Belausteguigoitia Landaluce, José María. Belauste. Bilbao (Vizcaya), 3.IX.1889 – Ciudad de México, 4.IX.1964. Futbolista.
Aunque nacido en Bilbao, provenía de una familia oriunda de Llodio. Era el quinto hijo de los nueve habidos en el matrimonio contraído en Orduña, el 30 de diciembre de 1874, entre Dolores Landaluce Zabalceta y Federico Belausteguigoitia Gorostiza (nacido en Llodio el 2 de junio de 1842), y fue bautizado con el nombre homónimo de un hermano que había fallecido el año anterior con poco más de año y medio de edad.
Como sus hermanos, estudió el bachillerato en el colegio de los Jesuitas de Orduña. En 1906 entró en el Athletic de Bilbao, donde ya jugaba su hermano Santiago —al que José María Belausteguigoitia le llevaba un año— y salvo en la temporada 1917-1918, que jugó en la sucursal del Athletic en Madrid, permaneció toda su vida deportiva en el club bilbaíno, con el que fue campeón de España en siete ocasiones: 1910, 1911, 1914, 1915, 1916, 1921 y 1923. Además, fue tres veces internacional por España, las tres en los Juegos Olímpicos de Amberes (1920), siendo el capitán de la selección. Se retiró en 1924, con treinta y cinco años. Belauste era un medio centro de una clase, una potencia y una inteligencia enormes. Quizá dejara la impresión de que abusaba de su corpulencia —medía 1,93 y pesaba 95 kilos— en los choques, pero no era así; en él primaba el buen juego, que sabía comunicar a sus compañeros. Muchos de los grandes del Athletic brillaban menos en los partidos en los que no tenían a Belauste manejando el timón del equipo. Con frecuencia jugaba con un pañuelo, al que hacía cuatro nudos en sus puntas, encasquetado en la cabeza como una boina. Era un jugador de los que dejaron huella en el fútbol español.
A Belauste se debe una de las anécdotas más célebres de toda la historia del fútbol español. Ocurrió en Amberes, el 1 de septiembre de 1920, en partido contra Suecia. España iba por detrás en el marcador cuando, en el minuto cincuenta, Belauste se dirigió a su compañero Sabino con la célebre frase “¡A mí, Sabino, que los arrollo!”. El balón, bombeado suavemente por el bilbaíno, fue al pecho de Belauste. Siguió éste corriendo, llevando pegado a su pecho el balón. Y entró en la red con la pelota. Allí cayó enredado en las mallas con cuatro suecos: tres que llevaba arrastrando, colgados de su camiseta y sus piernas, y el portero, que quiso salirle al paso. Con esta acción se consagró definitivamente la “furia española”, mezcla perfecta de calidad y garra.
Al terminar su carrera deportiva, se casó en 1924 con Dolores Zuloaga, unión de la que nacieron tres hijas. Tras licenciarse en derecho por la Universidad de Salamanca, montó un bufete de abogados en la Gran Vía de Bilbao con un compañero apellidado Gochi. De otra parte, se interesó vivamente por la política y militó en el Partido Nacionalista Vasco (PNV) e incluso fue, en noviembre de 1930, uno de los fundadores de Acción Nacionalista Vasca, que, escindido del anterior, constituyó el primer partido vasco nacionalista de izquierda, pero a Belauste, que había nacido en el seno de una familia de tradición católica, la radicalización de este partido en el bienio radical-cedista durante la Segunda República le llevó a retornar al PNV. Debido a sus exilios políticos (anteriores a 1936), ejerció también su profesión en Francia y México, donde se instaló definitivamente tras la Guerra Civil. En 1955 regresó a España y pasó varios meses en Llodio, pero terminó volviendo a México, donde tenía ya asentada su vida y donde murió en 1964.
Bibl.: F. Martialay y B. Salazar, Las grandes mentiras del fútbol español, Madrid, Fuerza Nueva, 1997, págs. 193-204; F. Martialay, Amberes. Allí nació la furia española, Madrid, Real Federación Española de Fútbol, 2000; A. Bacigalupe, Belauste. El caballero de la furia, Bilbao, Muelle de Uribitarte Ediciones-Fundación Bilbao 700, 2006.
Víctor Martínez Patón