Delgado, Martín. Valmaseda (Vizcaya), XI.1677 – Valladolid, 21.XII.1753. Obispo de Valladolid.
Vasco, del señorío de Vizcaya, en la villa de Valmaseda, Martín Delgado gozó de un gran prestigio entre sus fieles, mientras fue obispo de Valladolid, manifestaciones que se intensificaron en el momento de su muerte con el fin de promocionar su presunta santidad. Huérfano muy temprano de madre, su padre le envió a estudiar en Valladolid Artes y Teología, lo que hizo en el colegio de los dominicos de San Gregorio (actual edificio del Museo Nacional de Escultura). La carrera de Teología la culminó en la Universidad de Valladolid, de la cual recibió el grado de doctor.
Pudo recibir las órdenes mayores cuando ejerció como familiar del que fue arzobispo de Burgos, Juan de Isla, con el que permaneció por espacio de dos años. A la muerte de éste, opositaba a una canonjía de oficio en la catedral de Osma, la cual consiguió, así como un beneficio en su iglesia parroquial natal de Valmaseda. Este último lo conservó durante toda su vida, por privilegio apostólico. Después sus trabajos se asociaron al ámbito geográfico de la Corte, como cura párroco en Chinchón, Carabanchel, hasta llegar a la más importante de Santa María la Real de la Almudena, donde permaneció por espacio de treinta y ocho años. El Concilio de Trento, que había llamado a la formación del clero secular a través de la fundación de seminarios, podía encontrar en Martín Delgado un buen modelo para el mismo, o por lo menos, así lo presentaban las aproximaciones hagiográficas que se hicieron de él. No se puede entender de otra manera la presentación del que llegó a ser obispo. Así, se destacaban la humildad, la modestia, la práctica de la mortificación y la pobreza (apreciada en el vestido o en la comida, en definitiva en las cotidianidades), en la presencia en el confesionario (“el acto heroico del confesar” que había dicho el padre Luis de La Puente), la “prudencia en el aconsejar, la energía en el reprender”. Era, en todo, el modelo de párroco, según establecían las coordenadas tridentinas.
Fue examinador sinodal del arzobispado de Toledo, examinador y teólogo de cámara del infante Felipe (hijo de Felipe V y de su segunda esposa, Isabel de Farnesio), además de calificador del Santo Oficio.
Todo ello se vio “premiado” con la diócesis de Valladolid, cuya mitra que rechazó en dos ocasiones. Era el año de 1743 cuando fue consagrado obispo en su parroquia de la Almudena y entró en Valladolid en febrero de 1744.
Martín Delgado ha sido retratado como un enfermo, con sus constantes dolores de cabeza y de estómago o los producidos por la gota. A pesar de esto y de las dificultades del viajar, visitó todas las iglesias de su pequeña diócesis (hasta 1954 no coincidirá con los límites provinciales actuales). El ejercicio de la visita era otra de las coordenadas que se exigían al obispo tridentino. Destacó también en la atención a los más pobres, a los enfermos y a las mujeres marginadas, como lo eran las que abandonaban la prostitución. El obispo Delgado contribuyó a ello con la fundación de un asilo (no fue el primero que hubo en Valladolid). Conoció la canonización de san Pedro Regalado y participó muy activamente en el reconocimiento festivo que su ciudad le dedicó como nuevo patrono. Sancionó el nombramiento realizado por Benedicto XIV del patronato sobre Valladolid, debiéndose enfrentar a las inclemencias del tiempo y a sus feligreses en la procesión de entrada de la reliquia del nuevo santo en la ciudad hasta la catedral.
Los ciudadanos, cansados de aplazamientos, nieves, lluvias y barros, obligaron a Martín Delgado a portarla en sus manos hasta la iglesia mayor.
Murió al finalizar el año de 1753, y pronunció su oración fúnebre un hombre de Universidad, el catedrático fray Francisco de la Lanza, sermón entregado después a la imprenta. Martín Delgado dejó como heredera de sus bienes —300.000 reales— a la necesitada fábrica de la catedral vallisoletana. No todos eran para las obras de ésta. Como heredera universal, tenía que hacerse cargo de las muchas obras pías que el obispo había dispuesto para hospitales, conventos y atención a los pobres. Eran sus muchas obras pías o sus numerosas inquietudes para salvarse obrando.
Las deducciones alcanzaron los 120.000 reales, según Manuel de Castro. Sin embargo, sus contemporáneos pudieron difundir que Martín Delgado murió en loor de santidad. Y lo probaban cuando veían en su cuerpo los signos de los “favores” divinos: la flexibilidad del mismo, certificada por los médicos y catedráticos que componían aquella Facultad de Medicina.
Era un dato más, necesario si se quería hablar de aquel “obispo santo” de Valladolid, al que se le otorgaba el título de “Venerable”, el venerable Martín Delgado.
Bibl.: F. de la Lanza, Desempeño de el nombre y de la dignidad, el pastor, la piedra de el pueblo de Dios: Oración Fúnebre en las Solemnes Sagradas Exequias, que la SIC de Valladolid celebró el día 24 de enero de este año de 1754 a la venerable memoria del Ilmo. Sr. Martín Cenarro, Valladolid, 1754; M. de Castro, Episcopologio vallisoletano, Valladolid, Tipografía Cuesta, 1904, págs. 310-318.
Javier Burrieza Sánchez