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Antonio Sánchez-Matas

Biografía

Sánchez-Matas, Antonio. Robleda (Salamanca), 27.IX.1762 – Alcalá la Real (Jaén), 9.VI.1853. Franciscano (OFM), obispo de La Paz (Bolivia) y último abad mitrado de Alcalá la Real.

Hijo de Antonio Sánchez-Matas y de María Sánchez- Nicolás, de cierta relevancia rural, ingresó en el Convento Franciscano de la Observancia de Cuidad Rodrigo (Salamanca) a los quince años. Después de su ordenación sacerdotal fue colegial mayor del Colegio de San Pedro y San Pablo de la Universidad de Alcalá de Henares, además de lector (doctor) y maestro de Teología de dicha Universidad. Dentro de la Orden Franciscana aparece como “confesor y predicador para ambos sexos”, rector de varios conventos y dos veces provincial de dicha Orden. El 27 de julio de 1818 fue propuesto por el rey Fernando VII para ocupar el obispado de Nuestra Señora de La Paz en el Alto Perú (Bolivia), en plena vorágine independentista del territorio hispanoamericano, atendiendo, además de a sus méritos personales y religiosos, a su fidelidad realista. Una vez recibidas las bulas de provisión, expedidas por el papa Pío VII (24 de diciembre de 1818), inició un accidentado viaje desde Plasencia (Cáceres), a principios de 1820, hasta Sevilla, donde acababa de pronunciarse, en Cabezas de San Juan, Rafael del Riego y se iniciaba la andadura del Trienio Liberal. Al fin, el 21 de abril de 1820, embarcó en Cádiz para tierras limeñas, donde fue consagrado por el arzobispo, Bartolomé de las Heras, y tomó posesión de su obispado de La Paz (11 de agosto de 1521). Poco antes había escrito para su feligresía una carta pastoral con el título Sobre la verdad de la religión de N. S. Jesucristo y precepto de la caridad con el prójimo, en la que explicaba que el principio de autoridad procede de Dios y Éste lo deposita en el Rey, al que hay que obedecer, y que “la nación española ha sido nuestra madre, nuestra nutriz y nuestra maestra y que a ella le debemos nuestra creencia, nuestra civilización y aun los progresos de las artes”. Termina la pastoral con una adhesión al Rey y una exhortación a que no siguieran el movimiento revolucionario. Una verdadera prédica política que inflamó a los independentistas y provocó recelos y disensiones. Siguió actuando en esta misma línea, según se desprende de la circular de 1821, por la que mandaba a los curas predicar el alistamiento relista voluntario, o la de 1822, para incitar a la obediencia de España. En 1823 obtuvo de su clero, por la fuerza, 9000 pesos para obsequiar al Ejército realista. El 28 de enero de 1825, consumada la independencia con la victoria de Ayacucho, delegó su jurisdicción en el Cabildo catedralicio y abandonó la ciudad, junto a la guarnición española y, el 15 de agosto, renunció a su diócesis en Buenos Aires y embarcó para España. Pero antes, en enero de 1824, ya había solicitado la renuncia a través de cartas al Rey, al Papa y a la Cámara de Indias; pero no fue aceptada hasta más tarde, mediante hechos consumados.

En cuanto a su labor apostólica, aun con grandes deficiencias y dificultades, la llevó a cabo dignamente, confirmando a más de cuarenta mil feligreses o promoviendo la creación de pueblos y escuelas donde pudieran vivir en paz indios y españoles. Fernando VII lo condecoró nombrándolo caballero de la Gran Cruz de la Real Orden americana de Isabel la Católica y del Consejo de Su Majestad y, a finales de 1826, se le concedió la Abadía mitrada de Alcalá la Real (Jaén), abadía que contaba con cuantiosas rentas y tenía una extensión de más de 20 leguas, dominando la ciudad y dieciséis pueblos. En mayo de 1827 entró en Alcalá y tomó posesión de su nombramiento, cuando acababa de cumplir sesenta y cinco años, con gran recibimiento; pero sus tendencias ultrarrealistas hicieron que tuviera roces con el Ayuntamiento alcalaíno y que en 1835 fuera desterrado a Melilla por su apoyo a los carlistas, durante tres años, aunque sólo sufrió el ostracismo unos meses. En 1851, mediante la firma del Concordato con la Santa Sede, se suprimió la Abadía de Alcalá y el resto de “jurisdicciones privadas y exentas”; por ello, al morir Sánchez-Matas dos años después, pasó oficialmente a formar parte del obispado de Jaén. El 9 de junio de 1853 murió el último abad mitrado de Alcalá, con noventa años, tan pobre como vivió, pese a sus treinta y cinco años de pontificado. La azarosa vida que le tocó vivir y sus ideas realistas intransigentes marcaron la actividad pastoral de un hombre de gran preparación y valía personal. Antonio Sánchez-Matas fue enterrado en la iglesia de la Consolación de Alcalá la Real.

 

Bibl.: N. Aranzaes, Diccionario histórico del Departamento de La Paz, La Paz, Talleres Graficos La Prenisa, 1915, págs. 693- 694; D. Garrido Espinosa de los Monteros, Historia de la Abadía de Alcalá la Real, Jaén, Diputación Provincial, 1996, págs. 321-324; R. Higueras Álamo, La extensión de la Abadía de Alcalá la Real, en I Jornadas de historia de la Abadía de Alcalá la Real, Jaén, Diputación Provincial, 1996, págs. 99-114; I. de la Corte Navarro, “Fray Antonio Sánchez Matas, obispo de La Paz (1818-1825)”, en VV. AA., Actas sobre el V Congreso Internacional sobre los Franciscanos en el Nuevo Mundo (siglos xix y xx) (La Rábida), Madrid, Deimos, 1997, págs. 443-450; J. Higueras Maldonado, El último Abad de Alcalá la Real, Fray Antonio Sánchez-Matas, en II Jornadas de Historia de la Abadía de Alcalá la Real, Jaén, Diputación Provincial, 1999, págs. 193-213; J. Alonso Pascual, El obispo robledano Fr. Antonio Sánchez-Matas (1762-1853), Salamanca, 2004.

 

Emilio García Lozano