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Tomása Joaquina López del Corral y Arburola

Biografía

López del Corral y Arburola, Tomasa Joaquina. Cartago (Costa Rica), s. xviii – 9.X.1811. Propietaria y comerciante.

Sus padres fueron José Antonio López del Corral y Francisca de Arburola Irribaren. Su primer matrimonio fue con Gabriel Marcos de Ocaña, con quien tuvo dos hijos; uno de ellos murió siendo niño y el otro se llamó José Miguel de Ocaña, quien años más tarde murió soltero. Tuvo un segundo matrimonio con José Joaquín Corona, con el que procreó a José Francisco Corona, quien murió sin sucesión, aunque estuvo casado. Después de este matrimonio, tuvo una hija a quien llamó Ana Benita. Con posterioridad tuvo otras tres hijas: Francisca Leonarda, María Catalina y Manuela Petronila, “hijas espurias”, tal como lo señaló su madre en documento público donde las reconoce como tales, el 13 de julio de 1793. Estas hijas las tuvo con el gobernador de Costa Rica José Joaquín de Nava. Tomasa Joaquina testó en dos ocasiones; en 1756, durante su primer matrimonio y en estado de embarazo, y en 1811, año en que murió.

Heredó bienes de su familia y, junto con sus maridos, se dedicó al comercio en la ciudad de Cartago. Mantenía estrechos lazos con los comerciantes de Nicaragua, Guatemala y Panamá. Contaba con propiedades tanto dentro como fuera del valle central. Por ejemplo, en el valle de Bagaces tenía un sitio dedicado a la ganadería en asociación con su hijo mayor, José Miguel de Ocaña. Tuvo otros hatos en Río Grande y Tibás, que se encontraban hipotecados a favor del convento de la ciudad de Esparza. De manera que también tuvo intereses en capellanías y administraba algunas de ellas en conjunto con las familias Oreamuno y Bonilla.

Traficó con esclavos, pero no en grandes cantidades, sino ocasionalmente, en los mercados de Panamá y Nicaragua. En 1765 hizo donación de una esclava mulata de siete años, a Ana Gertrudis Morales, vecina de León de Nicaragua. También en 1779, una de sus hijas recibió una esclava mulata de ocho meses, hija de una esclava suya. La niña había recibido la esclava como dádiva de un bienhechor, tal y como lo señala la documentación que se cita abajo. Por ejemplo, en 1753, Tomasa Joaquina arregló una deuda de 300 pesos de plata, que tenía con Tomasa Cavero, de Panamá, quien había muerto. Tomasa Joaquina canceló la deuda ante el representante de la señora Cavero en Cartago, Juan Manuel de Casasola y Córdoba. Tuvo una herrería, localizada en la ciudad de Cartago y que daba en arrendamiento.

Tomasa Joaquina fue dada a conocer en la historiografía costarricense por el historiador y escritor Ricardo Fernández Guardia en sus Crónicas coloniales, donde escribió un ensayo llamado “Idilio clandestino”, en el que se refería al romance entre el ex gobernador José Joaquín de Nava y Tomasa Joaquina López del Corral. José Joaquín había servido al Ejército en Italia y en el virreinato de Nueva Granada y tenía el grado de teniente coronel. Llegó a Costa Rica, nombrado como gobernador, en 1764. La familia, original de Nava, se encontraba en Ciudad Rodrigo, y continuamente solicitaba su retorno.

Una prueba de la relación entre el ex gobernador Nava y Tomasa Joaquina, fue una escritura pública de donación en la que se señala: “Don José Joaquín de Nava y Cabezudo, debiendo regresar a España, su tierra y como prueba de cariño hacia doña Tomasa Joaquina López del Corral (viuda), y a sus tres hijas, Francisca Leonarda de Jesús, María Catalina y Manuela Petronila, les hace donación de dos casas en esta ciudad (Cartago), un molino para trigo con varios materiales y casa contigua, más un potrero de la misma dependencia en los arrabales de esta ciudad, varios útiles de cocina, muebles, alhajas, ropa, imágenes de santos, etc., dos mulatillas esclavas que había comprado a doña Joaquina por 500 pesos, dos haciendas de cacao, 1 en Poza Azul o Tomo Largo llamada La Gobernadora, la otra en Chirripó del valle de Matina. [...] Doña Joaquina deberá gozar de por vida de todas las propiedades el usufructo de los bienes y deja a voluntad de las agraciadas cobrar o no, a don José María de Ocaña (hijo), los gastos que ocasionó su educación en la ciudad de Guatemala”.

Cuando José de Nava había terminado su mandato en Costa Rica se le exigió que saliera de Costa Rica en muchas ocasiones, pero se resistió a hacerlo. Sus aliados fueron los vecinos principales de Cartago y de Granada (Nicaragua). El gobernador José Perié, quien lo sustituyó, tuvo fuertes enfrentamientos con ellos porque Nava se había quedado en Granada argumentando problemas de salud, lo que retrasó aún más su regreso a España. Sus nexos con el capitán general de Guatemala, Matías de Gálvez, quien había llegado a Nicaragua para defender el río San Juan de los ingleses y zambos-mosquitos, atrasaron su regreso. Poco después, el propio Gálvez le dio el mando de la fuerza expedicionaria que se dirigía al castillo de la Purísima Concepción. Sin duda, Gálvez supo aprovechar la pericia militar de Nava. El ex gobernador murió el 31 de enero de 1784. Un año después fue recompensado con el grado de teniente coronel.

Tomasa Joaquina testó su última voluntad el 3 de enero de 1811 y dejó como bienes dos fraguas con sus fuelles y herramientas, un cajón de platería, una esclava con dos hijos. Le heredaron sus cuatro hijas y su yerno, Manuel Marchena.

 

Bibl.: Archivo Nacional de Costa Rica, Índice de protocolos coloniales de Cartago, t. V, San José, Imprenta Nacional, 1918; R. Fernández Guardia, Crónicas coloniales, San José, Editorial Costa Rica, 1967.

 

Elizet Payne Iglesias