Rebollo Aranda, Vicenta. Jaén, 27.V.1887 – Jerez de la Frontera (Cádiz), 15.III.1977. Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl (HC), benefactora.
Nacida en Jaén en 1887, ingresa en la compañía el 6 de noviembre de 1907. En su primer destino, Teruel, en la Casa de Beneficencia, inicia una ingente tarea en favor de los más pobres, marginados y desvalidos. En el año 1927 es destinada a Jerez de la Frontera, en la Cocina-Económica y Escuelas de El Salvador. Aquí continuará el mismo e incansable esfuerzo por rehacer la vida y salvar la dignidad de tantos indigentes que acudían al comedor. Este mismo año abre un obrador ―taller de costura y bordado― para jóvenes ― “Obreras de la Aguja” ―, que habiendo acabado el período escolar carecían de posibilidades o medios económicos para continuar estudios. Con el fin de proporcionarles y facilitarles un medio de vida, dotó al taller de varias máquinas que al mismo tiempo le sirvieron para obtener recursos económicos para los comedores y para las trabajadoras.
En 1936 y siguientes años, hasta pasada la posguerra, realiza una agotadora actividad, ya que su máximo interés se centraba en que no faltase, ni un día, el plato de comida caliente y el pan para los pobres, que se habían multiplicado ―cuatro mil comidas diarias se repartían―. Lo consiguió no sin graves disgustos, complicaciones económicas, grandes deudas, etc., que sor Vicenta afrontaba con la mayor entereza, llamando a la generosidad de los jerezanos, pidiendo de puerta en puerta a familias distinguidas de la ciudad; se dijo de ella que “supo ganarse a los ricos para levantar a los pobres”. Recorrió los campos (cortijos) y ciudades próximas buscando ayuda, colaboración y recursos con los que apoyar y alimentar hogares, asilos y otras obras sociales que las Hijas de la Caridad tenían en Jerez (en aquella época, catorce casas), extendiendo su favor a otras familias religiosas que hubiesen carecido de lo más indispensable para subsistir si la extraordinaria caridad de sor Vicenta no hubiese llegado hasta ellas. No pasaron desapercibidas las familias de clase media, ni tampoco las de clase alta que habían quedado empobrecidas a causa de la guerra... La ayuda alcanzó tal nivel que hizo exclamar al obispo de Jerez, después cardenal Segura, “Sor Vicenta ha hecho más obras de caridad en Jerez, que yo en toda la Diócesis”.
En 1940 es nombrada superiora de esta obra. Continúa trabajando en el mismo servicio y ahora con mayor amplitud. Abre un comedor para madres lactantes y reorganiza los dos ya existentes: el de transeúntes y el de obreros. Impulsa las escuelas gratuitas, y abre aquí una nueva etapa: la iniciación profesional de las jóvenes. Amplía, además, el comedor escolar, en el que más de seiscientos alumnos reciben dos platos de comida caliente cada día. Por esta misma época, tuvo lugar el paro obrero, un campo más de servicio en el que sor Vicenta volcó todos sus esfuerzos e iniciativas buscando empleos, intentando, de este modo, remediar tantas angustias y sufrimientos.
En 1951 organiza las Damas de la Caridad o Voluntarias (AIC), equipo que colaboró muy eficazmente con las hermanas en los distintos servicios a los pobres. Por deseo del marqués de Domecq, se traslada al Salvador el ropero de la Asociación Jerezana de Caridad (AJC), que desde ese día sería organizado por las Hijas de la Caridad para atender a cuantos acuden al comedor con necesidad de vestido. Sor Vicenta desempeñó, a imitación de su santo fundador, innumerables actividades: organiza, instruye, amplía, dirige y sostiene con el fuego de su extraordinaria caridad, su humildad y sencillez vicencianas, todas las obras que emprende y, lo que es más importante, se esfuerza por contagiar ese celo a cuantos la rodean por el bienestar de los más necesitados. En bien de ellos sacrifica todo interés personal.
En 1957, obtenido por suscripción popular, se entrega a sor Vicenta, en sus “cincuenta años vocacionales”, millón y medio de pesetas para ampliación del comedor y guardería, en reconocimiento a su celo por el desarrollo y promoción de los más pobres de Jerez. En el comedor, por estos años, se repartían más de ochocientas raciones diarias... En 1960 la Corporación Municipal del Ayuntamiento, conjuntamente con la Asociación Jerezana de Caridad, la Sociedad de San Vicente de Paúl y numerosas personalidades de Jerez civiles y eclesiásticas solicitan para sor Vicenta el ingreso en la Orden civil de Beneficencia, con ocasión del tricentenario de la muerte de los fundadores, san Vicente de Paúl y santa Luisa de Marillac, medalla que ella rehusó con insistencia. Al año siguiente le fue impuesta y entre sus breves palabras dijo: “Sólo como una cruz más en mi vida, la acepto...”
En 1974, al cumplir sesenta y siete años de servicios en favor de quienes se acercaban a esta comunidad de Hijas de la Caridad en busca de remedios a sus necesidades, la ciudad de Jerez le rinde un singular homenaje abierto a cuantos quisieron participar. La respuesta fue masiva. El 15 de marzo de 1977 fallece, a los noventa años de edad. todo el pueblo de Jerez la acompañó en sus funerales.
Bibl.: M. Estévez Guerrero, “Jerez de la Frontera (Guía de Arte) 1933”, en Anales de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad (Madrid), t. LXIV (1957); “Testimonios escritos de E. Ibáñez, E. Falcón, A. y F. Porro”, en Jerez cada día (1960); “Artículos de E. Falcón y F. Rodríguez Romero”, en La voz del Sur (1960, 1961, 1977, 1980).
Agustina Molina García de Pablos, HC