Fernández de Lizardi Gutiérrez, José Joaquín. El Pensador Mexicano. Ciudad de México (México), 15.XI.1776 – 21.VI.1827. Periodista y escritor.
Su padre, Manuel Hernández Lizardi o Fernández Lizalde, como consta en el acta bautismal, era de ascendencia mexicana, y su madre, Bárbara Gutiérrez, española de México, era hija de un librero de Puebla, Agustín Gutiérrez Dávila. Su padre fue bachiller en Artes por la Universidad de México en 1753, pero no obtuvo el grado de bachiller en Medicina hasta 1780 cuando fue nombrado físico en el Real Colegio de Tepotzotlán adonde se trasladó con su familia. Allí recibió Lizardi las primeras letras, y años después fue enviado a México para estudiar latín y en 1793 ingresó en el prestigioso Colegio de San Ildefonso. De 1797 a 1798 recibió cursos universitarios de Lógica, Metafísica, Física y Retórica, tal y como él mismo dice en Respuesta del Pensador al defensor del Payo del Rosario (1825): “cursé retórica en esta misma Universidad Nacional, bajo la enseñanza del señor Doctor D. Francisco Zambrano; estudié filosofía en el colegio de San Ildefonso, siendo mi maestro el Dr. D. Manuel Sancristóval y Garay [...].
No me gradué ni de Bachiller porque al tiempo de los grados se enfermó mi padre que era médico del colegio de Tepotzotlán, fui a asistirlo, y destripé el curso”. Por esta misma razón, hubo de asegurarse una posición y obtuvo el puesto de juez interino en Taxco.
En 1805 contrajo matrimonio con Dolores Orendain y hasta 1808 no apareció la primera de sus obras literarias, un poema, “La Polaca”, en honor de Fernando VII. Fue en Taxco en 1810 donde tuvo lugar un curioso episodio investigado con minucia por su biógrafo, Jefferson R. Spell: se habían sublevado los insurgentes al grito de Miguel Hidalgo; Lizardi, que ocupaba un cargo importante, se relacionaba directamente con el virrey, a quien comunicó el peligro en que se hallaba Taxco enviándole el 11 de noviembre, con su segura fidelidad a la monarquía, una clara descripción de la situación, así como los planes que se ejecutarían si tomaban la ciudad los insurgentes.
Tres días después, Lizardi le comunicó que la Junta había establecido patrullas de salvación y vigilancia y que disponían de infiltrados entre los atacantes. El virrey Francisco Xavier Venegas le autorizó para poner en práctica las acciones necesarias para la defensa de Taxco, pero los insurgentes fueron recibidos como amigos, se les entregó la pólvora con un supuesto objetivo de engañarlos y que no permanecieran mucho tiempo en la ciudad. A la entrada de los realistas, se apresó a Lizardi y se le despojó de sus bienes. En enero de 1811 se puso en marcha junto con otros prisioneros hacia la capital donde intentaba defenderse ante el virrey; aquí permaneció después de su liberación viviendo precariamente de su labor de periodista.
Por esta época comenzó su labor de escritor inclinada hacia la preocupación social, política y satírica.
En 1812, después de la promulgación de la libertad de imprenta que establecía la Constitución de Cádiz, aparece su primer periódico, El Pensador Mexicano, seudónimo que utilizará desde entonces. Lizardi volcó su preocupación por los problemas de su país en estos números, que seguirán saliendo con normalidad hasta el 3 de diciembre, en que una petición expresa del escritor al virrey Venegas acerca del enjuiciamiento de los clérigos revolucionarios por parte de los comandantes militares, lo llevó a sufrir su segunda prisión. Fue la llegada en marzo de 1813 del virrey Calleja, después de varias gestiones del Pensador, que se encontraba en la ruina, lo que hizo que consiguiera la libertad en junio. Durante su prisión continúa saliendo El Pensador Mexicano (números 10, 11, 12 y 13) con sus mismas ideas reformistas, lo que no le proporcionaba las simpatías de los realistas, aunque a partir de enero de 1813 un cambio de tono apunta la necesidad de atraerse el favor del nuevo virrey. Si los realistas conservadores lo acusaban de encender las llamas de la rebelión, los insurgentes desconfiaban de él por su adulación sospechosa al poder establecido y su profundo rechazo de la violencia.
En 1814 se inició el tercer tomo de El Pensador Mexicano en uno de cuyos números pide la abolición de la Inquisición impuesta por la política absolutista de Fernando VII. Al año siguiente aparece Las Sombras de Heráclito y Demócrito, nuevo periódico del que sólo salen dos números; en mayo del mismo año, la Alacena de las Frioleras y en agosto de 1816 su suplemento: los Cajoncitos de la Alacena. A la vez que se iba extendiendo el ideario liberal independentista, y la censura ejercía una mayor presión, Lizardi encontraba más dificultades para publicar periódicos, por lo que se decidió a poner en práctica sus cualidades de narrador y escribir una novela. El Periquillo Sarniento (1816) parece surgir por una necesidad más vital que literaria. Sus tres primeros tomos, que habían ido saliendo por entregas, no encuentran dificultad alguna, aunque el cuarto y último fue prohibido por el censor por su ataque a la esclavitud, comercio permitido por el Rey, y sólo se pudo publicar después de su muerte, en 1831. Sucesivamente van surgiendo otras obras suyas, las Fábulas (1817), las Noches tristes (1818) y La Quijotita y su prima (1818-1819). Por estas fechas trabajó también en Don Catrín de la Fachenda (1832) que el censor aprobó en 1820.
Hacia 1819 Fernández de Lizardi desplegó su máxima capacidad como articulista, sus escritos revelaban la evolución de la nueva ideología. En 1820, establecida la Constitución en México, pudo dedicarse de nuevo únicamente al periodismo y sacó a la luz El Conductor Eléctrico, en el que se manifestaba combativo defensor de la Constitución. Después del Plan de Iguala, en febrero de 1821, en el folleto de Chamorro y Dominiquín del siguiente mes, el Pensador expresaba que la mejor solución a los problemas del momento era la separación de México de España, aunque no apoyaba los procedimientos violentos de los insurgentes. El folleto fue prohibido y su autor apresado.
Desde la cárcel escribió su Defensa en la que, entre otras cosas, explicaba que los jefes revolucionarios defendían la independencia de modo absoluto y él se limitaba a desearla decretada legítimamente por las Cortes, y se impidiera un enfrentamiento sangriento entre los españoles y mexicanos. Más tarde, unido a Iturbide, abogará por conseguir la independencia por las armas. Con este último se unió a las fuerzas insurgentes, y se refugió en Tepotzotlán donde se hizo cargo de la prensa separatista. Es posible que llegara a la ciudad de México con la entrada triunfal de Iturbide.
Poco después comprobó que su admirado Iturbide se oponía a las reformas necesarias al no querer lesionar intereses de la Iglesia; un índice de este cambio nos lo ofrece el folleto Cincuenta preguntas del Pensador a quien quiera responderlas (18 de noviembre de 1821) en el que proclamaba la igualdad, los derechos constitucionales y la prosecución de las reformas.
Con estos y otros escritos empeoró su situación personal hasta que en febrero de 1822 con la publicación de la Defensa de los francmasones fue excomulgado. Lizardi se quejó larga y amargamente en la Carta Tercera al papista fechada el 19 de mayo de 1822.
A la caída de Iturbide en 1823 surgieron las luchas entre federalistas y centralistas; Lizardi, federalista, volvió a ser encarcelado por un escrito titulado Si dura más el Congreso, nos quedamos sin camisa. Ante la exclusión y la prohibición absolutas que llevaba consigo la excomunión, decidió publicar él mismo sus folletos. El 29 de diciembre de 1823 obtuvo el levantamiento de la excomunión. En los dos años siguientes escribió Conversaciones del Payo y el Sacristán, que constituyó su más importante trabajo periodístico.
En estos últimos años, la junta que se formó para premiar a quienes habían prestado algún servicio a la independencia, le asignó un sueldo de capitán retirado y se le nombró editor de La Gaceta del Gobierno.
Afectado ya por la evolución de su tuberculosis, Fernández de Lizardi preparó la segunda edición de El Periquillo Sarniento, de la que sólo vio publicado el primer tomo; escribió una obra dramática, la segunda parte de El negro sensible, y una veintena de folletos; en 1826 publicó su último periódico: el Correo Semanario de México. El 27 de abril de 1827 redactó el Testamento y Despedida del Pensador Mexicano, en el que afirmaba que no haber dudado nunca en cuestiones de dogma pero que rehusaba creer en la infalibilidad papal, del mismo modo que rechazaba todo tipo de superstición religiosa, para añadir: “Dejo a mi patria independiente de España y de toda testa coronada, menos de Roma”. También escribió su epitafio: “Aquí yacen las cenizas del Pensador Mexicano, quien hizo lo que pudo por su patria”. El 21 de junio de 1827 murió José Joaquín Fernández de Lizardi, fue sepultado en el cementerio de la iglesia de San Lázaro, pero hoy sus restos han desaparecido.
Al considerar su vertiente de escritor, si como poeta Lizardi no raya a gran altura, en cambio dentro de la narrativa su figura alcanza importancia decisiva. En un siglo en que la novela atraviesa un difícil momento por la decadencia del género y porque es idea común que las formas ficcionales son contrarias a las buenas costumbres sociales y a la moral pública, Lizardi utilizó este medio como vehículo de comunicación de sus ideas. A ello se añade la circunstancia económica: las novelas se vendían bien y podía utilizarlas como sustituto del periódico en el agitado medio político mexicano. Así, El Periquillo Sarniento se convierte en la primera novela escrita en América, pues ninguna de las obras que la precedieron cumple las características de retratar a la clase media contemporánea con tan expresivo uso de un lenguaje popular. Inserta en el ámbito de la picaresca de tradición hispana, adoptaba en consecuencia un esquema asequible, con el predominio de la primera persona narrativa, la disposición en sarta de los episodios y la subordinación del resto de los personajes al protagonista, a lo que se añadía la casi exclusiva localización mexicana, sus calles y sus edificios, y la facilidad de una crítica social que se entrevera desde el discurso de un Periquillo ya “convertido” en el final de sus días que cuenta su vida a sus hijos con propósito educador. Todo ello proporcionaba el reconocimiento del lector mexicano, su interés y divertimento, así como la posibilidad de escribir en forma miscelánea y ejemplarizante como lo había hecho en el periodismo. Pero, no obstante, su picaresca había de ser una picaresca renovada y marcada por el ideario ilustrado, por las ideas de Rousseau y el espíritu que difundió la Revolución Francesa, a lo que se sumaba el creciente sentimiento de independentismo, aunque su autor no participara en las corrientes religiosas innovadoras, pues Lizardi proclamó siempre la compatibilidad de la fe cristiana y los avances de la ciencia, adoptando similar postura conciliadora que muchos ilustrados españoles. En definitiva, recibió y aprovechó un molde que procesó de los antecedentes hispanos pero que actualizó a su conveniencia e hizo apto para nuevas posibilidades dentro del didacticismo ilustrado.
Completan su obra narrativa tres títulos más: Noches tristes, desde su segunda edición Noches tristes y día alegre (1819), que es, hasta por el título una confesa imitación de las Noches lúgubres (1789-1790) de Cadalso, del que toma los elementos exteriores para añadir su propia nota moralizadora y destacar el final dichoso del hombre que confía en la justicia divina con resignación desechando los tedios románticos, de ahí el nombre de su protagonista, Teófilo; La Quijotita y su prima, cuya edición completa no apareció hasta después de su muerte, en 1831, está centrada en la educación de la mujer. Con cierto paralelismo con El Periquillo, aunque menos atractiva, adolece de excesiva insistencia doctrinal al marcar bien que la educación para el hogar en las jóvenes debe aprenderse en el seno de la familia cristiana. El esquema general de la novela puede considerarse también dentro de la picaresca con la misma disposición de sarta y con el mismo fin moral y didáctico, pues su pensamiento se basa en la tradición precedente y sobre todo el Tratado sobre la educación de las hijas (1687) de Fénelon, y en la figura de Rousseau, leído a través de sus intérpretes y adaptadores católicos, como el jesuita Blanchard, en su Escuela de Costumbres (1775). Y por último Don Catrín de la Fachenda, obra considerada por muchos críticos la más actual de las suyas, porque viene a ser un Periquillo sin los enfadosos comentarios didáctico-moralizantes y cuya intención crítica y satírica se concentra en la actuación de un personaje de mayor perversidad que Periquillo: Catrín no quiere trabajar, presume de noble, desea servir a la moda del momento, no se arrepiente como Periquillo y se condena al final porque ha llegado a una situación de total abandono moral. Su ateísmo le depara la desconfianza en la humanidad y progresivamente va ahondando en el mal. Es, en definitiva, un disoluto que se caracteriza por su libertinaje e impiedad, que presume de su actitud sin escuchar otras razones, con lo que puede describirse como un pícaro con las disposiciones más aventajadas que propiciaba la filosofía del XVIII. En el capítulo final, Catrín, enfermo y abandonado en un hospital, recibe a duras penas los sacramentos pero se niega a hacer confesión general, y en el desenlace, el practicante que le asiste destaca el funesto papel de los padres, la holgazanería y los vicios educativos para comprometerse a concluir la historia de la vida de Catrín y darla a conocer con propósito ejemplarizante.
Obras de ~: El Pensador Mexicano, 45 números, México, Oficina de doña María Fernández de Jáuregui, 1812-1814; Alacena de Frioleras, 28 números, México, Oficina de doña María Fernández de Jáuregui, 1815-1816; Cajoncitos de la Alacena, 11 números, México, Oficina de doña María Fernández de Jáuregui, 1815-1816; Las Sombras de Heráclito y Demócrito, 2 números, México, la Oficina de doña María Fernández de Jáuregui, 1815; El Periquillo Sarniento, México, Oficina de don Alejandro Valdés, 1816, 3 vols. (3.ª ed. y 1.ª completa, México, Imprenta de Galván a cargo de Mariano Arévalo, 1830-1831, 5 vols.); Fábulas del Pensador Mexicano, México, Oficina de don Mariano Ontiveros, 1817; La Quijotita y su prima. Historia muy cierta con apariencia de novela, México, Oficina de don Mariano Ontiveros, 1818-1919, 2 vols. (2.ª ed. completa, México, Imprenta de Altamirano, 1931, 4 vols.); Noches tristes, México, Oficina de don Mariano de Zúñiga y Ontiveros, 1818; “Noches tristes y Día alegre”, en Ratos entretenidos, México, Oficina de don Alejandro Valdés, 1819; Ratos entretenidos, o miscelánea útil y curiosa, compuesta de varias piezas ya impresas, México, Oficina de don Alejandro Valdés, 1819, 2 vols.; El Conductor Eléctrico, 24 números, México, Oficina de don Mariano de Zúñiga y Ontiveros, 1820; El Amigo de la Paz y de la Patria, 2 números, México, Oficina de Betancourt, 1822; Unipersonal del arcabuceado de hoy 26 de octubre de 1822, México, Imprenta del autor, 1822; El unipersonal de don Agustín de Iturbide, Emperador que fue de México, México, Imprenta de don Mariano Ontiveros, 1823; El Payaso de los Periódicos, 1 número, México, 1823; El Hermano del Perico que cantaba la Victoria, periódico político- moral, 6 números, México, Oficina de don Mariano de Zúñiga y Ontiveros, 1823; Conversaciones del Payo y el Sacristán en que se tratan asuntos muy interesantes a la instrucción pública, 50 números, México, Oficina de don Mariano Ontiveros, 1824-1825; El negro sensible, primera y segunda parte, hecha la última por el Pensador Mexicano, México, Oficina del finado Ontiveros, 1825; La tragedia del Padre Arenas, México, Imprenta de la calle de Ortega, 25 de mayo de 1827; Correo Semanario de México, 24 números, México, Oficina del finado Ontiveros, 1826-1827; El grito de libertad en el pueblo de Dolores, México, Imprenta de la testamentaría de Ontiveros, 1827; Vida y hechos del famoso caballero Don Catrín de la Fachenda, México, Imprenta del ciudadano Alejandro Valdés, 1832; Auto mariano para recordar la milagrosa aparición de Nuestra Madre y Señora de Guadalupe, México, por J. M. Lara, 1842; Pastorela en dos actos, publicada con el título de La noche más venturosa, México, Imprenta de Abadiano, 1895; Obras, México, Universidad Nacional Autónoma (UNAM), 1963-1995, 13 ts.; N. Vogeley, Un manuscrito inédito de Poesías de J. J. Fernández de Lizardi, México-Berkeley, UNAM-Biblioteca Bancroft, 2003; Todos contra el payo y el payo contra todos o la visita del payo en el Hospital de locos, s. f. (inéd.).
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Carmen Ruiz Barrionuevo