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Emilio Hernáez y Palacios

Biografía

Hernáez y Palacios, Emilio. Madrid, 28.III.1852 – Manila (Filipinas), 13.III.1879. Teniente coronel de Ejército y capitán de Ingenieros.

Ingresó en la Academia de Ingenieros del Ejército de Guadalajara el 4 de septiembre de 1866, saliendo como teniente, al terminar los estudios reglamentarios, el 4 de agosto de 1872, con el número tres de su promoción. Fue destinado al primer Regimiento del Arma de guarnición en Madrid, participando con su compañía en la extinción del incendio de parte del Monasterio del Escorial, el 2 de octubre de aquel año.

El 24 de noviembre, igualmente de 1872, formó con su compañía parte de la columna que, mandada por el brigadier Camus, salió contra los descontentos que enarbolaban la bandera de la insurrección en Despeñaperros. Regresó la columna el 27 de diciembre, obteniendo Hernáez, por sus distinguidos servicios, el grado de capitán del Ejército (los oficiales de Ingenieros, Artillería y Estado Mayor podían ascender en tres escalas: la de su Cuerpo, por antigüedad, y por méritos en las de grado del Ejército, y efectivo en el mismo).

El 1 de febrero del siguiente año de 1873, fue destinado a una compañía de minadores del mismo regimiento, integrándose en el ejército sitiador de Cartagena (Guerra Cantonal), al que se incorporó el 28 de setiembre del año últimamente citado. Desde este día se ocupó con su compañía en la construcción y voladura de un hornillo de mina para destruir la vía férrea, pasando después a la recomposición y construcción de baterías, trincheras y demás trabajos propios de un sitio, todos realizados bajo el fuego del cañón y fusilería de la plaza. Tomó parte también en los combates a que dieron lugar los intentos de salidas de los sitiados. El 11 de enero de 1874 entró con su compañía en la plaza abandonada por sus defensores y el 9 de marzo regresó con aquella a Madrid. Por sus servicios en el sitio de Cartagena fue recompensado con la cruz roja de 1.ª clase del Mérito Militar.

Durante el tiempo que permaneció en la capital, hasta que el 29 de junio fue con su compañía destinado al Ejército del Norte, en el marco de la Tercera Guerra Carlista, realizó salidas a plazas amenazadas, como Valencia y Sigüenza. Ya en dicho Ejército del Norte, se ocupó en Miranda de Ebro en trabajos de fortificación, asistiendo también a varias salidas. Así mismo, trabajó en los atrincheramientos de Burgos y de La Guardia, participando el 8 de octubre a la toma de esta última plaza, que fue abandonada por el enemigo.

A principios de 1875 estuvo ocupado en continuar las obras del reducto llamado “de Cáceres” en Monte-Esquinza (Navarra) y en el de Alfonso XII. En este último tomó parte muy activa en rechazar el ataque dado por los carlistas en la madrugada del 2 de junio. La noche del 6 de julio la pasó en trabajos de ataque a la ermita de San Formerio, que fue tomada. Después trabajó en fortificarla y asistió a la batalla de Treviño, y el 22 del mismo mes a la acción de Peñacerrada. Tomó también parte en los trabajos de defensa de Armiñón, Etuclares, Fábrica de Manzanos y venta de Burgueta.

Promovido a capitán del Cuerpo por antigüedad, según una real orden de 2 de setiembre de 1875, fue destinado a mandar una compañía del recién creado tercer regimiento, que se organizaba en Aranjuez. Por sus buenos servicios se le concedió el grado de comandante del Ejército, con fecha de 20 de marzo de 1876.

Terminada la guerra, vino a Madrid Hernáez con su compañía, de donde pasó de guarnición a Barcelona, hasta que por real orden de 26 de setiembre de 1877 era destinado, a petición propia, al archipiélago filipino, con el empleo de comandante de Ejército. Nada más llegar a Manila (21 de diciembre), se integraba en el Batallón de Obreros de la isla y el 25 de enero de 1878 recibió del capitán general la delicada comisión de estudiar el terreno más favorable para la apertura de un camino que sirviera de enlace entre las provincias del Abra y de la Isabela, al norte de la isla de Luzón. Con su tacto y entereza supo vencer la multitud de obstáculos que se le presentaron. Más de dos meses estuvo recorriendo terrenos abruptos y bosques espesísimos, con solo 40 hombres y dos oficiales del batallón, no sin que tuviera que sostener frecuentes combates con los indios salvaje e indómitos, careciendo muchas veces del más necesario alimento y abrigo. En una ocasión sufrió una contusión fuerte en el pecho, que le impidió andar, pero no dejó de dirigir la expedición desde una hamaca, en la que se hacía conducir. Regresó a Manila el 10 de mayo y a propuesta de la superior autoridad de las islas, le fue concedido por real orden de 25 de abril, el grado de teniente coronel, al que por sus excelentes servicios se había hecho acreedor.

Nombrado segundo jefe de la expedición para la apertura del camino cuyo estudio había realizado, anticipó su salida de Manila al 30 de setiembre, con el fin de preparar almacenes y cuanto fuese preciso, antes de la llegada de la fuerza expedicionaria. Emprendidos los trabajos, desde el primer momento se distinguió por su laboriosidad incansable y, victimado por la perniciosa influencia de la localidad, sucumbió a los cinco días de enfermedad, el 13 de marzo de 1879. Dejaba en el mayor desamparo a su madre, abuela y hermanos, de los que era único sostén, pues generosamente se desprendía en favor de ellos de la mayor parte de su sueldo.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General Militar de Segovia (AGMS), Exps. personales.

Estados (escalillas) del Cuerpo de Ingenieros, 1873-1880; Redacción, “Necrologías”, en Memorial de Ingenieros y Revista Científico Militar (15 de junio de 1879); W. E. Retana, Breve Diccionario Biográfico de los Ingenieros Militares que han estado en las Islas Filipinas, Madrid, Memorial de Ingenieros, 1923; J. López Muiños, Algunos aspectos de la Ingeniería Militar española y el Cuerpo Técnico, Madrid, Ministerio de Defensa, Madrid, 1993; J. Carrillo de Albornoz y Galbeño, Abriendo Camino. Historia del Arma de Ingenieros, Madrid, Imprenta Grafoffset, S. L., 1997.

 

Juan Carrillo de Albornoz y Galbeño