos, aspecto que sustituye, por un tiempo, el persistente influjo francés que había caracterizado a la pintura chilena durante la segunda mitad del siglo xix y los primeros años del xx. De este conglomerado de artistas, a los que Pablo Neruda llamó “Heroica capitanía de pintores”, destacan especialmente: Arturo Gordon, Pedro Luna, Ezequiel Plaza, Agustín Abarca, los hermanos Alfredo, Enrique y Alberto Lobos, Enrique Bertrix, Abelardo “Paschín” Bustamante, Jerónimo Costa, Jaime Torrent, Guillermo Vergara, Ricardo Gilbert, Elmina Moissant, Andrés Madariaga, Ulises Vásquez, Enrique Moya y varios más.
En 1909 obtuvo Medalla de Oro en la Exposición Internacional de Múnich. Al año siguiente obtiene Medalla de Honor en Buenos Aires por su retrato del pintor chileno Alfredo Helsby. En 1915 renunció al cargo de director y profesor de la Escuela de Bellas Artes de Chile para regresar definitivamente a España.
El Gobierno de Chile le concede la Encomienda de la Orden del Mérito. La labor de Fernando Álvarez de Sotomayor en Chile es de suma importancia. Modificó la enseñanza artística y encauzó la pintura chilena dentro de la tradición artística española. Generó un movimiento artístico que hizo variar en Chile los conceptos estéticos decimonónicos, ampliando la mirada hacia los temas costumbristas y produciendo una incipiente renovación en los conceptos técnicos y estilísticos de la pintura.
Estando ya definitivamente en España, Sotomayor —como ya se firmaba en sus obras— realizó muchos retratos y algunos de sus mejores cuadros de asunto gallego. Se transformó en el pintor de la Corte de Alfonso XIII. Del Rey realizó más de media docena de retratos. Por su estudio desfilaron las primeras figuras de una de las épocas de mayor esplendor social en España. En 1917, año que pinta una de sus principales obras costumbristas, Comida de bodas en Bergantiños, fue designado Hijo Predilecto de El Ferrol En 1918 se celebró en La Coruña la primera Exposición Regional de Arte Gallego, en la cual, al decir de Francisco Javier Sánchez Cantón, “queda consagrado como el inspirador e iniciador de una verdadera Escuela Gallega de Pintura”.
En 1919, ocupó el cargo de subdirector del Museo del Prado. En 1922, a la muerte de Aureliano de Beruete, el artista fue nombrado director del Museo, permaneciendo en el cargo hasta 1931, fecha en que renunció. Un segundo período en que dirigió la prestigiosa pinacoteca va desde 1939 a 1960, fecha de su muerte.
En 1922 visita Londres por primera vez, en viaje turístico y de estudio. Se apasionó, según señalan algunos de sus biógrafos, por la pintura de Reynolds, Gainsborough, Rommey, Lawrence y Constable.
Ese año y los siguientes continuó pintando gran cantidad de retratos y cuadros de género, a la vez que entendiendo al constante desarrollo y perfeccionamiento del Museo del Prado. El 21 de marzo de 1922 ingresó como miembro de número en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Lee en esa oportunidad un discurso titulado Nuestras Relaciones Artísticas con América, documento que hace referencia a la labor que el artista español realizó en tierras chilenas. El discurso es contestado, dando con ello recepción oficial al nuevo numerario, por Marceliano Santamaría. En este acto Sotomayor hace entrega de la obra Madre Bretona, satisfaciendo con ello otro requisito exigido a los que ingresan a la Academia. El nombramiento de Sotomayor vino a reemplazar la vacante dejada por el fallecimiento del artista José Villegas. En 1923 realizó un viaje por Berlín, Dresden y norte de Italia. En 1928, en su calidad de director del Museo del Prado, dirigió la exposición conmemorativa del centenario de la muerte de Francisco de Goya. En estos años, aumenta incesantemente su producción pictórica y por su estudio continúan desfilando las personalidades más representativas de la política, la aristocracia y las finanzas españolas.
Su tradición familiar y sus personales convicciones le hacían profesar un fuerte sentimiento monárquico.
Esta circunstancia hace que, al advenimiento de la República en abril de 1931, renuncie a su cargo de director del Museo del Prado y a la Medalla de Académico de Bellas Artes. Esta última renuncia no fue aceptada. En 1932 viajó a Francia: “Yo probé la amargura del exilio voluntario”, señaló el pintor. En París, inauguró una importante muestra de sus obras en la Sala Charpenteir. A fines de agosto de 1932, viajó a Buenos Aires, en donde se celebró una importante exposición suya. Regresó a España en noviembre del mismo año. En 1933 se instala en La Coruña, donde pintó algunos de sus mejores cuadros de temática gallega.
En el invierno de 1934 se radicó temporalmente en Madrid, en El Escorial. En 1935 sufrió un serio accidente automovilístico en La Coruña que, amén de poner en peligro su vida, restringe sus facultades físicas. El movimiento nacionalista, encabezado por el general Francisco Franco en el año 1936, sorprendió a Sotomayor en Galicia. Tras unos días de retiro en el Pazo de Mende, se presentó en La Coruña y, al frente del Negociado IX del Gobierno Civil, fundó y dirigió la organización Mujeres al Servicio de España, que proveía a las tropas de toda clase de prendas. En 1938 es nominado alcalde de La Coruña, cargo que ejerció por un corto período. Durante esa época ofrece hacer un cuadro de la Virgen del Rosario, patrona de la ciudad. En 1939, cuando aún no había terminado la guerra, Sotomayor es restituido en la dirección del Museo del Prado. Fue comisionado por el Gobierno para recoger en Ginebra y traer a España el tesoro artístico español, depositado en el Palacio de las Naciones como una forma de protegerlo de los peligros de la Guerra Civil en España. Organizó allí la célebre Exposición de Obras Maestras del Museo del Prado.
A su regreso, custodiando en un tren especial aquel ingente tesoro, tomó en forma efectiva nuevamente la dirección del Museo. En agosto de 1943 leyó en La Coruña el discurso El Museo del Prado, su pasado, su presente y su porvenir. En 1945, el general Francisco Franco le encargó un gran cuadro de Isabel la Católica para el castillo de Mota. Ese mismo año se celebran en el palacio Dalmases, en la calle de Moncada (Barcelona), y en la Sala de Exposiciones de la Dirección General de Bellas Artes (Madrid), idénticas exposiciones antológicas de sus cuadros. Las muestras, según los testimonios de la prensa de la época, alcanzan un éxito rotundo.
En 1946 la Universidad de Chile organizó en Santiago una gran exposición de pintores de la época de Fernando Álvarez de Sotomayor y que fueron discípulos suyos. La muestra alcanzó una gran resonancia, pues ya se perfilaba una coherencia y una producción que permitió atribuir a este núcleo de artistas la condición de un grupo generacional.
En 1947 el Gobierno español envió en misión oficial al artista a Buenos Aires. Se le encomendó la organización de una gran exposición de pintura y escultura moderna española. La exposición se inauguró el 12 de octubre de ese año, en el Museo de Bellas Artes de Buenos Aires. Con el patrocinio de los gobiernos de Argentina y España, se exhibieron más de ochocientos cuadros y esculturas. La misión oficial en Argentina consideraba, además, el retratar al presidente Juan Domingo Perón y a su esposa, Eva Duarte de Perón. Estos cargos los cumplió el artista a plena satisfacción.
En 1953, se realiza en su ciudad natal de El Ferrol, como homenaje de despedida de su vida oficial de artista, una exposición de los mejores cuadros pintados a lo largo de su vida. Ese mismo año es elegido director de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, cargo al cual renunció en 1955, debido a su edad avanzada y por legítimos deseos de retiro y reposo. En 1956 se le otorga el Premio March de Pintura.
En los primeros días de marzo de 1960, sufrió un fuerte infarto de miocardio. No se turbó su serenidad ante el grave accidente. “Es un ensayo general para la muerte”, dijo a sus familiares. En sus postreras horas, extremó la religiosidad que había presidido toda la vida. Murió en Madrid, a los ochenta y cuatro años de edad, en el atardecer del 17 de marzo de 1960. Presidió el entierro el conde de Casa Loja en representación del jefe de Estado, asistiendo numerosas autoridades, familiares y amigos del pintor. El cuerpo recibió cristiana sepultura en la Sacramental de San Isidoro, patio de Nuestra Señora del Carmen, fila primera, número 50.
Su obra artística principal distingue dos grandes vertientes: la pintura de retratos —aspecto que representa su mayor producción— y los cuadros costumbristas, inspirados principalmente en su tierra natal, Galicia. Su obra se vincula a una visión estética tradicional —un clasicismo novecentista—, muy cercana a las normas de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y a las preferencias de los estamentos oficiales de la España de entonces. Compenetrado de la plena y profunda significación plástica y estética de la figura humana, no se inclinó hacia la pintura de paisajes o bodegones, aun cuando ellos aparecen formando parte en muchas de sus obras, especialmente en sus retratos, temas mitológicos y campesinos.
Obras de ~: Recuerdos de un viejo pintor (inéd.), con las Memorias del artista (archivo familiar); Nuestras relaciones artísticas con América, Discursos leídos por el señor Fernando Álvarez de Sotomayor, en el acto de su recepción pública a la Academia de Bellas Artes de San Fernando, y contestación del Sr. Marceliano Santamaría, el 12 de marzo de 1922, Madrid, Mateu Artes Gráficas, 1922 (reproducido en Revista Barcelona, n.º 14, 20 de enero de 1954).
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Pedro Emilio Zamorano Pérez