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Suero de Quiñones

Biografía

Quiñones, Suero de. ?, 1409 – Tierra de Campos (Castilla y León), 11.VII.1458. Caballero, noble leonés, justador.

Fue hijo de Diego Fernández de Quiñones y de su esposa María de Toledo. Tras sus primeros años, que transcurrieron entre las muchas tierras y villas que su padre poseía en zona leonesa, su educación recayó en su ayo Gómez Téllez de Gavilanes, quien se preocupó tanto de su educación cultural como de los usos de la guerra. Entró más tarde, en 1426, en la Casa y en el grupo del condestable de Castilla, Álvaro de Luna, acercándose así a la vida de la Corte. Tanto él como su hermano Pedro, con el que siempre estuvo muy unido, participaron intensamente en la vida política castellana, en la vida de bandos y facciones nobiliarias que entonces alteraban esa vida política.

Tomó parte en la batalla de La Higueruela (1431), auténtica batalla campal contra los granadinos ideada por Álvaro de Luna al considerar que la guerra contra los musulmanes podía ser un excelente medio para consolidar su triunfo y aumentar su prestigio. Acaso recordaba la enorme rentabilidad política que el regente Fernando, el de Antequera, había extraído de la misma. Y así, después de pequeñas incursiones del adelantado de Andalucía, Diego Gómez de la Ribera, Álvaro prefirió realizar una demostración de fuerza, y en mayo de 1431 entró en la vega por Alcalá la Real y procedió a una tala sistemática antes de regresar a Córdoba, donde estaban concentrándose las tropas.

De nuevo los castellanos invadieron la vega con Juan II y Álvaro de Luna al frente, y trabaron batalla campal a la vista de Granada contra los musulmanes dirigidos por un sobrino de Muhammad IX, de nombre Yūsuf b. Aűmad, el cojo (Yūsuf V). El encuentro, el 1 de julio, fue una de las pocas batallas campales en la historia del emirato, y fue inmortalizada, siglo y medio después, cuando Felipe II la hizo representar en la sala de batallas del Monasterio de El Escorial siguiendo un dibujo contemporáneo.

Pero lo que más atrae de la figura de Suero de Quiñones es la celebración en 1434 de las famosas justas conocidas como Paso Honroso, en las que retaba a cuantos caballeros quisieran luchar con él aproximándose al lugar por él defendido. La narración de estas justas, Libro del Passo Honrosso, obra de Pero Rodríguez de Lena, notario, escribano e historiador al servicio de los Quiñones, es la primera historia de un hecho particular en el período de la Reconquista, y se puede considerar una obra plenamente leonesa.

Describe las hazañas del joven Suero, consistente en romper trescientas lanzas con los caballeros que en su peregrinación a Santiago pasasen por el Puente del Órbigo en los días anteriores y posteriores a la celebración de la festividad del apóstol. Puente del Órbigo está relativamente cerca de la villa de Benavides, capital del señorío fundado por Diego Fernández de Quiñones, lo que permitió la utilización de los recursos económicos del señorío para la infraestructura del Paso, en la que no se escatimaron medios. El acontecimiento, auspiciado en gran parte por Álvaro de Luna, respondía a las magníficas justas patrocinadas por el infante don Enrique y que habían ensombrecido a las mantenidas por don Álvaro para festejar a doña Leonor, infanta de Aragón, en su paso por Valladolid cuando acudía a contraer matrimonio con el infante don Duarte de Portugal. Don Álvaro de Luna, siempre dispuesto a ser el primero, aprovechó la “liberación amorosa” de uno de sus hombres, Suero de Quiñones, para asombrar a su regio admirador, Juan II. El 1 de enero de 1434, estando la Corte en Medina del Campo, ante el monarca Juan II, su esposa, la reina doña María, el príncipe Enrique y el condestable, se presentaron Suero de Quiñones, con una argolla al cuello y nueve caballeros. Se leyó la petición en nombre del joven Suero, que había concertado su rescate en trescientas lanzas, así como los capítulos de su empresa por los cuales quedaría libre de su voto caballeresco. Los capítulos eran 22; establecían las condiciones de cómo y cuándo se debía realizar el Paso, así como el lugar. Suero quedaría rescatado de su prisión amorosa cuando se hubiesen roto trescientas lanzas, contando tanto las de los mantenedores como las de los aventureros. Si alguno de estos últimos quisiese romper otra, lo podría hacer siempre que el tiempo lo “adebdare”. La protagonista como objetivo del paso era Leonor de Tovar, hija de Juan de Tovar, guarda mayor del Rey, y de Constanza Enríquez, con quien poco después de las famosas justas, en 1435, contrajo matrimonio Suero de Quiñones.

Diego Fernández de Quiñones, padre de Suero, supo aprovechar el éxito del Paso. La proyección política y la propaganda que su Casa obtuvo del acontecimiento, le sirvió para solicitar al Monarca la facultad de constituir mayorazgo de sus bienes, merced que le fue concedida y con la que iba a beneficiar a sus hijos varones: Pedro y Suero. A éste, auténtico protagonista de las justas, le donó por entonces un importante lote de tierras: Villanueva de Simón Sánchez y los lugares de Santa Elena, Herreros, Congosto, Quintana de Jamuz, todos en la diócesis de Astorga; el concejo de Ribadesil de Yuso y la villa de Gordaliza del Pino en el obispado de León.

Estos bienes iban a constituir el núcleo original y solar de los titulares del señorío de los Quiñones de Valdejamuz, del que él fue el primer titular. Pronto Suero consiguió incrementar su dispar señorío hasta entonces en tierras leonesas extendiéndose a Asturias donde se hizo, por ejemplo, con el concejo de Navia, que vendió más tarde, el 12 de febrero 1448, a Rodrigo de Villandrando, conde de Ribadeo, por 400 florines de oro, librándolos sobre rentas y alcabalas de la ciudad de León. Estas nuevas propiedades asturianas enseguida se revelaron como origen de conflictos, ya que Juan II concedió en 1444 a su hijo y heredero, el futuro Enrique IV, el privilegio de que todas las ciudades, villas y lugares de Asturias de Oviedo fueran mayorazgo exclusivo del primogénito de la Corona.

Los Quiñones, Suero y su hermano Pedro, eran fuertes en el occidente asturiano. La fuerza de la que hicieron gala y su enraizamiento en el grupo nobiliario capitaneado por los infantes de Aragón, al que años atrás habían pertenecido, y al que habían vuelto por su enfrentamiento con Álvaro de Luna, hizo que continuasen en el bando que quería destruir al condestable.

Claramente, las primeras y muy cordiales relaciones con don Álvaro habían desaparecido para siempre. La victoria de éste en la batalla de Olmedo (1445) supuso la pérdida de los bienes de ambos hermanos Quiñones y también su captura. No obstante, en mayo de 1446 lograron que se les restituyeran sus bienes al integrarse en el bando nobiliario del príncipe Enrique, contrario en esa ocasión al condestable. En ese contexto, Suero de Quiñones también tomó posesión del concejo de Tineo y otras zonas limítrofes y vecinas como Allende y Somiedo, resultando entonces sus propiedades asturianas —por lo menos en superficie y vasallos— más importantes que las leonesas. También entonces, 1447, comenzó a percibir de la hacienda regia en concepto de quitación, 110.000 maravedís.

Tras una etapa de menor activismo político —fue escasa su presencia en acontecimientos tan importantes como fue la prisión y muerte de Álvaro de Luna—, se vio involucrado una vez más, junto a su hermano Pedro, en las nuevas conjuras políticas en las que se vio inmerso el Reino de Castilla. Ambos fueron hechos prisioneros en Záfraga, cerca de Medina del Campo, en una entrevista-trampa tendida por el rey Juan II y el príncipe Enrique e internados en diferentes fortalezas del Reino. Suero en Portillo y después en Castilnovo y su hermano Pedro en Roa y en el Alcázar de Segovia.

Mientras ellos permanecían en prisión, sus propiedades fueron expoliadas por parte del propio Monarca.

Esa situación concluyó en 1451. Primero recuperaron su libertad, y después de la amnistía general e indulto definitivo para los integrantes del bando del príncipe, todos sus bienes ya a partir de 1454.

Suero de Quiñones murió en Tierra de Campos el 11 de julio de 1458, como consecuencia de una herida recibida en una refriega sin importancia con un “venturero” del Paso, Gutierre de Quixada, quien nunca le había perdonado el deshonor sufrido en Puente del Órbigo. Su cuerpo fue llevado a León para ser enterrado en el Monasterio de San Francisco. Esta muerte, que no correspondía a una vida tan azarosa como la que él había llevado, le sorprendió relativamente joven; no obstante, se puede decir que había cumplido su objetivo: participar en la vida de bandos y facciones nobiliarias que llenaban el panorama político y hacer crecer su patrimonio nacido en torno a Valdejamuz.

De su matrimonio con Leonor de Tovar tuvo tres hijos: Pedro, Diego y Leonor. Pedro murió pronto, y fue su segundo hijo, Diego, quien sucedió a su padre al frente del señorío.

Suero de Quiñones debió de ser un hombre relativamente culto y de trato ameno y juicioso. Además de excelente caballero, fue un hombre aficionado a las letras y a la poesía. Se le atribuye alguna composición amorosa.

 

Bibl.: L. Alonso Luengo, Don Suero de Quiñones. El del Paso Honroso, Madrid, Biblioteca Nueva, 1943; P. Rodríguez de Lena, El Passo Honroso de Suero de Quiñónez, introd. y ed. de A. Labandeira Fernández, Madrid, Universidad Complutense, 1977; E. Benito Ruano, “La guerra imaginaria. Las justas y los torneos”, y C. Álvarez Álvarez, “Castillos, palacios y torres de los Quiñones en la Baja Edad Media leonesa”, en Castillos medievales del Reino de León, Madrid, Hullera Vasco- Leonesa, 1989, págs. 35-46 y págs. 83-100, respect.; J. A. Gutiérrez González, “El castillo de Villanueva de Jamuz (León). Un ejemplo de fortificación innovadora a mediados del siglo XV”, en Estudio de Historia y de Arqueología Medievales, X (1994), págs. 199-233; C. Álvarez Álvarez, Los Quiñones, señores de Valdejamuz (1435-1590), Astorga, Centro de Estudios Astorganos Marcelo Macías, 1997.

 

Betsabé Caunedo del Potro