Liébana, Beato de. ?, s. VIII – c. 800. Teólogo y escritor.
Lo poco que se sabe de este personaje hay que deducirlo de sus propias obras y de los documentos de Elipando, arzobispo de Toledo, y demás escritos de la controversia provocada por el adopcionismo. Una supuesta Vita, en la que se confunde a Beato con Oveco o Bieco de Valcavado, es obra tardía, compuesta en el siglo XVII por Tamayo de Salazar y de nulo valor histórico.
Se ignoran el lugar y la fecha, siquiera aproximada, del nacimiento de Beato. En varias ocasiones es tildado de lebaniego o de asturiano, pero esto puede significar tanto que había nacido allí como que simplemente habitaba en aquel país. No hay forma de inclinarse por alguna de las dos posibilidades con mayor o menor certeza, aunque algunos historiadores prefieren ver en él uno de los muchos cristianos que las campañas de Alfonso I obligaron a emigrar al norte. En cualquier caso, lo que sí es indudable es su condición de presbítero; sólo Alcuino, sin conocerle directamente, le da el apelativo de abad. Tampoco es del todo seguro que fuera monje, y menos aún en el monasterio de San Martín, llamado más tarde Santo Toribio de Liébana, aunque algunos indicios apuntan en esta dirección.
El año 776 escribió una primera redacción de su Commentaria in Apocalypsin. Este dato parece ser rigurosamente cierto si se atiende a determinados manuscritos que dan esta fecha como la transcurrida entre el nacimiento de Cristo y el momento en que se escribe la obra. El año 784, por las mismas razones, puede ser fechada otra edición del Commentaria.
Este mismo año, con motivo de la condena de Migecio en el sínodo de Sevilla, apareció en escena Elipando, arzobispo de Toledo. Sintiéndose muy ufano de haber extirpado de raíz una nueva herejía, el metropolitano difundió por toda España un nuevo Credo que no dejó de sorprender a muchos, entre ellos a Beato y a su amigo Eterio, obispo de Osma, que no dudaron en tacharlo de herético. No se sabe cómo, pero el año siguiente el arzobispo de Toledo tuvo noticias de que un presbítero lebaniego y un obispo que, por imperativos de la invasión musulmana y de las campañas de Alfonso I, no podía residir en su diócesis, le llevaban la contraria. Lleno de ira, escribió una carta al obispo Ascario de Astorga y al abad Fidel. Éste la recibió en el mes de octubre del año 785 y la hizo pública antes de ponerla en conocimiento de aquellos contra los que arremetía directamente.
El 26 de noviembre, Beato y Eterio se hallaban en Pravia en la profesión monástica de la reina Adosinda, obligada a tomar el velo por favorecer la candidatura al trono de su sobrino Alfonso en contra de Mauregato, que, a la postre, salió vencedor. Allí Fidel entregó la carta a los dos amigos que, de consuno, decidieron responder a la diatriba del toledano con una obra que quizás ya tenían pergeñada. Surgió así el Apologeticum en forma de carta, dirigida al arzobispo de la sede toledana.
Con este libro terminó la intervención directa de Beato en la contienda adopcionista, no así su actividad literaria, ya que el año 786 debió de ultimar su Comentario al Apocalipsis, añadiendo la dedicatoria a Eterio y completándolo con el Comentario de san Jerónimo al profeta Daniel y las genealogías isidorianas, formando así un todo que ha sido el más recogido por los manuscritos que quedan. Otra obra suya, el himno O Dei Verbum, en honor del apóstol Santiago, fue escrita en los años del reinado de Mauregato (783-788), a quien va dedicada. En ella canta su firme convicción de la presencia del apóstol en España, lo invoca como celestial patrono y prepara el camino para la no lejana invención de su sepulcro en Compostela. Si Beato apoyó la causa de Mauregato frente a la del futuro Alfonso II (como lo da a entender la dedicatoria del himno y su presencia en la profesión religiosa de Adosinda), nada tiene de extraño que, al advenimiento al trono del nieto de Alfonso I, se retirara discretamente de la Corte. Elipando, empero, siguió arremetiendo contra él; en su carta a los obispos de las Galias, del año 794, llamó a Beato nefando presbítero y pseudoprofeta, acusándolo de haber anunciado en vano la inminente llegada del fin del mundo. Por una carta que Alcuino dirigió a Beato, fechada hacia el año 800, cabe suponer que debía de estar vivo por entonces, aunque la muerte hubo de llegarle muy pronto, ya que nada se vuelve a saber de él. Ningún documento, fuera de la fabulosa Vita inventada por Tamayo de Salazar, proporciona la fecha exacta de su muerte. Si la tradición del monasterio de Santo Toribio es exacta, debió de morir un 19 de febrero, día en que se celebra su fiesta, ya que en La Liébana ha recibido culto inmemorial.
Obras de ~: E. Flórez (ed.), Sancti Beati presbyteri hispani libanensis in Apocalipsin ac plurimas utriusque foederis paginas commentaria, Madrid, Joaquín Ibarra, 1770; H. A. Sanders (ed.), Beati in Apocalipsin libri duodecim, Roma, American Academy in Rome, 1930; E. Romero-Pose (ed.), Sancti Beati a Liebana Commentarius in Apocalipsin, Roma, Academia Lynceorum, 1985, 2 vols.; Obras completas, ed. de J. González Echegaray, A. del Campo y L. G. Freeman, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1995.
Bibl.: VV. AA., Bibliotheca hagiographica latina antiquae et mediae aetatis, vol. I, Bruselas, Socii Bollandiani, 1898-1899, pág. 159; J. Pérez de Urbel, “Béat”, en A. Baudrillart, A. de Meyer y R. Aubert (eds.), Dictionnaire d’Histoire et de Géographie Ecclésiastiques, vol. VII, Paris, Letouzey et Ané, 1934, cols. 89-90; M. Salsano, “Beato”, en VV. AA., Bibliotheca Sanctorum, vol. II, Roma, Istituto Giovanni XXIII, 1962, cols. 987-988; J. González Echegaray, “Beato de Liébana”, y M. C. Vivancos, “El Apocalipsis de Juan y Beato”, en J. González Echegaray et al., Comentarios al Apocalipsis de Beato de Liébana, Barcelona, M. Moleiro, 1995, págs. 9-54 y 57-77, respect.; J. A. Fernández Flórez, “Los Comentarios al Apocalipsis de Beato de Liébana”, en B. Acinas (coord.), En torno al Apocalipsis, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2001, págs. 113-151.
Miguel C. Vivancos Gómez, OSB