Villandrando, Rodrigo de. Conde de Ribadeo (I). Valladolid, ú. t. s. XIV – 1448. Militar, aventurero, héroe, guerrero.
Hijo de Pedro de Villandrando, vecino de Valladolid y de su esposa Inés del Corral, hidalgos pobres. Pasó joven a Francia, en el grupo que el monarca castellano Juan II envió, por disposición de las Cortes, en ayuda de la realeza Valois en su lucha contra los ingleses. Se vio así totalmente inmerso en lo que tradicionalmente se denomina “guerra de los 100 años”, contratado como mercenario en busca de fortuna. Logra en el país vecino honor, gloria y riquezas, y se consolida como un típico representante de bandos de ecurcheus, gente dispuesta a servir a una causa —la de Carlos VII en este caso— pero también a sacar el mayor provecho personal posible tanto del saqueo como de la rapiña más vil.
Formó en un primer momento, 1418, parte de la compañía del capitán francés I’Isle Adam que operaba en el territorio de Orleans, y poco después constituyó su propio grupo de aventureros con los que ingresó en 1421 en la compañía del mariscal Severac. En ésta hizo la campaña del Maconais en 1422, y después ayudó a rechazar a los ingleses de Bourges, residencia de Carlos VII. En 1427 tomó parte en el apresamiento del rotero anglo-borgoñón, Andrés de Ribes, y durante algún tiempo recorrió con sus hombres el Languedoc, saqueando el país sin distinción de bandos. En 1430 contribuyó de una manera muy clara a la derrota del príncipe de Orange, del bando borgoñón, en la batalla de Anthon (Viennois), hecho que le granjeó además de gloria militar, importantes recursos económicos obtenidos del rescate que le pagaron diferentes personajes como el sr. de Bussy. Guerreó luego en el Charolais y contra los rebeldes del Forez. El monarca Carlos VII le otorgó entonces en recompensa de sus servicios el castillo de Puzignam, en el delfinado, y luego el de Talmont sur Gironde, importante por su extensión y también por su cercanía al mar. También le concedió el cargo de escudero de sus caballerizas, no significativo, pero que le facilitaba la entrada a la Corte. Poco después se integró en el Ejército que iba a levantar el sitio de Lagny y derrotó al duque de Bedford. Tras esta victoria entró en Anjou, feudo de Luis de Anyou, rival de Alfonso V de Aragón en Nápoles, pero fue derrotado en Pont de Ces. A continuación recorrió toda Turena y el condado de Foix exigiendo contribuciones. En ese contexto contrajo matrimonio con Margarita de Borbón, hija del duque Juan de Borbón, la que le aportó en dote el castillo de Ussel y una renta de 1000 libras, que fueron a incrementar sus ya muy cuantiosas riquezas.
Llamado por el cardenal Carrillo de Albornoz luchó contra el conde de Foie en la comarca de Aviñón. Siguió después guerreando al servicio del rey francés y de sus parientes los de Borbón, y se enfrentó al duque de Borgoña. Cuando en 1435 la paz de Arrás reconcilió a Carlos VII y al duque de Borgoña, Rodrigo de Villandrando invadió el Limousin, quizá por pertenecer al rival de Alfonso V y probablemente tomó parte en la recuperación de París para Carlos VII. Se apoderó de Albi y repuso en su obispado a Roberto Dauphin favorecido por el Rey. Siguió luego con sus bandidajes en diversas regiones y por ello y por su ayuda a los enemigos de Carlos de Anyou, pierde el favor de Carlos VII, quien le combatirá. Gracias a la intervención de magnates franceses y de Juan II de Castilla fue perdonado y participó de nuevo en la campaña contra los ingleses. Consiguió éxitos en Guyena, devastó la diócesis de Agen, Bazan, Perigueux y en 1438 realizó una brillante campaña contra los ingleses en Bordelais y tomó parte en el asedio de Burdeos.
En 1439 regresa a Castilla por requerimiento de Juan II apurado en su enfrentamiento con los infantes de Aragón, y su llegada a Roa supuso que se retirasen el conde de Ledesma y el almirante de Castilla. Consigue tras estos primeros hechos de armas importantes privilegios y mercedes. Ya era por entonces conde de Ribadeo, merced que en 1431 le había concedido el propio Juan II dada su alianza con Francia, y como pago de los servicios prestados y esperanza de los venideros, el Monarca le habría de otorgar dos importantes donaciones: la merced del alfolí de la sal de su villa de Ribadeo, que venía a sumarse a los derechos impositivos que como señor disfrutaba en el condado, y la villa de Garci Muñoz en el marquesado de Villena. Poco después accedía a la posesión de una residencia acorde con su categoría, merced a la donación de las casas mayores que en Valladolid mantuvo el tesorero Alfonso López de Valladolid. También sería premiado con la importante dignidad de mariscal de la Casa del Príncipe, el futuro Enrique IV. Su fidelidad al Monarca, su servicio completo y sin reservas —objetivo político desde su llegada a Castilla— estaba proporcionándole buenos frutos. En esa línea se continuaría, ya que Rodrigo de Villandrando acompañará constantemente a Juan II, convirtiéndose en su principal capitán, y éste se lo agradecerá generosamente, facilitándole tanto el engrandecimiento del núcleo originario de su poder, Ribadeo, como su extensión por tierras vallisoletanas. Quizá el privilegio más espectacular que conseguirá el conde de Ribadeo, independientemente de la formación de su importante señorío, sea el de comer el día de Epifanía en la mesa del Rey y de recibir las ropas que vistiera el Soberano, privilegio que se vino perpetuando a lo largo de varios siglos, ostentándolo finalmente los duques de Híjar, condes de Ribadeo, sus más directos sucesores. La acción que tal privilegio le granjeó acaeció en Toledo en los comienzos del año 1441. A esta ciudad, donde se había sublevado el infante don Enrique, infante de Aragón, acude el Monarca el 6 de enero. Exige ser recibido en la misma, pero sus órdenes son desatendidas, corriendo además un serio peligro su vida. La decidida intervención de don Rodrigo, quien fortificó rápidamente San Lázaro, resultó crucial para el Monarca y dio origen a la costumbre y privilegio mencionado. Tras este hecho, continuó Rodrigo de Villandrando entre los leales al Rey y participó en la toma de Olmedo, en la defensa de Medina del Campo y en la batalla de Olmedo (1445).
Parece que Rodrigo de Villandrando se interesó también por el comercio exterior, actividad que en esos años resultaba especialmente lucrativa. Poseyó una embarcación, Santiago, y Juan II le concedió el privilegio de comerciar libremente con los puertos ingleses. Viudo de Margarita de Borbón contrajo en Castilla un segundo matrimonio con Beatriz de Stúñiga, hija de Diego López de Stúñiga, señor de Monterrey y de Boides, y de su esposa Elvira de Viedna. Ella llevó en dote la heredad Arce de Toledo y 3000 maravedís de juro de heredad situados en las salinas de Espartinas.
Tuvieron dos hijos: Pedro y Marina, ambos menores de cuatro años en el momento del fallecimiento de su padre, acaecido entre el 15 de marzo de 1448, fecha en que Rodrigo de Villandrando otorgaba su testamento, y el 12 de junio de ese mismo año, día en que se procedía al nombramiento judicial de Beatriz de Stúñiga, su viuda, como tutora de Pedro y Marina, hijos habidos en el matrimonio. Dispuso su enterramiento en el Convento de Santa María de la Merced de Valladolid, al que dotaría generosamente con 200.000 maravedís durante diez años, y en el que se le levantó una espléndida capilla.
Pedro, beneficiario del mayorazgo constituido por su padre, recibiría Ribadeo con título condal, el alfolí de la sal de dicha villa, el coto de Pereras, ciento cincuenta vasallos en el valle de Lorenzana, el castillo y la villa de Garci Muñoz, la villa de Navia y ciertos ingresos provenientes de la Hacienda Real castellana disfrutadas hasta entonces por Rodrigo de Villandrando como 90.000 maravedís de tierra para sesenta lanzas, 101.000 de mantenimiento y 77.000 maravedís de merced de por vida. Murió sin descendencia, por lo que todos los bienes que él había heredado de su padre pasaron a su sobrino Diego Gómez Sarmiento, conde de Salinas, uniéndose ambos títulos. De su matrimonio con Margarita de Borbón había tenido tres hijos: Charles, a quien dejó todos sus bienes en Francia, país en el que permaneció, y María e Isabel, quienes vinieron con su padre a Castilla. María fue religiosa en el monasterio de San Quirce en Valladolid e Isabel casó con Lorenzo de Figueroa, conde de Coruña. Se le conoció también un hijo natural, Sebastián.
Personaje de vida muy azarosa llamó la atención de los hombres de su tiempo, siendo objeto de elogios por parte de Alonso de Palencia en Décadas de las cosas de su tiempo y Hernando del Pulgar en Claros Varones de Castilla. De él destacaría “tenía dos singulares condiciones: la una, que fazía guardar la iusticia entre la gente que tenía, e non consentía fuerça ni robo ni otro crimen; e si alguno lo cometía, el por sus manos lo punía [...] Fazía asimismo repartir las presas igualmente, segund que cada uno de devía aver”.
Bibl.: H. del Pulgar, Claros varones de Castilla, ed. y notas de J. Domínguez Bardona, Madrid, Espasa Calpe, 1954, págs. 62- 71; A. Fabie, Don Rodrigo de Villandrando, conde de Ribadeo, Madrid, Imprenta y T. de M. Tello, 1882; L. Súarez Fernández, “Un libro de asientos de Juan II”, en Hispania, XVII, 1957, págs. 1-49; J. M. Calderón Ortega, “La formación del señorio castellano y el mayorazgo de Rodrigo de Villandrando, conde de Ribadeo (1439-1448), en Anuario de Estudios Medievales, 16 (1986), págs. 421-47; E. Mitre Fernández, La Guerra de los Cien Años, Madrid, Historia 16, 1990.
Betsabé Caunedo del Potro