Orueta y Barasorda, Andrés de. Bilbao (Vizcaya), 1652 – Valladolid, 16.III.1716. Obispo de Valladolid.
Había nacido en el seno de una familia originaria del señorío de Vizcaya, que contaba con un prelado: el obispo de Almería, Domingo de Orueta (1687-1701). Como su antecesor en la diócesis de Valladolid, Diego de la Cueva y Aldana, Andrés de Orueta fue alumno de los jesuitas en el más importante de los Colegios que la Compañía tenía en Valladolid, el de San Ambrosio. Sin embargo, cuando Andrés de Orueta entró en él, ya había estudiado el Latín en su Bilbao natal, continuando su formación de Artes en el citado de San Ambrosio y las Leyes y Cánones —ambos Derechos— en la Universidad de Valladolid. Fue de una ciudad universitaria a otra, esta vez Salamanca, donde prosiguió sus estudios de Teología, Cánones y Jurisprudencia, siendo colegial mayor del Colegio del Arzobispo, uno de los cuatro que existían en la ciudad del Tormes. Como ocurrió con Diego de la Cueva, fue catedrático de Vísperas de Teología de esa Universidad. Pero Orueta también se vinculó a la Inquisición y fue juez inquisidor en Granada y después fiscal de la Suprema.
Recibió las órdenes mayores a los cincuenta y dos o cincuenta y tres años, una edad muy madura para su momento, aunque ya pertenecía al ámbito de lo eclesiástico desde su ejercicio académico. Manuel de Castro, el autor del primero y hasta el momento único Episcopologio vallisoletano, lo justificaba desde la “profunda humildad y gran virtud” que demostró. Poco tiempo después era nombrado obispo de Valladolid, en 1707, tras la muerte de Diego de la Cueva. Fue preconizado en consistorio secreto en octubre de 1708 y consagrado en Madrid, entrando en la ciudad el 14 de febrero de 1709. Se vivían entonces difíciles momentos en las relaciones entre el rey Felipe V y el papa Clemente XI, pues este último apoyaba la candidatura del archiduque Carlos de Austria al Trono español. La consecuencia fue la ruptura de los vínculos diplomáticos y el retraso en materia de nombramiento y provisión de obispados.
Dos hechos mencionaba el canónigo archivero Manuel de Castro como destacables en sus siete años de gobierno en esta pequeña diócesis: el incendio del palacio que habitaban los prelados vallisoletanos (aunque no de excesiva consideración) y sobre todo la mediación para que finalizase el pleito que existía entre el Cabildo catedralicio y el Colegio Mayor de Santa Cruz, por el ejercicio del derecho que tenía el primero de visitar al segundo y la resistencia que éstos ofrecían. Cabe recordar que Orueta había sido colegial en Salamanca.
Su muerte tuvo lugar en Valladolid el 16 de marzo de 1716, predicando sus honras fúnebres el jesuita Manuel Ignacio Muñoz, palabras que no solamente permanecieron en el recuerdo de los que las oyeron pronunciadas desde el púlpito, sino también en la letra impresa, con dedicatoria dirigida hacia el deán y el Cabildo catedralicio.
Bibl.: M. I. Muñoz, Respuesta fúnebre, consonancia acorde y satisfacción exacta, que da la tierra en ecos, a la admiración extática con que en sus pensiones la preguntó el cielo, quien era quien subía de el desierto de este mundo, quando salió de él [...] dióla [...], de la Compañía de Jesús, Valladolid, 1716; M. de Castro, Episcopologio vallisoletano, Valladolid, Tipografía Cuesta, 1904, págs. 297-300.
Javier Burrieza Sánchez