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Lorenzo de Madariaga

Biografía

Madariaga, Lorenzo de. España, p. t. s. xviii – ?, 1764 post. Gobernador.

Como el historiador cubano Pezuela no trae en su Diccionario (1863) artículo biográfico sobre Madariaga, hay dificultades para conocer aspectos de su vida, aparte de su notoria, e histórica, actividad durante el tiempo de ocupación de La Habana por los ingleses.

Cierto es que, en la vida del gobernador y capitán general Juan de Prado Portocarrero, que rindió La Habana a los ingleses, aparece Madariaga en dos ocasiones; en la primera, cuando Portocarrero llegó con su cargo a Cuba, antes de desembarcar en La Habana lo hizo en Santiago de Cuba, donde sabía que gobernaba “su amigo y camarada de armas en el Regimiento de Guardias Españolas”, con quien estuvo más de veinte días revisando las fortificaciones. La segunda, cuando Portocarrero se enteró de la declaración de guerra de España contra Inglaterra, por medio de un correo expreso que le mandó Madariaga desde Santiago.

Durante el sitio de La Habana, mientras el virrey de México, los gobernadores de Santo Domingo y de Cartagena de Indias, y la escuadra francesa aliada de las Antillas permanecieron inactivos o indecisos, Madariaga intentó ayudar a La Habana, enviándoles fuerzas veteranas (trescientos cincuenta hombres), armamento (dos mil setecientos fusiles) y municiones; estos envíos los hizo Madariaga por mar, en el navío Arrogante, el 22 de julio de 1762, hasta llegar al castillo de Jagua, y después prosiguiendo, por tierra, hasta la capital; las fuertes lluvias enfangaron los caminos, las acémilas se caían, retrasaban la marcha y al perder días y saber que los ingleses conocían el convoy, se optó, juiciosamente, por hacer contramarcha. Además, Madariaga fue quien mandó la primera información del sitio de La Habana a España, pidiendo urgentes socorros. También fue él quien informó del ataque inglés a La Habana al gobernador de la parte francesa de Santo Domingo.

A la rendición de La Habana siguió el envío de su derrotada guarnición en barcos ingleses a Cádiz, y la gobernación militar de La Habana por lord Albemarle, repleta de rapiña y malos tratos (deportó al obispo a Florida), suavizados en algo por su sucesor y hermano, sir George Keppel, que figuraron como autoridades consecutivas de ocupación desde el 13 de agosto de 1762 hasta el 8 de julio de 1763. Este período de ocupación inglesa de La Habana fue contrarrestado para el resto de la isla, no ocupada, por el activo Madariaga, constituido de hecho, como gobernador y capitán general interino.

En efecto, conocida la rendición, despreció, igual que las restantes autoridades locales de la isla, todas las intimidaciones que les fueron dirigidas por lord Albemarle.

Madariaga reforzó la guarnición del importante castillo de Jagua, puso sobre las armas a todas las milicias de su extenso territorio, y además el de Puerto Príncipe, reconcentró en Villa Clara y luego en Jagua algunos piquetes de veteranos. Los ingleses vieron imposible (y simbólicamente, innecesario) el intento de conquistar toda la isla. Y como primer representante del poder español en la isla de Cuba, Madariaga dirigió repetidas circulares a los pueblos para que ninguno, ni aun los comprendidos en la capitulación de la capital, reconociesen el dominio inglés, “so pena de incurrir en el delito de traición”. En todas partes fueron esas órdenes cumplidas, con gran espontaneidad y patriotismo.

Incluso en el interior de La Habana se fraguó una seria conspiración para alzarse en armas, degollar a los centinelas y detener a los jefes militares; incluso mandaron un emisario a Santiago para participárselo a Madariaga, a fin de que allegara auxilios. En esta situación se estaba cuando llegó una inesperada noticia el 22 de noviembre: se habían firmado los preliminares del tratado de paz, y con ella La Habana volvería a ser española. Efectivamente, por el artículo 19 del Tratado de Versalles, del 10 de febrero de 1763, se ratificó esta noticia.

Al recibir oficialmente las primeras noticias de la paz, el virrey de México dispuso que salieran de Veracruz los caudales (los “situados”) para las Antillas españolas. Lord Keppel publicó un bando de finalización de las hostilidades.

Madariaga, el 28 de abril de 1763, informó por escrito a lord Keppel sobre la comunicación que había recibido del Gobierno de España para la toma de posesión de La Habana en nombre del Rey. Tardó el inglés un mes en contestarle (28 de mayo), y le dijo que, a pesar de sus deseos, no estaba autorizado para entregarle la capital. Por ello Madariaga demoró hasta el 16 de junio su salida de Santiago. Se hizo a la mar calculando que cuando llegase a La Habana ya se habrían recibido órdenes del Gobierno inglés. Previamente despachó un bergantín, con tres oficiales y un destacamento, para posesionarse de Matanzas; así lo hicieron, sin resistencia.

Antes de entregar La Habana, los ingleses cometieron una villanía más, pues destruyeron los arsenales y arrasaron los astilleros, las naves, los baluartes, llevándose artillería, fusiles y hasta expoliaron el archivo de La Habana.

Para recibir y restaurar la plaza Carlos III nombró al teniente general Ambrosio Funes Villalpando, conde de Ricla, como gobernador y capitán general de la isla de Cuba. Llevó consigo a ingenieros y jefes aventajados y, como gobernador militar, al mariscal de campo Alejandro O’Reilly. Llegó a La Habana el 30 de junio de 1763. En todas las detalladas operaciones de restitución de la plaza, el historiador Pezuela no cita a Madariaga más que una vez: para decir que el marqués de Casa Cajigal se trasladó a Santiago relevando allí a Madariaga el 18 de septiembre de 1763 (Pezuela, Historia [...], vol. II: 19). Y aquí se pierde la pista de Lorenzo de Madariaga.

La intensa y patriótica actividad de Madariaga durante el corto tiempo de su histórica actuación recompensa los pocos datos de su biografía que se conocen antes y después de su citada actuación.

 

Bibl.: J. de la Pezuela, Diccionario Geográfico, Estadístico, Histórico, de la Isla de Cuba, vol. I, Madrid, Imprenta del Est. de Mellado, 1863, págs. 195-196 [de la Introducción]; Historia de la Isla de Cuba, vol. II, Madrid, C. Bailly-Baillière, 1868, págs. 502, 544, 555-557 y 569-570; F. Calcagno, Diccionario Biográfico Cubano, New York, Imprenta y Lib. de N. Ponce de León, 1878, pág. 400; VV. AA., Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana [...], vol. XVI, Madrid, Espasa Calpe, 1913, pág. 832; Historia de la Nación Cubana, vol. II, La Habana, Editora Historia de la Nación Cubana, 1952, págs. 45 y 48.

 

Fernando Rodríguez de la Torre

 

 

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