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Elipando

Biografía

Elipando. Córdoba, 25.VII.717 – Toledo, c. 808. Arzobispo de Toledo y teólogo.

Se sabe que, antes de acceder a la silla toledana (hacia el 754), adquirió, pese a su formación monacal, una cultura profana más que notable, y que frecuentó los círculos culturales islámicos, lo que le granjeó prestigio e influencia.

En los últimos años del siglo viii, Wilcario, arzobispo de Sens, consagró como obispo a Egila, probablemente un hispano-godo, y lo envió a España (hacia el 783), con el fin de promover una reforma, vinculada a Roma. La jerarquía mozárabe, aglutinada en torno a Elipando, vio con malos ojos la intromisión jurisdiccional de la Iglesia franca. Además, Egila tuvo la mala suerte de contar entre sus colaboradores con Migecio, obispo de Elvira, cuyos errores fueron condenados por el Concilio de Sevilla (hacia el 785), en el que se leyó la profesión de fe redactada por el propio metropolitano para esta ocasión.

Ya en tiempos de su antecesor Cixila, se habían producido, por el trato entre cristianos e islamistas, ciertos planteamientos teológicos espurios. Tal vez, influido por el “nestorianismo”, Elipando predicó el “adopcionismo” (o “adopcianismo”), doctrina según la cual Cristo, como hombre, no es verdadero hijo de Dios, sino adoptivo: “el Logos divino había adoptado la humanidad en la naturaleza, no en la persona de Cristo”. El “adopcionismo” tuvo —gracias a su actitud y elocuencia— un cierto número de seguidores; entre ellos, el abad Fidel, que lo difundió por Asturias, el metropolitano de Braga, Ascárico, que lo hizo por tierras lusitanas, o el obispo Félix de Urgel, ciudad bajo dominio franco a partir de mediados de 785.

No tardó el metropolitano Elipando en tropezar con la oposición del monje beato, del monasterio de San Martín de Tureno (actualmente de Santo Toribio), en Liébana, autor de Comentarios al Apocalipsis, y de Heterio, obispo de Osma, refugiado en Asturias, a los que Elipando acusó de herejes: “[...] no me consultan, sino que intentan darme una lección, pues son servidores del Anticristo”. Por su parte, éstos redactaron (hacia el 786) su Tratado Apologético; obra interesante, pero de no muchos valores teológicos, cuyo punto central en debate era la palabra “adoptivo”. Ahora bien, según Livermore, “[...] en la Iglesia española, los términos ‘adoptivus’, ‘adoptatus’ eran constantemente empleados, mientras que en las demás iglesias occidentales habían sido sustituidos por expresiones de otro tipo”. Tanto Elipando como sus detractores recurrieron a la vituperación retórica y al ataque personal. En el fondo estaba en juego la unidad de la Iglesia española. Sobre Elipando recayó la misión de conservar la jurisdicción de Toledo sobre Asturias, a su vez dividida, tal como el propio Beato reconocía.

El “adopcionismo”, que no Elipando, fue condenado por primera vez en el Concilio de Ratisbona (julio-agosto del 792); cabe pensar que Ascárico, tras recibir una carta del papa Adriano I (hacia el 787), abandonase tales creencias. A fines del 793, éste convocó un sínodo en Toledo, del que no se ha conservado documentación alguna, si bien es posible que en él arremetiese contra Beato, “un malvado clérigo, falso Cristo y falso profeta”. En la Pascua del 794, un concilio en Francfort lo condena y otro convocado en Roma, en 798, por León III anatematizaba tanto a la herejía como a sus difusores.

A partir del año 800, se dejan de tener noticias sobre Elipando. Al parecer, permaneció en el error hasta su óbito; por el contrario, Félix —muerto en el 816—, parece ser que se retractó.

Las enseñanzas de Elipando sobrevivieron por escaso tiempo; se trataba de una herejía más sutil y menos al alcance del pueblo que la de Nestorio, de ahí su efímera existencia. Hacia el año 830 no quedaban rastros de estas enseñanzas en el norte cristiano, y en el 849, todavía es posible comprobar cómo Álvaro de Córdoba insta a un pariente suyo al abandono de tales puntos de vista sobre Cristo.

 

Obras de ~: Carta contra Migecio, s. l., s. f.; Carta a Carlomagno y a los obispos de Francia, s. f.; Cartas a Félix de Urgel (instándole a resistir después del Concilio de Roma), s. f.; Carta a Fidel y Símbolo de la fe que profesaba, s. f. (mss. en B. de Liébana, Apologético contra Elipando, lib. 1, s. viii); Libro contra Alcuino, s. f. (en A. de York [Carta contra Elipando], lib. IV, s. f.).

 

Bibl.: “Elipando”, en Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo- Americana, vol. 19, Barcelona, Hijos de J. Espasa, 1915, págs. 774-775; “Elipando”, en Diccionario Enciclopédico Labor, Barcelona, Labor, 1965; M. Díaz y Díaz, “Elipando”, en Q. Aldea Vaquero, J. Vives Gatell y T. Marín Martínez (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. II, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, pág. 782; E. Mitre Fernández, Sociedad y herejía en el Occidente Medieval, Algorta, Zero, 1972 (col. Pueblo de Dios, Serie D, vol. 6); H. V. Livermore, Orígenes de España y Portugal, pról. de S. Claramunt, Barcelona, Orbis, 1985 (col. Biblioteca de Historia, vol. 43); E. Mitre Fernández, F. J. Fernández Conde, F. de Mosó y C. G randa Gallego, Las herejías medievales, Madrid, Información y Revistas, 1985 (col. Cuadernos de Historia 16, vol. 66); D. Rodríguez Santidrián, Diccionario de las Religiones, Biblioteca Temática Alianza, Madrid, Alianza, 1994.

 

Fernando Gómez del Val

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