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Jerónimo Rinaldi

Biografía

Rinaldi, Jerónimo. Milán (Italia), p. t. s. XVII – Cataluña, 1681. Ingeniero mayor de Cataluña y teniente general de Artillería.

Se formó en el estado de Milán (estado integrado en la Corona Hispánica), uno de los principales núcleos de formación de ingenieros militares para la Monarquía Hispánica en el siglo XVII, junto a Bruselas. En Milán recibió una buena preparación como ingeniero, con una instrucción regular en mecánica y fortificaciones, llegando a ser, además, profesor de matemáticas.

En 1661, en el transcurso de la Guerra de Independencia de Portugal (Guerra de Independencia o de Restauración), varios ingenieros de Milán se trasladaban al ejército de Extremadura al servicio de don Juan José de Austria, entre los que figuraba Rinaldi. De ellos, era este último el que acumulaba más años de servicio en la Monarquía Hispánica y quien tenía una preparación más sólida. Estos ingenieros italianos se integraron en el ejército de Extremadura, formando parte de su plantilla, que incluía a tres ingenieros (entre ellos Rinaldi) y a dos ayudantes de ingeniería, bajo las órdenes del superintendente general de las fortificaciones de Extremadura, Ventura de Tarragona.

Rinaldi en 1662, ya como ingeniero del Ejército y teniente general de la Artillería, tomaba parte en el sitio de Juromenha (distrito de Évora) y en otras numerosas acciones. Anteriormente, participaba en la recuperación de Alconchel en Badajoz, en noviembre de 1661. En un informe elevado en 1663 al Consejo de Guerra, don Juan José de Austria se refería muy positivamente a este ingeniero, corroborando su cualificación y las enseñanzas que como lector de fortificaciones ejercía “con satisfacción notoria […] en casa de Su Alteza durante el quartel de ynbierno”.

El perfil profesional de Rinaldi, así como los muchos éxitos acumulados en el frente de Extremadura, contribuyeron a que sus servicios fueran requeridos en Madrid cuando la guerra de Portugal llegaba a su fin (Tratado de Lisboa). En enero de 1668 Jerónimo Rinaldi marchó a la corte para enseñar matemáticas y fortificación, vinculándose a la cátedra de matemáticas de la Academia Real de la Corte, creada a instancias del arquitecto Juan de Herrera y del ingeniero Tiburcio Spanochi en 1582. Su nuevo destino se justificaba “por ser ingeniero muy práctico y no haberle en Madrid desde que murieron don Jerónimo Soto y don Pedro Texeira”.

Esta nueva etapa estuvo marcada por las dificultades económicas de Rinaldi, como pone de manifiesto de manera reiterada la documentación que se ha conservado de él. Cuando llevaba dos años desempeñando su nuevo cargo expresó “hallarse en extrema necesidad” y “haver estado enfermo mucho tiempo, obligándose a vender lo poco que tenía, incluidos sus caballos, para poder alimentarse, pues sólo había recibido dos pagas mensuales durante el tiempo que llevaba residiendo en Madrid”. Esta situación, lejos de mejorar, se fue agravando, como indican los numerosos memoriales que el ingeniero dirigió al Consejo de Guerra para que se resolviera su precaria situación.

El 18 de junio de 1671 el Consejo se hizo eco de un memorial enviado por Rinaldi donde decía que “haviendo hido a Cartagena de orden de Vuestra Magestad fue tan corta la ayuda de costas que se le dio de 300 escudos que fue preciso empeñarse en diez doblones para poderse venir a la Corte, por cuyas razones se halla necesitado y con muchas deudas”. Existen varios informes del ingeniero reclamando sus atrasos, teniendo en cuenta que su sueldo ascendía a 80 escudos al mes. En respuesta a una de sus peticiones, don Juan Sarmiento señalaba, en un informe sobre Rinaldi el 28 de enero de 1670, lo siguiente: “tengo noticias de que ha servido de yngeniero en el ejército de Estremadura con aprobación, y que demás de ser su suficiencia y inteligencia en esta profesión acreditada, la tiene también en lo que pertenece a la artillería. Y hallándose en aquel ejército, me consta se le mandó venir a esta corte para que en ella leyese las matemáticas; y por lo que importa mantener a los hombres desta profesión, por lo que se carece dellos en España, como consta al Consejo, siempre tendré por conveniente que Su Magestad se sirva de honrarlos y hacerles merced para alentar a otros a la misma facultad […]”.

En abril de 1672 Jerónimo Rinaldi pasó a los territorios de Aragón para asistir a don Juan José de Austria en las fortificaciones de los presidios de la frontera. Al recibir la orden, Rinaldi respondió que no podía abandonar Madrid por estar empeñado en más de 150 doblones, acordando el Consejo que se le libraran 200 doblones para que emprendiera su viaje a Aragón. También visitaba en 1672 Pamplona, donde el 28 de octubre de ese mismo año, elaboraba una relación, acompañada de un proyecto de las fortificaciones de la plaza, en el que especialmente señalaba aquellas obras que, desde su punto de vista, eran perjudiciales para la defensa, así como su perfeccionamiento. Respecto a su ciudadela opinaba que sus parapetos eran tan anchos que impedían proteger el foso, por lo que no sólo no facilitaban, sino que impedían la defensa, al poderse arrimar el enemigo a la muralla sin ser alcanzado por las armas de los defensores. De igual forma, elaboraba por esas fechas, un informe sobre el estado de los almacenes y la artillería de la ciudadela, como teniente general de Artillería.

En 1673, ante una nueva guerra con Francia, tanto Rinaldi, como el ingeniero Juan Francisco Ruggero, eran llamados para trabajar en las fortificaciones de Jaca y otros puntos del Pirineo aragonés. Por esos años, simultaneaba su función como “lector de matemáticas” del regimiento de la Guardia con trabajos como ingeniero en Zaragoza y Cartagena. Plaza marítima esta última, donde proyectaba para la defensa de su puerto, una fortificación llamada “Trincabotijas”, consistente en una plataforma baja, a nivel del mar, y un fuerte a un nivel superior, con una “tenaza” hacia el frente de Tierra, más una plataforma artillera hacia el mar.

Tres años después lo encontramos en Cataluña, como nuevo Teatro de la Guerra, donde volvía a unir su destino con algunos de los ingenieros que habían trabajado con él en la Guerra de Portugal. En septiembre de 1676 el príncipe de Parma, capitán general del ejército de Cataluña, informaba que a Jerónimo Rinaldi se le había encomendado la reparación y mejoras de las defensas de Puigcerdá. La situación en el Ampurdán y en la Cerdaña, posteriormente, llegó a ser desastrosa. En abril de 1678 las tropas francesas sitiaban Puigcerdá, capital de la Cerdaña, conquistándola antes de que terminara el mes. Por la Paz de Nimega, que significaba el final de la guerra, España recuperaba Puigcerdá, pero los franceses antes de entregarla demolían sus muros. Su reconstrucción era encargada por el virrey, Alexandro de Bourneville, a Rinaldi, quien en febrero de 1679 elevaba un informe de su estado, adjuntando un proyecto con un plano de las fortificaciones necesarias y mapas de Cataluña, Cerdaña, Ceuta y Guipúzcoa.

Otro punto donde trabajó Jerónimo Rinaldi fue Fuenterrabía. En esta plaza, ingenieros militares a lo largo del siglo XVII, como Antonio Gandolfo, Pedro Texeira, Gerónimo Rinaldi u Octavio Menni, y otros de principios del siglo XVIII, como Luis de Langot y el ingeniero general Jorge Próspero de Verboom, proyectaron importantes obras de fortificación.

Cuando el 30 de mayo de 1681 el ingeniero Ambrosio Borsano pedía a través de un memorial que se le otorgase el grado y sueldo de maestre de campo que había quedado vacante por la muerte del ingeniero mayor de Cataluña hasta entonces, Jerónimo Rinaldi, acompañaba a esta solicitud una carta de recomendación del duque de Bourneville, en la que se reconoce que Borsano es “de no menor práctica que Rinaldi, aunque no de tanta teórica, por haber sido el difunto profesor de Matemáticas en Milán, y éste servido siempre en guerra”. Su petición era consecuencia del fallecimiento de Jerónimo Rinaldi en ese mismo año.

 

Fuentes y bibl.: Instituto de Historia y Cultura Militar, Colección Aparici.

J. López Muiños, Algunos aspectos de la Ingeniería Militar española y el Cuerpo Técnico, Madrid, Ministerio de Defensa, 1993; V. Echarri Iribarren, Las Murallas y la Ciudadela de Pamplona, Pamplona, Gobierno de Navarra, 2000; A. Cámara Muñoz, “La Ciudadela de Pamplona bajo los Austrias”, en Congreso Internacional "Ciudades Amuralladas": Pamplona, 24-26 noviembre 2005, vol. I, Pamplona, Gobierno de Navarra – Institución Príncipe de Viana, 2007; J. J. de Castro Fernández y A. Cuadrado Basas, “Las fortificaciones de la corona hispánica en el Mediterráneo durante los siglos XVI y XVII (1492-1700)”, en Castillos de España: publicación de la Asociación Española de Amigos de los Castillos, nº extra 167-170 (2012), págs. 57-74; C. Sánchez Rubio et al., El Atlas Medici de Lorenzo Possi, 1687: “Piante d’Éstremadura e di Catalogna”, Badajoz, 4 Gatos, 2014; I. Testón Núñez, C. Sánchez Rubio y R. Sánchez Rubio, “Un grupo de ingenieros italianos en la frontera luso-extremeña (1657-1669)”, en Revista de Estudios Extremeños, 71, 1 (2015), págs. 327-356; V. Echarri Iribarren y R. T. Yáñez Pacios, “Bastión y ciudad: Los proyectos para las fortificaciones de Fuenterrabía a finales del siglo XVI”, en Tiempos Modernos, 8, 32 (2016); C. Sánchez Rubio y J. Carrillo de Albornoz y Galbeño, “Lorenzo Possi”, en Real Academia de la Historia, Diccionario Biográfico Electrónico [en línea], disponible en http://dbe.rah.es/biografias/lorenzo-possi.

 

Juan Carrillo de Albornoz y Galbeño

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